Los epitafios envenenados de Juan Marsé
‘Notas para unas memorias que nunca escribiré’ reúne el diario de 2004 y las libretas de los últimos años del escritor
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Iniciar sesión«Empiezo a sentirme desleído, desencuadernado y descatalogado», anota Juan Marsé el otoño de 2018. Esclavizado por la diálisis que le obliga a un calendario intermitente, el escritor seriamente enfermo no puede hilvanar, como antaño, sus aventis. Las circunstancias obligan; de la ambición novelística se pasa al croquis narrativo y la impresión anotada ... : una escritura entre la sentencia y el epitafio.
La diálisis es como el Día de la Marmota. Un círculo tedioso. Empiezas a escribir algo y sabes que al día siguiente te toca enchufarte, otra vez, a la máquina… Vuelves de la máquina y estás demasiado cansado para escribir.
En el tiempo de recapitulación, de 2016 a 2020, Marsé publica su última novela, Esa puta tan distinguida’ , agavilla nueve relatos en ‘Colección particular’ (destaca ‘Teniente Bravo’ como el mejor de todos); recupera el reportaje ‘Viaje al sur’ que realizó en 1962 para Ruedo Ibérico y no vio la luz; reordena los diarios y libretas con anotaciones que pergeñó a golpe de intermitencia entre 2003 y 2019. Son las ‘Notas para unas memorias que nunca escribiré’ que publica Lumen.
Esos textos fragmentarios, explica en el prólogo Ignacio Echevarría, «contienen el magma del que brotaron las últimas novelas y relatos de Marsé, la que bien puede considerarse su etapa tardía ». De ahí que el escritor dedicara los últimos meses de su vida a revisar con su editora, María Fasce, el ‘Viaje al sur’ y las ‘Notas’.
«Serio bajón de salud y ánimo»
El 28 de mayo de 2020, Marsé pone a disposición de Fasce los escritos que ha repasado «con cierto esfuerzo, porque la insuficiencia renal sigue su curso y me afecta cada vez más». El 2 de junio, tras un «serio bajón de salud y ánimo», el autor ya no está «para gran cosa más»: fallecerá el 18 de julio.
El diario de 2004 no es un material totalmente inédito. Josep Maria Cuenca ya espigó algunos fragmentos en ‘Mientras llega la felicidad’ (Anagrama), la biografía que vio la luz en 2015. Con el título de ‘Las horas muertas’, Marsé lo fue escribiendo en una agenda de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión. De enero a diciembre.
Ahí están, de puño y letra, los paseos con su perro Simón; las visitas al cardiólogo, la natación como sereno paréntesis, los viajes, los ocios con sus nietos Guille, Nadia y Jan, sobre todo Guille.
Lo rutinario alterna con su acerba visión de la «vida literaria» que contrapone, a su vez, con la infancia evocada como única patria posible. El escritor octogenario lamenta la fugacidad del tiempo . Añora no poder ver las nubes tumbado bajo un algarrobo; aquella forma de apreciar la lentitud en los veranos de niñez en el Penedés. La infancia , escribe en 2015, «es el campo nutricional de los escritores de ficción que más aprecio».
Autodisciplina
Marsé, apunta Cuenca en su biografía, pergeñó los diarios de 2004 para mantener una autodisciplina: «Lo hizo con un radical escepticismo, con una prosa inventarial ajena por completo a cualquier tentación estilística (con la excepción de algunas entradas iniciales), con una melancolía muy contenida y con una franqueza a veces descarnada». El escritor lo recordaba con fastidio: «Quería ver, si escribiéndolo, me pasaba algo interesante; pero no pasó nada de ese tipo. Fue inútil».
Aquel verano de 2004 Marsé ultimaba su novela ‘Canciones de amor en Lolita’s Club’ . Cerraba así un periodo poco productivo, cuatro años después de la gran acogida de ‘Rabos de lagartija’ , uno de sus títulos mayores. La novela había sido concebida como guion para una película que había de producir Andrés Vicente Gómez con Fernando Trueba de director que finalmente no se llevó a cabo. «Meses sin que me digan ahí te mueras», truena Marsé.
En su casa de Calafell, mientras nada en la piscina -nadar y escribir, dualidad benefactora- piensa en un epitafio para una hipotética lápida : «Por fin soy el escritor invisible que siempre quise ser». Mientras llega esa hora, no podrá escabullirse de la «vida literaria» y las entrevistas culturales que detesta (su lista negra de periodistas es tan larga como ácida). En el jurado del Planeta, del que forma parte, no se siente a gusto: «Yo pinto mal en ese premio».
