Las libreras que llenaron Londres de lecturas
Un libro recupera las historias personales de las mujeres que, entre finales del siglo XIX y la más reciente actualidad, pusieron en marcha las librerías más significativas de una de las ciudades más literarias del mundo
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Iniciar sesiónDetrás de cada libro hay un autor , claro, pero también una historia. Y lo mismo sucede con las librerías . Cada vez que una abre sus puertas, una feliz realidad en los últimos y pandémicos tiempos en muchas ciudades de España, hay ... alguien al otro lado que lo ha hecho posible. Fruto a veces de un sueño que un día se consideró quimérico, los titanes que ponen en marcha estas empresas literarias hacen realidad los de muchos otros, lectores deseosos de trasladarse a otra realidad, inventada.
Y esto es así, casi, desde que el mundo libresco es mundo, de aquí a la Conchinchina. Un buen ejemplo es Londres , uno de los escenarios literarios por excelencia, donde las librerías llegaron a ser un habitante más. Hasta allí nos traslada Yolanda Morató (Huelva, 1976) a través de las páginas de ‘Libres y libreras’ (El Paseo Editorial), una obra que es un híbrido entre guía de viajes y mapa del tesoro .
En ella, la filóloga recupera las historias personales de las mujeres que, entre finales del siglo XIX y la reciente actualidad, pusieron en marcha las librerías más emblemáticas de la capital británica. Christina Foyle , la ‘reina roja’ de la mítica calle Charing Cross Road; Alida Klemantaski y su Poetry Bookshop; Florence Boot y la icónica droguería Boots; Nancy Mitford , E. Millicent Sowerby … Y un largo etcétera, hasta llegar a nuestros días, con Dee Creative y la primera librería feminista afroamericana de Londres, montada gracias a una campaña de ‘crowdfunding’, o Nicola Beauman y su Persephone , en la que recupera a escritoras olvidadas por la Historia.
Arrojo
«Empecé a escribir el libro en un momento en el que, por alguna razón, estaba de nuevo en Londres y fui a una librería en la que solía comprar, pero ya no estaba. Intenté dar con el paradero de la librera, pero no hubo forma, había desaparecido». Ese es, en palabras de su autora, el origen de un libro que, más que una oda a las librerías , es un canto a las personas que las sacan adelante. «A las ‘protagonistas’ las elegí por su arrojo, porque cada una en su época desafió al sistema . Poner una librería es un acto casi de rebeldía. Más que establecimientos, las librerías eran una manera de estar en el mundo».
Y lo siguen siendo, aunque el camino lo empezaran a trazar pioneras como Teresa Chilton , que abrió, el 1 de febrero de 1968 y usando como depósito el dinero que obtuvo de la venta de una primera edición del ‘Ulises’ de Joyce , The Bloomsbury Bookshop . Ubicó la librería en la misma calle del hospital infantil de Londres, y lo hizo por una sencilla razón: por si enfermaban sus hijos (tenía tres, uno de ellos Martin Chilton , el crítico literario y musical británico).
Historias de superación, formas de sobrevivir en un mundo a veces hostil, como al que se tuvieron que enfrentar las sufragistas de principios del siglo XX en Londres. «Dijeron: vamos a defender nuestra manera de estar en el mundo mediante panfletos y escritos, y necesitamos un lugar, no podemos estar de prestado en imprentas. Y abrieron sus librerías en Charing Cross Road ».
Precisamente, el caso de Christina Foyle , apodada la ‘reina roja de Charing Cross Road’, es, según Yolanda Morató, «uno de los más llamativos, porque su librería (fue fundada por su padre en 1903 en la cocina de su casa, junto con su hermano, y ella la ‘heredó’ en 1930) resiste a todas las crisis del siglo XX y del XXI». En 2018, la compró la cadena de librerías Waterstones , pero, de alguna manera, sigue ahí. «Eran plantas y plantas de libros. Un día hicieron una reforma y descubrieron que había un ascensor. Tenían clubes de lectura y veinte empleados sólo para abrir las cartas de la gente que escribía pidiendo libros. Era una librería muy respetada y un negocio exitoso».
Unos cuantos años antes, a comienzos de la segunda década del siglo XX, Alida Klemantaski abrió las puertas de The Poetry Bookshop , precursora de la librería moderna que luego fue en París. «La gente se quedaba a dormir en el piso de arriba, había presentaciones, la gente se sentaba a leer junto al fuego, delante de la chimenea. Es la idea de librería como local abierto a todo tipo de actividad cultural. Es librería y es imprenta, como corresponde a la época. Es muy interesante por todo lo que adelantó, todas las innovaciones que hoy consideramos modernas, que Sylvia Beach llevó a cabo en París porque ya estaban en el Londres de la preguerra ».
Sin olvidar a Florence Boot , que a finales del siglo XIX persuadió a la familia de su marido, dueña de una famosa cadena de droguerías , para que introdujeran los libros en ellas, literalmente, con el propósito de venderlos. «Convence a su familia política para que le deje implantar ese sistema, y tiene tanto éxito que se empieza a extender a todas las ciudades importantes de Inglaterra. Es una especie de videoclub, pero con libros. Hasta los años 60, con la ley de bibliotecas públicas, ese era el único lugar donde alguien podía coger un libro, viajar, leerlo y depositarlo en otro lugar. Ella inventó eso hace más de cien años». O a Nicola Beauman y su Persephone Books , librería y editorial en las que recupera obras de autoras que deberían estar en el canon, pero se han olvidado. «Puso en marcha (en 1999) un sistema muy parecido al del Círculo de Lectores : creó un catálogo al que la gente podía suscribirse y pedir libros por correo. Fue un éxito, y lo sigue siendo, vende muchísimo, incluso con tiradas muy arriesgadas».
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