Félix de Azúa: «La así llamada izquierda es un negocio de mafiosos»
En «Tercer acto», el escritor cierra un ciclo autobiográfico con un despiadado retrato de una generación progre dopada con LSD y antifranquismo
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Iniciar sesiónAdvierte Félix de Azúa (Barcelona, 1941) que “Tercer acto” (Literatura Random House) es la cuarta y última parte de una falsa autobiografía : “En ningún momento, ni ahora ni antes, he querido escribir un relato de mi vida, sino más bien dar ... cuenta del mundo tal y como lo he conocido”. Un mundo que el narrador compone con secuencias de la España de la Transición y sus consecuencias en la hora presente. Un “Tercer acto” protagonizado por un grupo de jóvenes antifranquistas que viven como unas vacaciones su exilio parisino hasta que la muerte de Franco les aboca a la inutilidad de sus utopías.
La narración cíclica, con planos temporales sin orden cronológico, acentúa el eterno retorno de una “progresía” que pasó de los “trips” psicodélicos y los dogmas revolucionarios al establishment funcionarial y la “comprensión” de los nacionalismos . Así devino la hegemonía cultural y universitaria de la izquierda y el dominio del relato… “Todos los amigos y conocidos fueron tomando distintos ramales del gran río en su desembocadura; y coincidió que todos eran paralelos y semejantes, librescos y pedagógicos. Hicimos mucho daño”.
-Las secuencias de “Tercer acto” van de los años sesenta a 2017, cuando el narrador confiesa que su tiempo se ha agotado. ¿Cómo se presenta Félix de Azúa en la España de 2020?
-Como un anciano pastor de cabras que mira el mundo desde alguna cima del Tíbet. Sin bastón.
-La novela conjuga vivencias con episodios históricos. A la muerte de Franco, los exiliados en París no pueden “renunciar al sueño heroico”. ¿El antifranquismo sigue siendo el sueño heroico de una generación que vio morir al dictador en la cama?
-Así es, pero ese sueño sólo se da entre los miembros de la burguesía conservadora, o sea, de la así llamada “izquierda”. Aquí las heroicidades las hace el pueblo, como en la guerra de guerrillas contra los franceses. Los burgueses se limitan a ganar guerras ficticias en el teatro político.
-En ese perpetuo recurrir al franquismo de la izquierda gobernante, ¿qué opinión le merece la llamada Memoria Democrática que pretenden implantar en las escuelas?
-Es el resultado de un Gobierno que tiene como máxima autoridad a un mercenario cuyo oficio es vender objetos de consumo a los inmaduros. Todos sabemos que el relato mentiroso es una especialidad del actual régimen. Su debilidad es extrema.
-La generación de “Tercer acto” experimenta con las drogas, en particular con el LSD. ¿Cómo recuerda aquella época en que la droga era sinónimo de modernidad?
-Fue otro de los errores elementales de entonces, como el de los jóvenes actuales es el nacionalismo. Lo malo es que las consecuencias de esas simplezas juveniles sólo se constatan veinte años más tarde. En mi generación las drogas produjeron más bajas que la actual pandemia. E innumerables bajas mentales.
-El LSD nos lleva a Hoffmann y este a Ernst Jünger, autor recluido por la izquierda en el nazismo. ¿El encuentro en Baviera del protagonista con Jünger sucedió realmente?
-Bueno, esta es una novela y toda novela es ficción. Eso no quiere decir que el narrador no haya conocido muy de cerca todo lo que relata. Dicen que el Raskolnikov de “Crimen y castigo” era la cuñada de Dostoievsky. Todo lo que cuento es inventado y sin embargo radicalmente verdadero.
-En su estancia muniquesa, el narrador reflexiona sobre el nacionalismo: “Un sueño pastoral de hermosas vaqueras en montes empinados…” ¿No hay nazis sin pastoral?
-La imagen más amada por los nacionalistas es la pastoral. Recuerde usted a Otegui cuando dijo que no quería ver a los jóvenes vascos trabajando en un ordenador sino subiendo montes. La aspiración a la pureza, el delirio de la virginidad, está oscuramente relacionado con la sexualidad del nacionalismo.
-El progresismo hegemónico desde la Transición actúa como “caparazón moral” para medrar en la política. ¿La corrección política acabará dinamitando cualquier crítica al poder?
