Gabriela Adamesteanu, el mejor oído del totalitarismo rumano

La escritora, traductora y periodista publica 'Vidas provisionales', sobre los dictadores que dominaron su país

Gabriela Adamesteanu ADRIÁN QUIROGA

Sergi Doria

Todos los totalitarismos se parecen y cada uno destruye al individuo a su manera. Las «maneras» de los regímenes que pisotearon las libertades en Rumanía van de la Guardia de Hierro legionaria de Codreanu, el antisemita Horia Sima , el dictador Antonescu ... y el estalinista Gheorghiu Dej a la vampírica pareja de los Ceausescu .

En la entomología totalitaria Gabriela Adamesteanu (Târsu Ocna, 1942) estaba clasificada en el apartado de los «no adictos». Hija de un sacerdote ortodoxo y una profesora de economía purgada por «intelectual» que acabó de monitora en un jardín de infancia, el pecado de su familia era la cultura que sustenta el pensamiento crítico.

En aquella Rumanía la delación rimaba con la corrupción. Un tío de Adamesteanu, cirujano famoso, cometió el error de criticar al Régimen en un corro de presuntos amigos; uno de sus interlocutores era agente de la Securitate: tras la denuncia acabó en prisión. Corría 1958, tiempos de Dej. «Como no le suministraban la medicación que necesitaba hizo una huelga de hambre. 'Yo que he salvado tantas vidas y ahora me dejáis morir como a un perro', protestó poco antes de morir», recuerda la escritora.

«Los jóvenes que solo han conocido la UE se declaran de izquierdas, pero no saben nada del comunismo»

Adamesteanu se presentó a los lectores con 'El mismo camino de todos los días', una novela publicada en 1975 cuando el Conducator pasaba por ser el rostro humano del comunismo. «Tenía 33 años y hasta entonces no me había planteado ser escritora porque todo lo que leía desde niña era propaganda», apunta. Al bautismo literario siguieron 'Una mañana perdida', 'El encuentro' o 'Vidas provisionales' que publica Acantilado. En los años setenta, subraya Adamesteanu, Ceausescu fue una esperanza, comparado con Dej, siempre servil con la URSS: «Con la protesta de Ceausescu por la invasión de Praga, Rumanía se desmarcó del Pacto de Varsovia y se abrió a Occidente. Le recibían en Estados Unidos, Inglaterra, Francia… Esos honores alimentaron la megalomanía de aquel hombre de poca inteligencia que se creyó el rey del universo, como le ocurre hoy a Putin».

Vidas truncadas

Los años ochenta develaron al tirano: «Ceausescu pagaba las deudas del Banco Mundial a costa de las vidas de los rumanos. Toda la producción se exportaba. La consecuencia: restricciones de energía, escaparates vacíos y miles de niños en los orfanatos».

Adamesteanu se camufla en sus personajes: esa anciana Vica de 'Una mañana perdida' que evoca el siglo XX rumano en su caminar por Bucarest para constatar que los predicadores de la sociedad sin clases habitan los mejores barrios como los opresores de siempre; o la Letitia Branea de 'El mismo camino de todos los días'.

Con estilo hiperrealista y rigor histórico, Adamesteanu bascula entre la comedia humana y la tragedia rumana: «Al margen de los regímenes políticos, en Rumanía siempre predominó una mentalidad conservadora de raíz rural. En 1944 el ochenta por ciento de la población vivía en el campo: las colectivizaciones comunistas forzaron las emigraciones a la ciudad. A diferencia del siglo XIX, la moral rumana es muy rígida: una de mis abuelas tuvo hijos ilegítimos fruto de una violación o de relaciones clandestinas y la familia la repudió».

«Tenemos un miedo histórico a Rusia. Después de Polonia somos la nación más rusófoba del mundo»

Con fascismo o comunismo la sombra totalitaria planea sobre los protagonistas de estas 'Vidas provisionales' que vuelve a protagonizar Letitia. Escritora en ciernes desilusionada de su matrimonio con el profesor universitario Petru mantiene una relación adulterina con Sorin, compañero de trabajo de El Edificio, kafkiana denominación del burocratismo estatal.

Sistema corrupto

El comunismo olía a podrido, aunque sus funcionarios lo disimularan con perfume L'Air du Temps, cigarrillos Kent y canciones de Dalida. Esa inmersión en la placenta totalitaria le valió a Ademesteanu ser elogiada como «el mejor oído de Rumanía».

Tras la caída y fusilamiento de la siniestra pareja Ceausescu, la escritora, ensayista, periodista y traductora de Maupassant , fomentó el activismo civil en el Grupo para el Diálogo Social y la revista 22: «Los cuadros dirigentes de la política y la economía rumana, entre 40 y 50 años, se formaron en los años de Ceausescu y eso les situaba en posición ventajosa. Los jóvenes que solo han conocido la Unión Europea se declaran de izquierdas, pero no saben nada del comunismo», acota.

Del clientelismo político y sus corruptelas ha surgido una clase de nuevos ricos que acaparan el poder. La falta de expectativas ha hecho que muchos rumanos busquen trabajo en otros países… La corrupción en Rumanía es endémica: «Venimos del imperio otomano y siempre está ahí: con monarquía, fascismo, comunismo o democracia».

La guerra de Putin en Ucrania desató una ola de pánico: «Cuando comenzó la invasión se formaron largas colas de gente que quería salir del país. Tenemos un miedo histórico a Rusia. Después de Polonia somos la nación más rusófoba del mundo. Cada vez que Rusia guerrea se queda con un trozo de Rumanía. Y siempre guerrea igual: crímenes, saqueos y violaciones, como ahora en Ucrania».

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