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«Lo del Gobierno con la Memoria Democrática es lo que hacía el franquismo con la Formación del espíritu nacional»

García de Cortázar vuelve a las librerías con una obra que aglutina decenas de argumentos históricos para seguir creyendo en España

Cortázar, en 2018 José Ramón Ladra
Manuel P. Villatoro

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Vivimos tiempos convulsos en los que, como explica el historiador Fernando García de Cortázar, la idea de España es acechada desde un millar de frentes. Y no debería, pues se sustenta en pilares de acero que abarcan desde su riqueza artística, hasta la forja de arquetipos literarios que han influido en todo el globo. Sin embargo, como a veces la razón nada puede contra la irracionalidad, ha alumbrado una obra, «Y cuando digo España» (Arzalia Ediciones), en la que aglutina decenas de argumentos en defensa de esta nación y se esfuerza por dar a conocer el concepto de «patriotismo cultural»; la demostración de que se puede sentir nuestro país a través del Pórtico de la Gloria o de un delicado lienzo de Goya.

-¿Qué opina, como historiador, de la nueva Ley de Memoria Democrática?

Supone una auténtica barbaridad que, desde el poder, se imponga lo que se debe pensar. Ese adoctrinamiento bestial sobre un periodo de la Historia me parece expresión de un gobierno totalitario. Lo que me sorprende es que no haya una gigantesca oposición por parte de los docentes. Ya que les gusta hablar de franquismo, diré que lo que están haciendo es lo que hacía el franquismo con una asignatura que se llamaba Formación del espíritu nacional. Al final, quieren alumnos lacayos de su ideología. Lo más grave es que no buscan integrar a la sociedad española en un proyecto común, sino dividirla. En momentos en los que la preocupación debería ser acabar con la crisis sanitaria y económica, ocuparse de esto no es más que el intento de meter su ideología en el terreno de la educación señalando quiénes son demócratas y quiénes no.

-Afirma que fue en 1898 cuando España se empezó a preguntar su razón de ser como nación.

Los intelectuales del cambio de siglo se hicieron muchas preguntas que indicaban dos cosas: un problema no resuelto (la definición de España) y la preocupación por su país. Hasta ahora, en todas las guerras civiles (las carlistas, la del 36…) se han enfrentado distintas concepciones de España por las armas. Hoy, en cambio, nos hallamos en un momento nuevo en el que se impugna España como nación y como patria de todos y en el que determinadas fuerzas se afirman negativamente (“Cataluña no es España”). Mi libro, que culturalmente es el más patriótico de los que he escrito, da argumentos en favor de España y argumentos a los españoles para que se sientan identificados con un país que, según la Unesco, es una superpotencia cultural y artística.

-¿Busca, entonces, ser un arma contra los que atacan a España?

El libro intenta explicar qué es España, habla de sus mitos, de sus titanes… Busco que se convierta en un arma combativa en defensa de España y, para ello, incluyo capítulos en los que analizo, por ejemplo, lo que el mundo nos debe. Entre otras cosas, los avances de la Escuela de Salamanca. Las manifestaciones culturales, literarias… Todo eso sirve también para defenderse de las acechanzas de los nacionalismos y de otras corrientes que impugnan esta nación.

-¿Cuál es el mito más doloroso que ha leído sobre este país?

El que afirma que estamos determinados al enfrentamiento y que muestra a España como las tierras de Caín. Eso no es verdad. También el mito de que somos un país de sangre caliente que, en lugar de resolver los problemas por el diálogo o la amistad, lo hace por la ira, las armas y el odio.

-¿Somos culpables de habernos creído esas falacias?

Ha influido mucho la Leyenda Negra. El problema es que hemos interiorizado las barbaridades que se han dicho sin ningún espíritu crítico. ¿Cómo se sabe que alguien es español? Cuando habla mal de España. Pero la clave es que, más allá de la sangre derramada, en momentos como la Transición ha habido siempre una especie de tensión moral que nos ha hecho llegar a acuerdos. Eso es lo que debemos poner como ejemplo. A los combativos habría que recordarles que en la Guerra Civil perdimos todos, los de un bando y los de otro.

-¿Qué personaje, histórico o actual, representa mejor la imagen de España?

Rafa Nadal, por ejemplo, es uno de los titanes que mejor ha transmitido su amor y su emoción por España. Pero ningún personaje histórico resiste los criterios que imperan en el siglo XXI. Ahora se da un feroz anacronismo: se intenta juzgar una determinada época o un personaje según los valores actuales. A Goya no lo destacamos por su vida privada, sino por su obra magistral y por su capacidad de retratar el mundo. A Felipe IV lo recordamos como el gran mecenas de la cultura y de Velázquez, y no por su agitada vida sexual o porque se le atribuyan hasta cuarenta hijos. Si entráramos en eso, en el momento lógico de reivindicación de la mujer en el que nos encontramos le tirarían las estatuas. Aunque hay que decir que en sus conquistas no era como los monarcas franceses, que solo buscaban altas damas; era muy democrático y escogía entre mozas, jardineras…

Pórtico de la Gloria

-¿Podrá superar España alguna vez las luchas fratricidas?

Como lector de poesía, responderé con una frase de Paul Valéry: “La horrible facilidad de destruir”. Nada es permanente ni eterno. Debemos estar atentos. No podemos descuidarnos y aceptar ideas tópicas sobre nuestro país. Así evitaremos que ocurra lo que ha sucedido estos años: la destrucción de nuestro patrimonio y de nuestra idea de España. Hay un verso de Jorge Guillén que es mi rosa de los vientos: “Ay, patria,/ Tan anterior a mí,/ Y que yo quiero, quiero/ Viva después de mí”. Yo también quiero que esta patria a la que amo viva, se enriquezca y se ensanche después de mí. Pero para eso hay que estar al acecho, conocer nuestra historia y no dejarse engañar por los políticos.

-¿Qué evoca García de Cortázar cuando dice España?

Cuando digo España recorro los caminos del arte y veo emocionado los hitos que, por sí solos, resumen toda una época; recuerdo con la memoria sus paisajes y costas; explico sus bellezas más recónditas y humildes; no digo España tuya y mía, sino España nuestra; evoco su creación filosófica; rememoro a sus grandes poetas; describo una nación viva y, entre otras cosas, hablo de sus gentes. De hecho, este libro termina con los actos heroicos y de desprendimiento que el Coronavirus suscitó.

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