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José Saborit: sisándole segundos al tiempo
El pintor y poeta ha publicado «La eternidad y un día», uno de los mejores títulos de la temporada
José Saborit: sisándole segundos al tiempo
«La eternidad y un día» es una hermosa película del griego Theo Angelopoulos (fallecido recientemente en un trágico accidente), aunque para algunos un tanto premiosa, vamos, demasiado de arte y ensayo.
Es un óleo que se dibuja ante nosotros con cierta parsimonia, como ... si el realizador se pensase muy mucho qué color y qué calor escoge de su intensa paleta, pero sus pinceladas son certeras, llegan hondo, calan . Nadie dijo que la belleza y la profundidad hubiesen de viajar a toda máquina, que hubiera que degustarlas a toda velocidad.
Además de poeta, José Saborit también es pintor, y sus poemas parecen dibujarse despacio, al ritmo constante y no acelerado de un corazón que más o menos ha ido aprendiendo a hacer las paces con la vida, con la existencia, con su yo y con sus tus, vosotros y ellos. Alguien que ha visto y sufrido lo justo y lo necesario para no esperar que el olmo dé peras, pero que también sabe sufrir sin aspavientos, y amar con hondura.
Su más reciente poemario se titula precisamente como la película de Angelopoulos, «La eternidad y un día» (Pre-Textos), anhelo viejo del ser humano, intentar ir siempre un poco más allá, apenas una hora, apenas un día.
Saborit , sin duda, habrá sido poeta toda la vida, incluso sin que él lo supiera, pero su debut oficial es reciente, «Flor de sal» , libro importante. También debe ser hombre paciente, pues hay que serlo, y hay que hilar muy fino artística y culturalmente para dedicarle un estudio a «El sol del membrillo» la película de Erice sobre Antonio López .
La magia del ritmo
El ritmo es el sistema nervioso de un poema , luego estarán las imágenes, metáforas y todo lo que ustedes quieran, que serán sus bellos ojos, sus labios deliciosos, pero sin ritmo, el poema será un puchero de difícil digestión.
José Saborit está tocado con la varita mágica de ese ritmo y sus poemas se van sorbiendo poco a poco, como se debe hacer con el té verde con hierbabuena.
«La eternidad y un día» tiene por eso un aire de remanso, de brisa suave y no viento racheado, aunque el corazón esté triturado por la pena: «Tú te fuiste hace mucho, / y ha ce mucho también / que yo perdí la fe / de volver a encontrarte en otro reino».
Nostalgia, melancolía, la presencia de la muerte (inesperada tantas veces, como la Miguel Ángel Velasco , poeta y también amigo, para siempre en el abrazo), la ausencia ya de alguien eternamente en torno al «humeante arroz de la concordia». La pérdida, el silencio, el perfil de una lágrima, la esquina de un recuerdo, un jirón del alma, José Saborit lo pinta de forma hermosa, de forma entera y verdaderas.
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