En las deliberaciones de 2004 no vota a ninguna de las cinco finalistas; en particular, «la infame novela de Lucía Etxebarría». Se plantea la dimisión, que llegará un año después tras el encontronazo con la ganadora del Planeta, María de la Pau Janer.
A pesar de que su nombre figura entre los posibles ganadores del Cervantes (el galardón no llegará hasta 2008), Marsé se siente preterido: «Ahora que lo pienso, empiezo a ser el candidato habitual y perdedor», anota con amargura.
«Desinteresado, perezoso e inculto»
El diario de 2004 concluye con una severa autorreflexión del escritor que se cuestiona la utilidad de lo que escribe: «Soy desinteresado (lo vengo diciendo hace años), perezoso e inculto; poco observador, ignorante en muchos aspectos, desmemoriado (salvo para tres o cuatro obsesiones), sin fe en mí mismo y sin casi ninguna de esas cualidades que se suelen atribuir a un novelista: verbosidad, ingenio, agudeza, etc. Desconfío de mi trabajo y nunca veo nada claro, nunca me acaba de satisfacer lo que escribo . Y menos que nada este diario que empecé como una autoflagelación , hay que ser estúpido. ¿Debería estar contento por haberlo concluido? Hombre, pues sí. Es un consuelo».
A los desencuentros con el cine por las adaptaciones de sus novelas se suma la sensación de que el Séptimo Arte que le apasionó ha de serlo: «Si uno hace una lista de las cien mejores películas de la historia te das cuenta de que todas son anteriores al 65. A partir de ese año el cine comenzó a devorarse a sí mismo , y desde luego ha dejado de pertenecer a la cultura popular como pasaba en los años cuarenta o cincuenta».
Las dos libretas que siguen a los diarios podrían calificarse, a la manera de Pla, de «notas dispersas». Las citas de autores de cabecera (Fitzgerald, Orwell, Camus, Valéry), las películas, los actores y actrices predilectos, la sarcástica descripción de la actualidad política (dardos al PP y al indepenentismo), se conjugan con bosquejos narrativos, listados de medicamentos , alusiones a la diálisis que le mortifica, caricaturas, dibujos eróticos, cómics y recortes de periódicos a modo de collage.
El trato con los amigos
«Enchufado a un artefacto mecánico que me bloquea los sueños», el Marsé de los últimos años solo encuentra consuelo en las tertulias dominicales y el trato con amigos: Joan de Sagarra, Valentí Puig, Javier Coma, Enrique Vila-Matas o Luis Feduchi… Su vida social mengua hasta la reclusión: «En este mundo entregado al estruendo mediático ya casi no me interesa vivir. La insuficiencia renal y las coronarias van haciendo su trabajo en silencio».
Los enemigos íntimos de la literatura -con Porcel y los Goytisolo en cabeza- y el nacionalismo del que abomina ocupan una buena porción de las notas.
En octubre de 2010, prolegómenos del infausto ‘procés’, anota: «La Catalunya independiente que nuestros políticos nacionalistas nos están preparando no me gusta nada. Es una Catalunya excluyente, patriotera, insolidaria y beatorra». Las sospechas se cumplen seis años después, 2016: «Llegó la bestia sarnosa del nacionalismo», escribe parafraseando a Zweig.
«La masa capilar me aplasta la masa cerebral», acota a una imagen de Puigdemont. La identidad nacional, reitera, «se la trae floja». Califica de ‘coñazo’ la Nación de Naciones que propone Sánchez: “¿Acaso no tenemos ya bastante con una?”
El 14 de marzo de 2019 Marsé vuelve a expresar el orgullo de ser un escritor catalán en castellano : «Os lo recordaré una vez más: la dualidad lingüística y cultural de Cataluña no es una anomalía, es una riqueza». Son las últimas notas de su penúltima primavera.
Las libretas se cierran con dos anotaciones . Una, a modo de divisa literaria: «Lo real puede no ser verdad: la ficción sí puede». La última, un poema con el que Marsé recuerda «caprichosamente» a Machado: «Yo ya me voy. / No de Cataluña, / del mundo me voy, / de Cataluña ya me fui / hace tantos años / que ya olvidé quién soy / y quién fui…»
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