«Los libros fueron objetos peligrosos, y quizás sigan siéndolo»
«Los libros fueron objetos peligrosos, y quizás sigan siéndolo»
Es joven (quinta del 75) pero absolutamente preparado, desde luego. Graduado en Literatura Inglesa y Norteamericana por Harvard y en Derecho por Yale. Profesor y también novelista de éxito, con «El club Dante» (sobre el grupo de escritores bostonianos cercanos a Longfellow) y «La sombra ... de Poe», en torno al sombrío genio de «El barril de amontillado». No contento con eso, ahora, en su nueva obra ( «El último Dickens» , Alfaguara) se mete hasta el cuello en el gastado abrigo del gran escritor inglés.
El punto de partida, como debe ser, una muerte, la del propio novelista, en 1870, y también una intriga, la que Dickens lega al dejar inacabada su última obra, «El misterio de Edwin Drood». A partir de ahí, el protagonista, el editor James R. Osgood, se lanza en pos de los capítulos inéditos, envuelto en un mundo de bajas pasiones, alta literatura, drogas, violencia , un viaje por la Norteamérica inmediatamente posterior a la Guerra de Secesión, la Inglaterra victoriana y la India colonial, donde uno de los hijos del autor de «Oliver Twist» trabaja como policía.
Parece evidente que al joven Pearl le atrae meterse en la piel de antiguos y famosos colegas. «Sí, me da la sensación de que me permite comprender mejor qué es ser escritor y me recuerda que incluso los escritores legendarios también fueron seres humanos», explica. Casi un siglo y medio después de su muerte, Charles Dickens sigue siendo uno de los novelistas más conocidos y queridos , incluso uno de los más populares en todo el mundo. Casi como le sucedía en su propio tiempo, donde sus obras eran autenticos best-seller. «Dickens –observa Pearl- tenía una capacidad sorprendente para convencer a los lectores de que escribía sobre ellos, casi personalmente para cada uno de ellos, tanto si se trataba de la Reina de Inglaterra como del humilde trabajador de una fábrica. Esto es un auténtico fenómeno, una capacidad muy rara y muy poco frecuente en el resto de los escritores. Quizá eso nos siga pasando hoy en día como lectores, que aunque escribiera en el siglo XIX y sobre cuestiones de esa época, aún así incluso podemos ver nuestras vidas reflejadas en las historias que cuenta». Tan popular que sus recitales y sus giras parecían las de una estrella de rock y hasta sus allegados le llamaban «El Jefe» («The Boss»). «Sus lecturas era auténticos espectáculos -ratifica el novelista norteamericano-, y el público sentía que no solamente veía a Dickens, sino que veía también a todos sus personajes».
Los libros, una cuestión de vida o muerte
El nacimiento del mundo editorial, los derechos de autor, la lucha (mortal) por un texto son otros de los hilos argumentales de «El último Dickens». Pearl se explica: «En cada una de mis tres novelas he intentado partir desde un ángulo diferente. En “El club Dante” opté por la perspectiva de los escritores, con Poe trabajé desde la perspectiva del lector y en éste, desde el ángulo del editor. Cuando le expliqué a la gente de mi editorial lo que iba a hacer, no puedo negar que se preocuparon, pensaron que tal vez sería aburrido, pero entonces la industria editorial de hecho era una frontera, un territorio casi inexplorado y algo totalmente nuevo, algo que estaba naciendo y desarrollándose y era un trabajo para valientes».
De hecho, Osgood, el protagonista, no parece un ejecutivo, un hombre de despacho. «Sí, tiene más de hombre de acción, desde luego. Realmente, era peligroso ser editor en aquel tiempo . Y quiero que esto recuerde al lector que los libros verdaderamente pueden llegar a ser una cuestión de vida o muerte, pueden cambiar la vida de una persona. Los libros eran objetos potencialmente peligrosos y quizá sigan siéndolo». ¿También los digitales? «Bueno, ese va a ser otro problema», sonríe Pearl.
Entonces, en aquel siglo XIX de grandes prosas y grandes esperanzas, las novelas llegaban por entregas, en las páginas de diarios y revistas, y eran seguidas con fruición, casi con histeria. Matthew Pearl, desde luego, encuentra sus paralelismos: «Sí, era más como una serie de televisión de hoy en día. El escritor podía tomar el pulso y medir la reacción del lector casi en tiempo real, y actualmente, los novelistas y los escritores están más aislados con respecto a sus lectores , sus relaciones de interacción sólo se dan una vez que el libro está publicado y terminado. No sé si es mejor o es peor, pero desde luego es diferente».
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