Juan Marsé, últimas mañanas con Cervantes
A las 12 y 14 minutos de la mañana, ceñudo, bienhumorado, irónico, sabio, con un carraspeo tierno, la pupila desarmada y descreída, escépticos los hombros, la nariz garbancera y el embrujo de un relámpago en el corazón de la memoria, Juan Marsé dio comienzo a ... la lectura continuada del Quijote, el bálsamo de fierabrás que antecede a la recepción hoy del premio Cervantes en la Universidad de Alcalá de Henares. A las 12 y 14 minutos de la mañana, si te dicen que leí, a Juan Marsé se le arracimaban los recuerdos de aquellas tardes de 1949, con dieciséis años, en el barcelonés Parque Güell, donde leyó enteramente la obra cervantina, después de tres intentos fallidos. Marsé no falló con la espada y desde entonces mantiene con Cervantes y el Quijote «una relación eterna».
Ronda Marsé
Juan Marsé apenas había roto el cascarón de proa cuando empezó a trabajar en un taller de joyería, pero volaba muy alto para ser encorsetado en una clasificación. Desde sus primeras novelas se supo que era uno de los escritores más potentes de la literatura española, impresionista, real, con un talento innato para la narración forjado en un trabajo férreo. Dicen sus amigos que se formó en un cine de barrio y es muy posible. En aquellas sesiones continuas de literatura y ficción, mientras se forjaba en su infancia y juventud una Barcelona mental y de la memoria de sus novelas. Era cuando la memoria individual y colectiva estaba secuestrada, cuestionada, pero Marsé fue ampliando sus territorios hasta convertir Barcelona en una prodigiosa Ronda Marsé.
Ayer, delante de infinidad de cámaras y reporteros, sin mirarse a ningún espejo -«me cuesta bastante», concede- principió con una naturalidad muy trabajada la XIII edición de la fiesta quijotesca por excelencia. Marsé dijo que había sido un «honor» leer los primeros párrafos de la obra de Cervantes, aunque matizó que no está acostumbrado a leer «en voz alta», tarea que le resulta «muy difícil». Dos nietos del escritor se sumaron a la lectura de la obra siguiendo las huellas literarias de su abuelo. Tras Marsé desfilaron delante del Quijote políticos, académicos y un premio Cervantes como Antonio Gamoneda casi en noveno lugar, en vez de habérsele concedido el honor de leer tras su colega cervantino. El vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González; el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, y el director general del Libro, Rogelio Blanco, lo hicieron antes. Por la tarde se desgañitaron leyendo el Quijote la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde; el de Educación, Ángel Gabilondo, y la ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia. Erri de Luca demostró lo delicioso que suena Cervantes en italiano.
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