-Ya lo ha hecho. Los periodistas, usted lo sabe bien, vamos con pies de plomo. No sólo porque el poder de los partidos se ha vuelto despótico y absoluto, sino también porque ahora van con navajas y tienen ejércitos de esclavos atados a internet.
-Compara el ambiente de 1978 en Barcelona con “El baile de la sardina” de Goya que ilustra la portada del libro, pero luego llegó el pujolismo…
-La muerte de Franco desató una euforia perfectamente enloquecida. Barcelona, por aquellos años, fue un baile de la sardina diario encabezado por el Nazario local. Luego se impuso el espíritu fenicio de los catalanes franquistas y volvió la pureza patriarcal, el puritanismo nacionalista y el latrocinio institucional.
-Usted fue de los primeros en denunciar a la izquierda que bendijo algo tan retrógrado como el nacionalismo. ¿De aquellos polvos vienen estos lodos separatistas?
-Por supuesto. La responsabilidad de los socialistas catalanes (sobre los que ya me previno Carlos Barral) es enorme. Son el PNV de Cataluña. La así llamada izquierda se ha agarrado a la trivialidad de las identidades porque vive en la total ignorancia de la realidad. Todos sus triunfos son reaccionarios.
-También escribió un célebre artículo, “Barcelona es el Titanic”, en 1982 cuando el pujolismo tomaba el control absoluto de Cataluña. ¿Cómo ve la Ciudad Condal casi cuarenta años después?
-Como todas las capitales en las que triunfan los nacionalistas: convertida en una ruina cultural y un cementerio moral. Los nacionalistas son como Saturno, devoran a sus hijos y escupen los huesos. En el caso catalán, además, Saturno es un dependiente de almacén que se toma por Napoleón.
-Se refiere al “opresivo nacionalismo totalitario” y fue en la plaza Real barcelonesa donde nació en 2005 Ciudadanos. Usted estaba en la foto de El Taxidermista. ¿Cómo valora la evolución de ese partido político?
-La deserción de Rivera ha sido un desastre. Sin embargo, yo creo que en este país es obligado que exista un partido liberal y centrista. Un partido europeo, vaya. Me parece que nos lo merecemos, pero es cierto que es muy difícil hacer entender a la gente que un mismo objeto puede ser duro y transparente. O lo uno o lo otro, aúlla la plebe.
-¿Cómo ha vivido el “procés” catalán desde Madrid?
-Con enorme alivio y un poco angustiado por los amigos que han quedado allí varados y sin posibilidad de escapar. Recuerdan a los checos después de la invasión rusa, gente de talento aplastada por la mediocridad funcionarial del aparato del régimen.
-Se refiere a la universidad como un balneario con profesores más preocupados por la corrección política que por impartir saberes… ¿Cómo vivió desde su cátedra esa degradación de la enseñanza?
-Año tras año los alumnos que me llegaban de los institutos eran cada vez más ignorantes y desdichados. La degradación a lo largo de los años noventa fue imparable. Daban lástima. Me jubilé antes de hora para no soportar aquella destrucción. Es posible que no tenga remedio y se pierdan tres generaciones o todas. No hay espectáculo más triste que un botellón.
-¿Qué opina de la acción o, más bien inacción, de los ministros Castells y Rodríguez Uribes?
-Parecen ministros de los Monty Python. Por lo menos no hacen daño. A veces la holgazanería es preferible a una maldad activa.
-¿Acaso la izquierda ha dimitido de su tradicional complicidad con la Cultura?
-La así llamada izquierda es un negocio de mafiosos. No tienen la menor relación con la sociedad. Lo de la “cultura” para ellos no va más allá del fútbol y colocar cuñados y sobrinitas.
-El mes de octubre acostumbra a ser movido en Cataluña. El 6 de octubre del 34, el 1-O de 2017 y ahora la inhabilitación de Torra, vicario de Puigdemont. ¿Cree que lo volverán a hacer?
-¡Oh, sí, seguro! Siempre aprovechan la debilidad del Estado, no son tan tontos. Recuerde cuando Heribert Barrera le ofreció Cataluña a los nazis, en imitación de los nacionalistas Irlandeses. Y en este momento tenemos el Estado más débil desde la Guerra Civil.
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