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ABC Cultural

Durruti y Ascaso, dos hombres y un destino en «La justicia de Los Errantes»

Una novela sigue los pasos a los dos pistoleros anarquistas en su itinerario de «expropiación revolucionaria» en Suramérica

manuel de la fuente

Buenaventura Durruti y Francisco Ascaso . ¿La extraña pareja? Compañeros, camaradas, amigos, atracadores, terroristas, libertarios, solidarios, ladrones, aventureros. De todo un poco reúne en su biografía el dúo más dinámico (y no es una frase hecha) del anarquismo español .

Durruti era expansivo, extrovertido, de gran humor, irresistible para sus seguidores, vehemente y apasionado orador. Ascaso era el hamletiano, el que dudaba, el cerebral, el que muchas veces tenía que reconducir el frenesí revolucionario de Buenaventura.

La primera española ministra

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A finales del siglo XIX, ideólogos y pensadores como Anselmo Lorenzo (el abuelo del anarquismo español), el pedagogo Francisco Ferrer Guardia , y el maestro Federico Urales (padre de Federica Montseny , primera mujer española en ser ministra) sembraron la semilla del comunismo libertario entre las masas proletarias, especialmente en las fábricas barcelonesas y el campesinado desheredado, a través de innumerables publicaciones como «La Revista Blanca» , y en el caso de Urales incluso a través de la narrativa con series novelísticas como «La novela libre» y «La novela ideal» , además de una ingente labor pedagógica revolucionaria en los ateneos libertarios.

Aquella semilla ideológica germinaría en los centenares de miles de afiliados que llegó a tener la Confederación Nacional del Trabajo ( CNT ) y en la llamada propaganda por la acción (violencia, para entendernos) de la que Durruti y Ascaso fueron avanzadilla y vanguardia. Juanto a García Oliver (que sería ministro de Justicia en el Gobierno de Largo Caballero ) formaron el grupo Los Solidarios con el que querían dar respuesta a los pistoleros de la patronal, el Sindicato Libre , y sembrar el terror entre la burguesía y el clero, principalmente.

Atentados y represión

En 1923, la situación en España era insostenible. Huelgas, violencia desatada y generalizada, represión, atentados. El Ejército decide actuar y se produce el golpe de Estado del General Primo de Rivera . A Durruti y Ascaso el golpe les pilla exiliados en Francia. Y entonces, haciéndose llamar Los Errantes deciden viajar a Suramérica y allí, bajo nombre falso, dedicarse a atracar bancos para financiar la causa revolucionaria en España.

Incluso, al llegar a Nueva York se encuentran con mesas petitorias a favor de sus correligionarios Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti , que morirían en la silla eléctrica el 23 de agosto de 1927.

Esa parte de la historia de la pareja y de la Historia del Anarquismo es el escondrijo por el que se ha colado Jorge Díaz para recuperar en forma de novela (exhaustivamente documentada, pero poblada en su mayoría por personajes de ficción) en «La justicia de Los Errantes» (Plaza y Janés), las peripecias de estos dos anarcosindicalistas convencidos de su causa y convencidos ( Durruti, más ; Ascaso se lo pensaba) de que el fin justifica los medios.

«Si fueran americanos tendrían su película con un Oscar»

«Si estos dos hombres no fueran españoles y fueran americanos, seguro que habrían hecho una película sobre ellos y se llevaría un Oscar». La referencia es evidente vieniendo de un guionista como Jorge Díaz: Butch Cassidy y Sundance Kid o, lo que es lo mismo, «Dos hombres y un destino» , o si prefieren Robert Redford y Paul Newman . Sin embargo, la novela se centra más en el perfil de Ascaso, y Durruti es un personaje secundario. «De lujo, eso sí», subraya Díaz.

También explica el autor que ha intentado «evitar la ideología» y se ha centrado más en el factor humano, en la vida cotidiana y clandestina de estos hombres. «No soy anarquista, ni tampoco estoy en contra. Ahora, digamos que jamás les votaría. No obstante, creo que, aunque equivocados y criminales en muchas de sus acciones, eran completamente honestos, capaces de tener cien mil pesetas debajo del colchón destinadas a sus compañeros de España y ellos apenas tenían un duro para comer».

Como en toda novela que se precie, no podía faltar el malo de la película (totalmente de ficción) el inspector Ernesto Valenzuela, un personaje del que Jorge Díaz está más que orgulloso: «Al malo hay que cuidarlo mucho, incluso hay que darle algo de razón, porque el bueno se defiende solo».

Pasión por la violencia

Para Ascaso y Durruti, el fin, su fin, justificaba los medios, sus medios. Una de las canciones anarquistas de la época comenzaba así: «Arroja la bomba, que escupe metralla...» . El fin, pocos en España lo recuerdan, llegaría con las colectivizaciones en las que se implantó el comunismo libertario en algunas zonas , principalmente Aragón y Cataluña. Nadie era obligado a participar en ellas. Pero se le alimentaba y cuidaba como si fuera uno más.

El lema de Durruti era sencillo, todo valía, porque «llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones» . Y en aquellos pueblos paupérrimos de Aragón, sin dinero, sin propiedad privada, la pancarta de bienvenida solía decir: «Somos el pueblo más pobre, pero somos el más justo» .

Murieron a hierro

Sus propias contradicciones, su utopismo, su violencia y los stalinistas acabaron con las banderas rojinegras. Aquellos dos hombres de acción, nacidos para disparar murieron con apenas cuatro meses de diferencia. Murieron a hierro. Ascaso el 20 de julio de 1936 después de ser mortalmente herido por los sublevados en la toma del cuartel de Atarazanas. Durruti, el 20 de noviembre de ese mismo año en la calle de Isaac Peral, en el frente de la Universitaria. Aún no se sabe bien de dónde salió la bala que le mató. Murió el mismo día en que era asesinado José Antonio. La crueldad de nuestra guerra fratricida queda patente en el hecho de que dos hermanos de Buenaventura eran falangistas y también fueron asesinados por su ideología.

Las negras tormentas que agitan los aires amainaron ya casi para siempre.

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