Kiko Amat: «Ni me preocupa ni me interesa que me consideren un escritor serio»
El autor barcelonés publica «Eres el mejor, Cienfuegos», tragicómico retrato de la crisis de los 40 con el 15-M como telón de fondo
Kiko Amat: «Ni me preocupa ni me interesa que me consideren un escritor serio»
Esta es la historia de Cienfuegos, un ex escritor reciclado en periodista cultural que chapotea alegremente en la ciénaga en que se ha convertido su vida y que, como imaginarán, no es el mejor. De hecho, está a años luz de serlo, y ... cada paso que da, cada página que pasa, parece alejarse un poco más de esa memorabilidad que un día casi llegó a acariciar.
Porque Cienfuegos nació listo y resuelto, sí, pero un buen día alguien le birló los frenos y acabó estampándose contra ese muro de granito que es la crisis de los cuarenta, infranqueable barrera que nuestro maltrecho hombre intenta esquivar a base de excesos alcohólicos, ruina profesional, odio profundo a su único amigo, Eugenio Cuchillo, sesiones de espionaje etílico y furtivo bajo el balcón de su ex mujer Eloísa y pequeños descansos de sí mismo junto a su hijo Curtis.
Nombres todos ellos que conforman la devastada cartografía emocional de “Eres el mejor, Cienfuegos” (Anagrama) mientras el dúo industrial Defensa Interior intenta encontrar La Nota del Amor y acaba tropezando con La Nota del Odio. “Uno tiene que hundirse muchísimo para poder subir. Para poder mejorar antes hay que empeorar”, explica Kiko Amat (Sant Boi del Llobregat, 1971), quien tras firmar con “Rompepistas” uno de los mejores retratos de adolescentes enfurruñados -versión punk-, se adentra con su cuarta novela en un nuevo paisaje en el que la crisis, la cargas de los Mossos d’Esquadra y el periodismo en caída libre dibujan el escenario ideal para que Cienfuegos y su galopante crisis personal no desentonen.
Redención a trompicones
“Todos sabemos lo que es la vergüenza, el ridículo y el patetismo”, apunta el escritor catalán sobre esta novela de crisis que, sin embargo, también lo es de “redención y salvación” . “Me faltaba un auténtico final feliz de libro de estilo, con el riesgo que eso conlleva de acabar traspasando la línea de la cursilería. En ‘Rompepistas’, por ejemplo, el final era un poco agrio. Acababa con un victoria, sí, pero con una victoria pírrica”, explica. Y con “Eres el mejor, Cienfuegos”, Amat ha querido quitarse esa espina para espantar el fantasma del malditismo y señalar que hasta el más infecto agujero tiene una salida. “Es un poco fábula moral: la redención y el indulto también son posibles”, asegura el autor.
Así, Cienfuegos se desmorona y se recompone entre lagrimones, carcajadas e hilarantes episodios de vandalismo amatorio e involuntario sabotaje editorial mientras el mundo se empeña en llevarle la contraria y amenazar con irse a pique. Y cuando decimos mundo decimos una Barcelona en la que campa a sus anchas el descontento de La Rabia, trasunto literario del 15-M. “Sale el 15-M, si, pero no es una novela sobre el 15-M: no intento explicarlo, pero ahora mismo ese es el paisaje. Un paisaje de crisis. Es como ‘La Vaquilla’, de Berlanga, que era una película en la Guerra Civil, no sobre la Guerra Civil”, señala Amat.
Su interés, subraya, no es tanto el contexto –que también- como intentar sacar la foto fija de ese momento “en que una persona se da cuenta de que ha cambiado y se ha transformado en alguien mucho peor”. El personaje y, por extensión, todos cuantos le rodean. “Soy un escritor vivencial, pero yo no sólo soy Cienfuegos. Soy también el resto de los personajes. Por decirlo de algún modo discreto, la vergüenza no me es ajena”, aclara antes de reconocer que, pese a todo, lleva desde que se estrenó con “El día que me vaya no se lo diré a nadie” escribiendo el mismo libro.
El género «no aburrido»
Siempre el mismo y, sin embargo, siempre diferente. Como los discos de los Fleshtones o, ya puestos, las novelas P. G. Wodehouse. “Siempre ha hecho el mismo libro y ha escrito cien diferentes”, destaca Amat. Quizá por eso lo suyo, asegura, no es una casilla literaria como tal, sino algo mucho más amplio que él mismo bautiza como "género no aburrido". Algo que, en versión extendida, vendría a ser “historias tragicómicas y urbanas no aburridas”. Caídas y tropezones memorables, sí, pero también sonoras carcajadas. El humor como antídoto para combatir el academicismo más pomposo. “No le doy ningún valor a que me consideren un escritor serio o relevante. Ni me preocupa ni me interesa”, sentencia un autor que reconoce que la primera norma de su libro de estilo es no apartarse de lo vivencial.
De hecho, confiesa, media docena de versiones de “Eres el mejor, Cienfuegos” acabaron en la papelera precisamente por lo que Amat denomina “un error táctico”. “Es la única novela que empecé basándome en una premisa no vivencial, y la voz sonaba demasiado deshonesta. Me recordaba a 'The Little Brown Brothers', la novela no publicada de John Fante en la que hablaba de cocineros filipinos”, explica.
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