Jonathan Coe: «No hay escritor satírico más influyente que el propio Boris Johnson»
El autor británico recrea el rodaje de 'Fedora' en 'El señor Wilder y yo', novela con la que aparca de nuevo la sátira política para acercarse a la figura de Billy Wilder
Jonathan Coe (Birmingham, 1961) vuelve a cambiar de rumbo y, tras desenterrar las raíces del Brexit con 'El corazón de Inglaterra', aparca de nuevo la sátira política y el relato generacional para medirse con uno de sus grandes héroes: el cineasta ... Billy Wilder. Un desvío en esa suerte de historia alternativa de los siglos XX y XXI que Coe viene urdiendo desde que lanzó 'Menudo reparto' y que le ha llevado a 1977. Ahí le espera, taciturno y algo apagado, un cineasta cuya popularidad empieza a desvanecerse tras varios tropiezos en taquilla. «En ese momento Wilder se empezó a convertir en una figura más humana. Era más vulnerable», detalla Coe sobre el protagonista de 'El señor Wilder y yo' (Anagrama), novela con la que reconstruye el rodaje griego de 'Fedora' y sus alrededores a partir del relato ficticio de Calista Frangopoulou, compositora de bandas sonoras que tropieza por casualidad con el director de 'Sunset Boulevard'.
¿De dónde le viene ese interés por Billy Wilder y 'Fedora'?
Mucha gente dice que mis libros son muy diferentes, pero en realidad todos empiezan con alguna pasión obsesiva de mi adolescencia. He escrito sobre la música que escuchaba entonces, sobre B. S. Johnson, al que empecé a leer en aquella época… Lo mismo ocurre con Billy Wilder, al que descubrí más o menos el año en el que transcurre el libro. Sus últimas películas, que no gustaron demasiado a los críticos, fueron las primeras que vi. 'La vida privada de Sherlock Holmes', 'Avanti! y, claro, 'Fedora'. No fue hasta más tarde que descubrí lo que llamaban sus obras maestras, películas como 'El apartamento' o 'Con faldas y a lo loco', así que tengo debilidad por sus películas tardías y melancólicas.
Desde hace años viene repitiendo que le gustaría hacer otro libro melancólico y reflexivo como 'La lluvia antes de caer'. ¿Es 'El señor Wilder y yo' esa novela?
Sólo hace falta rascar un poco en la superficie de mis libros, ya sean los más serios o los más cómicos, para encontrar los mismos temas: nostalgia, vida familiar… 'El señor Wilder y yo' no es diferente, pero sí que hay una conexión con 'La lluvia antes de caer'. Y no solo en el tono, ya que Gill, la amiga de Calista, es un personaje de 'La lluvia antes de caer'.
Entonces, ¿es la nostalgia una buena herramienta creativa?
Toda escritura creativa tiene un fuerte componente de nostalgia. Para muchos autores, para mí seguro, es un intento de procesar el pasado, así que analizarlo de forma honesta puede ser algo bueno. Por desgracia, no es así como funciona la mayoría de veces. Por ejemplo, mucha de la nostalgia que los políticos lanzan contra la gente estos días no tiene que ver con la realidad, sino con los mitos nacionales y la falsa memoria. Hay una generación de británicos, gente de mi edad o más mayor, que votó por el Brexit porque uno de los elementos en juego era esa nostalgia por una era en la que no éramos miembros de la Unión Europea. En realidad no tiene nada que ver con eso, pero hay una especie de nostalgia generalizada centrada en el falso recuerdo de cómo era Gran Bretaña en los años cuarenta y cincuenta.
¿Y es algo sólo político o tiene una traducción cultural?
Sigue habiendo un factor en el cine, por ejemplo. Seguimos haciendo películas sobre la Segunda Guerra Mundial y Churchill, series como 'Downton Abbey'… Creo que los novelistas quizá tenemos un punto de vista más analítico sobre ese pasado. Pero está sin duda en los discursos políticos y en la manera que tiene la gente de hablar de la pandemia. Hay quien cree que estamos sobreactuando con el coronavirus, gente que te dice que si sobrevivimos al 'Blitz' y a la Segunda Guerra Mundial no podrá con nosotros una gripe. Las referencias a la Segunda Guerra Mundial nunca tardan demasiado en aparecer en la política británica.
Con la que está cayendo en Inglaterra, debe haber sido todo un alivio escaparse al Corfu de los años setenta.
Como escritor, después de 'El corazón de Inglaterra' realmente había dicho todo lo que podía sobre la situación de mi país. Estaba listo para ir hacia otro lugar. Así que parecía el momento adecuado para este libro. Ahora mismo hay un debate interesante sobre si la gente quiere leer libros sobre la actualidad o si la encuentra tan depresiva y molesta que lo único que quiere es escapar. En mi caso, siempre acabo regresando al presente, por lo que este libro es un interludio entre mis novelas digamos que más contemporáneas. Fue un gran alivio escribirlo, sí, pero ahora he vuelto al Brexit.
A diferencia de 'Like a Fiery Elephant', su biografía de B. S. Johnson, a la hora de acercarse a Billy Wilder ha optado por la ficción.
