Isabel Allende: «Trump va a hacer todas las trampas que pueda para quedarse con el poder»
La escritora presenta su último libro, «Mujeres del alma mía», una suerte de memorias en las que reivindica su feminismo
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Iniciar sesiónIsabel Allende (Lima, Perú, 1942) tiene muy claro que «no hay feminismo sin bulla». Lo sabe, casi, desde su infancia, cuando se rebelaba frente al destino que otros, siempre hombres, habían decidido para ella. Por eso, aplaude el « feminismo joven», ese que en ... los últimos años, antes de que la pandemia nos recordara nuestra condición de mortales, se ha echado a la calle para reivindicar la ansiada igualdad de derechos y derrocar todos esos estereotipos que arrastramos desde la cuna. La autora es consciente, también, de que las palabras son poderosas y, por eso, durante el confinamiento vivido junto con su último y flamante marido, Roger, en su casa de San Francisco (California, Estados Unidos), decidió ponerse a escribir.
Lo hizo hurgando en esa prodigiosa memoria, capaz de alumbrar obras que forman ya parte del imaginario colectivo de numerosas generaciones. El resultado es «Mujeres del alma mía» (Plaza & Janés), un libro tan libre como su autora, si me permiten el juego de palabras, en el que Allende reivindica, con orgullo, su condición de mujer y donde pone los puntos sobre las íes de todos los asuntos que más deben ocuparnos y preocuparnos como sociedad: de la violencia machista a la relación que tenemos con la muerte, pasando por el trato que damos a nuestros mayores, el culto a la juventud o, por supuesto, el coronavirus .
Desde el otro lado del charco y en una rueda de prensa virtual , por razones tan obvias que a estas alturas del año no es necesario ni recordar, Allende presentó una obra que, sin duda, es especial para ella, a pesar del mucho camino literario ya recorrido. Enamorada de nuevo y entregada a esa pasión amorosa que siempre ha guiado su vida, está en un «momento estupendo» de su «largo destino», y se le nota. A través de la pantalla, desprende armonía, irradia vigor, fuerza, energía... como la diosa Afrodita , a la que dedicó, hace ya más de dos décadas, un libro delicioso. Y eso que las noticias, políticas y sociales, en su país de adopción no son del todo esperanzadoras, o no, al menos, para aquellos, como ella, que todavía creen en la posibilidad de un mundo mejor.
De hecho, Allende ha pasado los últimos días «entre whisky, marihuana, pastillas para dormir, valium... Ha sido un estrés tremendo, veo la situación política con gran angustia. Sesenta y ocho millones de personas votaron por Trump, a pesar del destrasre de los últimos cuatro años. Este país opta por un neoautoritarismo en vez de por la democracia. Tengo que tener los ojos más abiertos, porque, aunque gane Biden, la mitad del país está por Trump». La escritora confiesa estar «muy decepcionada» con lo sucedido y, claro, se teme lo peor: «Trump va a hacer todas las trampas que pueda para quedarse con el poder».
La mueca de frustración se transforma en una gran sonrisa al volver al tema central del libro, el feminismo. La madre de Allende, Panchita, con la que mantuvo la autora una emotiva correspondencia de más de 24.000 cartas a lo largo de toda su vida, solía decirle: «Vas a recibir mucha agresión, te va a ir muy mal, ten cuidado». Y, por supuesto, así fue, pero no se arrepiente. «Recibí agresión, como todas las mujeres que teníamos algo que decir, pero el esfuerzo mereció la pena y volvería a hacerlo igual o más todavía». Consciente de que «falta mucho por hacer», Allende apela a la necesidad de abrir los ojos, pues «todavía hay países en los que las mujeres valen menos que el ganado».
Entre las mujeres que han «jalonado» su vida se encuentra Panchita, por supuesto, pero también Inés Suárez, la conquistadora de Chile, protagonista de su novela «Inés del alma mía», y tantísimas «poetas, escritoras, sufragistas, mujeres que dieron todo por la política...». Sin olvidar, claro la «nueva ola de mujeres jóvenes que le han dado un nuevo vigor al movivmiento feminista».
Y eso que, como sostiene Allende, «feminismo es una palabra que está un poco desprestigiada, es poco sexy». Para ella, «es una postura filosófica ante la vida y una sublevación contra el patriarcado, un sistema imperante de opresión política, económica, cultural, social, que le da dominio y privilegio al género masculino». Pero, ojo, en ese sistema de opresión no están sólo las mujeres, «está cualquiera que no esté en el círculo del poder: otras razas, los pobres, los perdedores… Todos esos son los oprimidos». El objetivo, por tanto, es «tener una gerencia del mundo en el que los valores masculinos y femeninos tengan el mismo peso, que nos repartamos en los mismos términos la administración de este planeta».
Revolución
También en el mundo literario, en el que Allende ha padecido un machismo que viene de lejos, aunque ahora sea menos evidente. «Se ha logrado mucho en el tiempo que yo llevo escribiendo. Las mujeres han estado escribiendo siempre, y las voces han sido ignoradas. En el boom eran todos hombres, y no porque no hubiera mujeres, sino porque al mundo editorial no le interesaba. Cuando el mundo editorial se dio cuenta de que había un mercado femenino, entonces se abrió todo un horizonte. Tenemos que hacer tres veces más de esfuerzo por el mismo reconocimiento. Si una vende, como yo, entonces no tienes condición literaria, según los críticos machos».
Allende cree que el feminismo es «la revolución más importante de la historia» y, como todas las revoluciones, «va avanzando a ciegas», en una especie de zigzag, pero sin perder de vista su propósito, lleno de energía. «Es una revolución de valores, de forma de vida, que va mucho más allá del género. A veces uno se cansa, parece que el movimiento se estanca, y viene entonces una ola de gente joven que le da nueva vida, y eso es lo que ahora está pasando. El sistema es cruel, no le sirve a todos, va privilegando a un grupo. Estamos en la calle protestando y cuantos más seamos, mejor, hasta los viejitos, en sillas de ruedas».
Convivencia
Con ese espíritu de lucha, reivindicativo, Allende ha vivido con ilusión el paso dado por Chile, su país, hacia una nueva Constitución alejada, por fin, de la larga sombre de la dictadura. «Es un paso de esperanza. Un acuerdo nacional para la convivencia. Lo que propone es una Constitución democrática, redactada por el pueblo, y eso ofece una oportunidad de cambiar cosas fundamentales, de crear una Constitución incluyente, nueva, moderna, en la que todos los espectros estén incluidos». Una circunstancia que, según la escritora, «puede ser un ejemplo para el mundo, porque se han desmoronado las instituciones, nadie tiene confianza en ellas».
A sus 78 años, Allende siente que no tiene que pasarle la antorcha a nadie, porque con ella va prendiendo las de las jóvenes que están en la calle, y también las de las que están escribiendo. La escritura, siempre la escritura, como ese vicio que, en realidad, en el caso de Allende, es una condición genética. «Uno nace con las ganas de contar algo. Con la escritura he podido confrontar demonios, revisar o volver a vivir ciertas cosas traumáticas, como el golpe de Chile, esas grandes pérdidas, esos grandes traumas, no los mejoras con la escritura, pero los entiendes, y eso es extraordinario». Así que, sí, desde luego, «la escritura como vicio no está tan mal».
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