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Premio Cervantes

Ida Vitale: «La locura del Quijote es frenesí poético»

La poeta uruguaya reivindicó en su discurso a Cervantes como «novelista que tuvo a la poesía por su principal respeto»

Ida Vitale, durante su discurso de aceptación del premio Cervantes ABC | Vídeo: EP

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Ya lo advirtió el lunes, en su «estreno» como premio Cervantes en la Biblioteca Nacional: Ida Vitale es «bicho más bien nocturno». Y, aunque estos días su familia está procurando que duerma, esa querencia suya hacia la noche hizo que el discurso de aceptación del galardón lo terminara a las dos de la madrugada, pocas horas antes de acudir a Alcalá de Henares. Lleno de poesía, aunque escrito en prosa, lo leyó al galope, sin titubear, como subida a un rocín algo menos flaco que el del personaje protagonista de la obra de Cervantes, y de su discurso.

Ya convencida de que el premio no es «un sueño», aunque le haya llegado «tarde», Vitale agradeció el reconocimiento «en español, cosa que, además, es un valor añadido a la felicidad de este instante». Quiso la coincidencia, en la que ella tiene «una fabulada confianza», que en estos últimos días, entregada a la música, otro de sus refugios, escuchara, hasta en dos ocasiones, la «Pompa y circunstancia» de Edward Elgar. Pero no hubo ayer nada en ella pomposo, y mucho menos orquestal.

«Mi devoción cervantina carece de todo misterio», confesó, y recordó su descubrimiento del Quijote, en «una gran pileta que lucía en el primer patio de mi escuela». Allí se amontonaban todos los alumnos en el recreo para aplacar la sed, y allí empezó ella a familiarizarse «con las relucientes baldositas que contaban la polícroma historia».

Luego, con las numerosas lecturas que hizo del Quijote, «libres y tardías», supo que los protagonistas eran «aquellos desparejos jinetes» a los que Cervantes dio vida. Y se dio cuenta, también, de que «pocos personajes han sido, como Quijote, habitados por lo real», donde su autor «se movía con castiza normalidad». En la fantasía del ingenioso hidalgo, que le lleva a confundir con gigantes a los molinos de viento, Vitale ve mucho más: «Lo que llamamos locura del Quijote, podría ser visto como irrupción de un frenesí poético, no subrayado como tal por Cervantes, un novelista que tuvo a la poesía por su principal respeto».

Devoción

Tras haber pasado, gracias a la biblioteca de su abuelo italiano, aquel que llegó a Uruguay desde Palermo con Homero en edición bilingüe grecolatina, por Ariosto y Dante, no es extraño el «entusiasmo» de la poeta, su «devoción total» cuando intimó «con aquella pareja española tan tiernamente compatible entre sí», ese Quijote y ese Sancho cuyo lenguaje le abrió las puertas de un mundo «en el que, sola, me sentía acompañada». Así, sin saber por qué, terminó atribuyendo al Quijote «la capacidad de precipitar hacia mí la buena voluntad del azar» y los años se lo han confirmado.

Para terminar, y pese al «acatamiento» casi ciego, como el amor, de todo cuanto dice el caballero andante, Vitale quiso «disculparle» esta afirmación: «No hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo». «No es mi caso, puedo asegurarlo». Bendita humildad.

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