Jimmy Burns Marañón: «La Guardia Civil salvó a papá de las garras nazis en Las Ventas»

-Las Ventas. Año 40. Torean Gallito, Lalanda y Pepe Luis Vázquez. Y su padre, Tom Burns, no se levanta ante los nazis.
-En el palco estaba Heinrich Himmler, el jefe supremo de las SS. Llueve a cántaros y se toca el himno alemán. Todo el mundo de pie, menos mi padre y un amigo. Los nazis le arrestan y bajan al patio de caballos. Ante dos guardias civiles apelan a la Soberanía de España, al orgullo patrio y les salvan de las garras nazis.
-¿Cómo/cuándo descubrió que su padre era un espía británico?
-De pequeño, cuando él estaba de viaje, me metí en su «sanctum honoris», su despacho, y encontré una pistola Mauser y una cámara Minox.
-Su padre, de sangre vasca, se casó con una mujer de bandera española, Mabel Marañón...
-El padre de papá era escocés; su madre, anglochilena, con antepasados vascos que habían ido a Suramérica. Tenía un perfil bastante vasco.
-Su padre, Tom Burns, llega a un Madrid «circa» 1940 anidado por los putrefactos nazis.
-Como jefe de Prensa y primer secretario de la Embajada británica. Un papel encubierto muy duro de propaganda y contrapropaganda, y también de inteligencia secreta.
-¿Cuáles eran sus fuentes?
-Agentes del régimen franquista, que le informaban del conflicto entre falangistas y no falangistas, y los que eran más pronazis y menos. Papá también estuvo envuelto en un programa de sobornos de generales y funcionarios.
-¿Cómo los sobornaba?
-Con dinero, es evidente; pero hoy en día están otra vez en los medios los fondos secretos. No hemos cambiado.
-Su padre creó un sistema de mensajeros inédito para ayudar a huérfanos de la Guerra Civil.
-Contrató a cuarenta niños, que iban por los barrios de Madrid, arriesgando su vida porque les acusaban de ser mensajeros comunistas o marxistas, pero trabajaban para los aliados. Él les daba para que pudieran comer día a día.
-Las tertulias eran otra fuente de información de papá espía.
-Lo contó en unas memorias. Recién llegado a Madrid, papá comía solo en Ciriaco y en la mesa de al lado le invitaron D´Ors, Cañabate, Belmonte, Neville, dos artistas muy monas que seguro que eran amantes de don Edgar, y ahí se metió papá. Recuerdo a Belmonte, que tartamudeaba, diciéndole a mamá, a la que quería mucho: «Hasta que se demuestre al contrario, todo británico es espía».
-¿Cómo conoció su padre a Mabel, su mujer, y a Marañón?
-Por Sebastián Miranda, que le llevó al Cigarral en Toledo, donde estaban Marañón y su hija Mabel. Fue un flechazo. Para casarse, papá tuvo que enviar un telegrama. Al ser los ingleses listos, vieron una oportunidad diplomática. En abril de 1944 la de mis padres fue «la boda de la guerra». Había gente de la República, del franquismo, los que habían vuelto del exilio, otros que no habían salido subterráneamente desde la Guerra Civil. El cóctel fue en Chicote y la tarta la preparó Embassy.
-Philby fue el gran rival de Burns. ¿Por qué odiaba a su padre?
-Una némesis. Aunque los dos estaban en la inteligencia británica, ideológicamente eran del todo opuestos. Philby, que trabajaba para los rusos, acusó a mi padre de ser agente alemán por ayudar a algunos supuestos falangistas. Le odiaba por ser católico y haber apoyado a Franco durante la Guerra Civil, en términos propagandísticos, porque él tenía una editorial.
-¿Qué quería Rusia de España?
-Los rusos querían provocar otra revolución en España. Eso pensaba papá. Estaban jugando para una intervención militar aliada cuyas consecuencias habrían sido más influencias de los soviéticos: otra revolución rusa en España.
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