Cuando escribí el libro de B.S. Johnson no había ninguna otra biografía suya, así que sentí que tenía que escribirla yo. De Wilder, en cambio, hay cuatro o cinco buenas biografías. No creía que hubiese espacio ahí para otra más. Además, al acabar el libro de B. S. Johnson me di cuenta de que para mí escribir una biografía no es una buena manera de adentrarme en un personaje: al acabar no me sentí tan cercano a Johnson como pensaba que estaría.
Hay un momento del libro en el que Billy Wilder se queja de que la gente siempre le habla de 'El apartamento'. «He hecho siete películas desde entonces», dice. Como escritor, ¿le ha ocurrido lo mismo? ¿Se ha sentido demasiado atrapado por el peso de, por ejemplo, una novela como 'Menudo reparto'?
En este libro no me identifico con Billy Wilder, sino con Calista y con Iz Diamond, pero sí que hubo un momento, hace unos diez años, en que la gente siempre me hablaba de 'Menudo reparto' y 'La casa del sueño'... Ya había escrito seis o siete libros desde entonces, así que podía resultar un poco frustrante, sí. En cualquier caso, son licencias. Exageraciones cómicas.
Una curiosidad: ¿realmente buscó Wilder a su madre, su madre muerta en 1943 en Auschwitz, en las imágenes de 'La lista de Schindler' de Steven Spielberg?
Una de las últimas cosas que hice antes del confinamiento fue ir a Alemania y pasar una mañana con Volker Schlöndorff. Él me contó esa historia. Yo sabía que Wilder quiso hacer una película sobre la lista de Schindler, y tenía previsto usarlo, pero descubrir ese detalle fue perfecto para la narrativa de la novela. Sucede en ocasiones que no entiendes tus propios libros hasta que alguien te los explica, y una lectora francesa me dijo que el tema de 'El señor Wilder y yo' era la culpa de un hombre por haber abandonado a su madre. Es algo que está presente en el libro pero sin decirlo.
El libro captura un momento crucial para la industria cinematográfica con un relevo generacional y casi un cambio de paradigma. De 'Fedora' a 'Taxi Driver'. De Billy Wilder a Scorsese.
Es curioso que el otro director que más aparece en la novela sea Scorsese ya que ahora, cuarenta años después, es él quien se mete en líos por decir que no le gustan las películas de Marvel y preguntarse qué narices le pasa al cine. Está empezando a sonar como Billy Wilder en los setenta. La moda evoluciona, la gente joven cambia las reglas de juego y en algún momento alguien empieza a lamentarse diciendo que el pasado siempre fue mejor.
¿Le ha hecho pensar el crepúsculo de Wilder y el fracaso de 'Fedora' en qué futuro le espera a su carrera?
Es mejor no pensar, claro, pero es imposible no hacerlo. Lo que creo es que escribir este libro me ha ayudado a prepararme para cuando llegue el momento, si es que no ha llegado ya, en el que te das cuenta de que hay ahí una generación de autores más jóvenes que está más en contacto con la realidad, con el presente. No es algo que me preocupe ya que, a diferencia de lo que ocurre con las películas, hacer un libro no cuesta dinero, así que podría seguir escribiendo. Pero este libro me ha ayudado a prepararme para entregar el testigo a la generación más joven.
En el libro encontramos a los «jóvenes barbudos»; los Scorsese, Coppola y Spielberg que piden paso. ¿Ocurre algo parecido en la literatura británica? ¿Hay una generación que esté intentado desalojar lo que el editor Jorge Herralde bautizó en su día como el 'dream team' de las letras inglesas?
Es increíble lo que ha durado la supremacía de ese 'dream team', ¿no crees? La lista de 'Granta' apareció en 1983, hace cuarenta años, y Barnes, McEwan, Ishiguro y Amis siguen siendo considerados los gigantes de la literatura inglesa. Ni siquiera autores más jóvenes como Nick Hornby o Irivine Welsh han logrado el mismo estatus literario. Pero creo que la gente se ha dado cuenta de que todos esos y los que vinieron detrás, escritores como yo, son mayoritariamente blancos y son mayoritariamente hombres… Quizá es hora de dejar paso a otras personas con una perspectiva diferente.
La última vez que pasó por Barcelona lamentó que hacer sátira era cada vez más complicado ya que la realidad ejercía una competencia feroz. Me imagino que, después de todo el escándalo de las fiestas en Downing Street, las cosas deben ser aún más complicadas.
Hace poco me preguntaron quién era el escritor satírico más influyente… Pues bien: no hay escritor satírico más influyente que el propio Boris Johnson. La gente olvida que empezó como periodista. Sus crónicas desde Bruselas eran sátiras, intentos de ridiculizar lo máximo posible la Unión Europa. Y eran muy influyentes. No solo entre los lectores, también entre otros periodistas. Ahora mismo, mucho de lo que sale de Downing Street es una distorsión absurda de la verdad, lo que lo acerca cada vez más a la sátira. Y cuando el gobierno está comprometido de tal manera con la sátira, es muy difícil para un escritor saber cómo responder. Busco la manera, pero aún no la he encontrado.
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