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ABC Cultural

Publican el insolente retrato que Haffner pintó de Adolfo Hitler

Ni la biografía de Ian Hershaw (cuyos dos tomos fueron traducidos recientemente) arroja un retrato del monstruo como el que el periodista e historiador Sebastian Haffner traza en menos de 200 páginas. Su secreto es el sentido común y la insolencia. De «Anotaciones sobre Hitler» ( ... Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), publicado en 1978, Hans Meinke dice que le parece increíble que no viera la luz antes en España. No importa; ahora, impreso está, y ayer, Miguel Ángel Aguilar y Paul Ingendaay lo presentaban en Madrid. Haffner, uno de los grandes periodistas europeos del medio siglo («The Observer», «Die Welt» y «Stern») con el ascenso del nacionalsialismo hubo de exiliarse en Londres (su esposa era judía) y allí escribió sus dos primeros libros: «Alemania: Jeckyll & Hyde» (1940) y «Ofensiva contra Alemania» (1941), además de una biografía de Churchill. A su retorno a Alemania, en 1954, se convertiría en un comentarista político siempre polémico que, incluso, flirtearía con la izquierda soviética y aún publicaría «Prusia sin leyenda» y «De Bismark a Hitler». Sus memorias, descubiertas por casualidad, verían la luz a título póstumo: «Historia de un alemán» (Destino). Por «Anotaciones sobre Hitler», Haffner obtuvo el premio Heinrich Heine en 1978. Murió apenas hace tres años, en 1999. Decíamos que la insolencia es una de las claves del éxito de Haffner como historiador. Aguilar e Ingendaay señalaron que era capaz de afirmar cosas como ésta: «El mundo actual, nos guste o no, es obra de Hitler» o «Sin Hitler no existiría el Estado de Israel». Asistido por una retórica irrefutable, Haffner analiza la figura de Hitler, su misérrima existencia personal lo mismo que la funesta alianza entre el «político» y el «programático», recorriendo errores y aciertos de una vida que fue un fracaso los primeros 35 años, un éxito continuo (exterior e interior) hasta 1941, y otra vez un fracaso, teñida por la traición y el crimen más abominable hasta 1945. Pudo haber sido el forjador de una Europa unida, pero las aberraciones de una personalidad en la que el asesino y el genocida se sobrepusieron a cualquier otra consideración, le llevaron a desear la derrota misma de Alemania, por no haber estado a su altura. Los crímenes de Hitler no fueron juzgados por Nürenberg porque no eran crímenes de guerra, sino crímenes contra la Humanidad.

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