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Rafael Chirbes, desnudo integral y descarnado

Anagrama publica los 'Diarios' del autor valenciano, un autorretrato complejo y despiadado construido a partir de hondas reflexiones literarias y explícitas estampas sexuales

El albacea literario de Chirbes carga contra el prólogo de Marta Sanz y asegura que «está lleno de despropósitos»

Rafael Chirbes, fotografiado en 2013 en su despacho Mikel Ponce
David Morán

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«Tengo miedo. No veo nada adelante», escribe Rafael Chirbes (1949-2015) en una de las últimas entradas de su Agenda Max Aub, despedida y cierre de la primera entrega de los 'Diarios' (Anagrama) del autor valenciano que, seis años después de su muerte, anidan ahora en las librerías entre vistosos ajustes de cuentas, hondas reflexiones literarias y explícitas estampas sexuales. Aún tendrían que llegar 'Crematorio' y 'En la orilla' y con ellas los premios de la Crítica y Nacional de Narrativa, pero ya entonces, mediado el año 2005, a Chirbes se le hacía extraño y desconcertante habitar su propio pellejo. «Al leer este diario uno tiene la sensación de que Chirbes nunca se sintió a gusto ni con quien había sido ni con quien era ni siquiera -intuyo- con aquel que iba a ser», apunta Fernando Valls, profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona, en uno de los prólogos que preceden a este detallado ir y venir por la vida del valenciano entre 1984 y 2005.

«Es el retrato de un lector reflexivo que da cuenta del trabajo de escribir y también del trabajo de vivir», destaca la editora de Anagrama, Silvia Sesé, para tratar de enmarcar una primera entrega diarística que viaja de lo personal a lo literario; de las turbulencias de una vida amorosa marcada a fuego por su relación con Françoise, su novio francés fallecido de sida en 1992, a las lecturas y relecturas de Balzac y Dostoievski. No es, en cualquier caso, una lectura fácil. «Quienes trataron a Chirbes no se sorprenderán, era alguien despiadado consigo mismo y autoexigente. Si uno no se hace los ajustes de cuentas a sí mismo no tiene derecho a hacérselos a la historia o a los demás», explica Juan Manuel Ruiz, albacea literario del autor de 'La buena letra'.

Herralde, en el centro, junto a Silvia Sesé, Juan Manuel Ruiz, Elena Cabezalí y Fernando Valls, durante la presentación de los 'Diarios' de Chirbes Efe

Para quienes no lo conociesen, sin embargo, estos 'Diarios' son una auténtica caja de sorpresas; un despiadado desnudo integral en el que Chirbes agavilla inseguridades, noches en vela, encontronazos carnales y reflexiones literarias. «Hoy no he ido a trabajar. Me he pasado el día en la cama. Anoche bebí hasta la cinco de la mañana. Después de arrastrarme por todos los tugurios de Madrid que conozco, acabé en la Gran Vía, junto a la Telefónica, intentando ligar en plena calle, pagándoles cervezas y comprándoles cigarros a putas desdentadas y a decrépitos exchulos borrachos. Me traje a casa a un tipo maduro, que iba más borracho que yo y que, al despertarme, he descubierto que se ha ido, robándome tres mil pesetas», escribe en marzo de 1986.

Fantasías y modestia

En 1992, Chirbes confiesa que estos diarios que ahora ven la luz «no son para nadie, no compiten con nadie». «Como me derrumbo y empiezo a pensar una vez más que esa idea de que puedo llegar a ser escritor es una fantasía de ególatra, vuelvo a la modestia de estos cuadernos», anota. Con los años, sin embargo, esta pulsión memorialística ganará fuerza y le hará legar para la posteridad sólo lo que consideraba literariamente relevante. «Prescindía de todo aquello que sospechaba que no tenía cierta tensión narrativa», destaca Ruiz. Es así como Chirbes fue volcando cuadernos y libretas en seis archivos de los que solo dos, los primeros, ven ahora la luz en este volumen subtitulado 'A ratos perdidos 1 y 2'. «Cuando fue confeccionando esos archivos hizo una criba importante: sólo pasó lo que consideraba significativo. Eso explica los intervalos prolongados en los que parece que no había escritura», abunda el albacea literario de Chirbes.

«Al morir nos dejó dos grandes regalos: primero 'París-Austerlitz' y luego este diario», constata Valls, para quien estas páginas «están llenas de vida, a menudo descarnada, y de literatura, pues nos abren la puerta de algunos episodios íntimos, pero también nos permiten acceder a su taller de escritura». Así, en 'Diarios' hay sexo sórdido y visitas furtivas a salas X, sí, pero también reverencias ante Galdós y Musil; risas desengrasantes con 'La hermandad de la uva' de John Fante, críticas feroces a Muñoz Molina («cosmopolitismo de pie forzado»), Belén Gopegui (su 'Lo real' le resulta 'artificioso hasta rozar la cursilería) y Pérez Reverte («derrocha dosis de populismo y demagogia»); recuerdos de viajes a Laponia que ya no se repetirán, aspavientos por ver su libro 'El viajero sedentario' reseñado en la sección de viajes de un diario…

«Me digo: la escritura siempre roza lo público, aunque hable de tus pasadizos secretos, y sea secreta su gestación», escribe Chirbes en 2005, en una de las últimas entradas de estos diarios que llegan con polémica añadida después de que, durante la presentación del libro, Juan Manuel Ruiz asegurase ayer que el prólogo que ha escrito Marta Sanz «está lleno de despropósitos». «Reacciona a un comentario de Chirbes sobre su obra y dibuja a un ser muy extraño, casi un monstruo«, lamentó el albacea. Por su parte, y en declaraciones a Efe, la propia Sanz aseguró que escribió el prólogo «desde el respeto y la admiración más radicales» y que no presenta al escritor valenciano como un «monstruo» sino «desde el claroscuro y la complejidad».

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