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Marta del Riego: «Alemania siempre ha tenido en nuestro inconsciente un halo de perfección»

La autora de «Solo los tontos creen en el amor» (2010) y «Sendero de frío y amor» (2013) reaparece el 7 de septiembre con «Mi nombre es Sena»

La autora de «Mi nombre es Sena», Marta del Riego Anta ABC

SARA AGULLÓ

Siempre ha habido escritores que reflejan en un libro lo que ellos mismos han sentido en sus propias carnes, que perfilan personajes basados en recuerdos de sus vidas, o de las vidas de sus seres más cercanos. Esa clase de libro es la que llega al corazón y al alma, y la que nos transmite la sensación de estar frente a alguien escuchando una historia en directo.

Y como las buenas costumbres nunca cambian, Marta del Riego Anta ha decidido poner su granito de arena con su nuevo libro, « Mi nombre es Sena », disponible a partir del 7 de septiembre. Esta es su tercera creación, después de «Solo los tontos creen en el amor» (2010) y «Sendero de frío y amor» (2013).

¿Qué diferencia a esta novela de las anteriores?

Me ha llevado cuatro años terminar esta novela. Creo que es la más personal y la más dura, tiene algo muy áspero y a la vez muy frágil, como un paisaje nevado cuando la nieve empieza a derretirse.

Usted es una mujer de mundo, y eso tiene que verse reflejado en sus obras de alguna manera...

Mi experiencia ha aportado una visión diferente de nuestro país, más objetiva. Observarlo desde la lejanía me hace escribir de él con extrañeza, como si yo fuera extranjera. Y me ha aportado conocer gente de todas partes, judíos, kurdos, turcos, rumanos, rusos, alemanes del este..., y descubrir vidas e historias excepcionales.

«Mi experiencia ha aportado una visión diferente de nuestro país, más objetiva»

Viajar nos permite explorar nuestros límites, nos pone a prueba. Como bien definen los anglosajones: nos saca de nuestra zona de confort.

¿Cómo resumiría con sus palabras el argumento del libro?

Es la historia de Sena, una mujer que se evade de su pasado trágico sigilosamente, construyéndose una identidad nueva en el nuevo Berlín del año 2000. Se casa con un alemán de clase alta e intenta integrarse en el país, quiere ser la más alemana. Pero por el camino conoce a alguien y toda su vida se hace añicos.

Muy peculiar el nombre de Sena...

Lo escuché en una película, creo que era una actriz libanesa. Me gustaba porque suena igual en cualquier lengua y mi protagonista tiene un nombre impronunciable en alemán, Eugenia, y quiere cambiárselo como parte de su búsqueda de identidad.

Portada de «Mi nombre es Sena» ABC

¿Cómo describiría a Sena en tres palabras? ¿Y el libro?

Sena es un personaje fascinante, es inquieta, introvertida y a la vez explosiva, y es valiente aunque ella piense lo contrario. Con respecto al libro, podría ser una historia de amor fou, un thriller o una novela de acción, pero sobre todo es la historia de una mujer que no sabe quién es y se lanza con los ojos cerrados a una aventura que casi la destruye.

¿Qué hay de los otros personajes?

Hay un triángulo amoroso entre Franz, el marido de Sena, piloto, de una familia alemana de clase alta; y Yuri, judío ruso de oscuras ambiciones con conexiones con la mafia. Y luego está la abuela de Sena, con la que mantiene ásperas conversaciones telefónicas, que son lo único que le une a su trágico pasado.

¿Por qué ese énfasis en el judaísmo?

El judaísmo siempre me ha interesado. En Londres trabajé de au pair con una familia judía ortodoxa y aprendí mucho de ellos. He leído compulsivamente a autores judíos y sobre el judaísmo, y he viajado varias veces a Israel. En una de las ocasiones, para hacer un reportaje, viví dos semanas en Hebrón, la ciudad más antigua del mundo.

Todo lo que vi, los territorios ocupados, los asentamientos ultraortodoxos y la muerte de Arafat, que sucedió cuando yo estaba allí, su funeral en Ramala... se me quedó grabado. Hay algo inasible en el judaísmo, en la definición de quién es judío y por qué, que me intriga.

El libro transcurre en la capital alemana en el año 2000. ¿Qué significa para usted Berlín?

Berlín es un personaje más. Sena lo recorre incansablemente con su bicicleta. Es un reflejo de lo que hice cuando yo llegué. Fue casi una década después de que cayera el Muro, estaba todo en construcción. Era una sensación increíble: en la vieja Europa aún existía una ciudad a medio hacer, que podías cambiar. Me deslumbró. Pero también la odié, porque puede ser una ciudad muy dura, con ese clima inmisericorde y ese terrible poso histórico.

¿La masiva emigración a Alemania es algo que siempre ha existido?

En los años 60 hubo una gran oleada migratoria hacia Alemania. Pero esa generación lo tuvo mucho más difícil que los chicos que van ahora. Eran «Gastarbeiter», algo así como «trabajadores invitados», o sea, ciudadanos de segunda. Nunca lograron integrarse del todo y muchos acabaron regresando a España después de jubilarse, sintiéndose extranjeros aquí también.

Ahora es diferente: la nueva generación habla el idioma, ha pasado por la universidad, estamos en la UE, se les requiere para puestos cualificados. Y sin embargo, sigue siendo duro. Vivir en otro país te abre la mente, pero te aleja de los tuyos, deja siempre un poso de nostalgia.

«En los años 60 hubo una gran oleada migratoria hacia Alemania»

Alemania siempre ha tenido en nuestro inconsciente un halo de perfección. Los coches alemanes, los electrodomésticos alemanes, todo lo que viene de allí funciona bien, es resistente. Existe ese dicho, Alemania es la locomotora de Europa, y eso hace que tenga un poder de atracción para los jóvenes ambiciosos. La novela retrata un Berlín y una Alemania que conocí muy bien, y a la vez es un relato inventado de principio a fin.

¿Tiene en mente futuras historias?

Estoy ya escribiendo una próxima novela, pero aún es pronto para hablar de ella, solo puedo decir que gira en torno al mundo del vino, tema que me fascina.

¿Cree que el mundo del periodismo y de la escritura van de la mano?

No. Lo que es cierto es que si tienes la ambición o la pasión por escribir, el periodismo te ayuda a educarla. Te enseña, por ejemplo, el valor de la concisión y a la vez a observar, a fijarte en todos los detalles.

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