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Carlos Blanco: «Me beneficié de "Crónicas Marcianas". Conocí a gente interesantísima y salí de mi aislamiento»

El que fuera niño prodigio en el programa de Javier Sardá recuerda su etapa en la pequeña pantalla

Carlos Blanco Universidad de Comillas
Javier Villuendas

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Si los españoles pensamos en nuestros niños prodigios patrios, probablemente recordemos al imitador Rubén Martínez y, sobre todo, a Carlos Blanco , otrora icono televisivo por su participación en « Crónicas marcianas ». Este último, ahora a sus 32 años, sigue haciendo básicamente lo mismo que hacía con Sardá aunque ahora en la Universidad de Comillas , en donde enseña Teoría del Conocimiento e Historia de las grandes religiones. Además, es un fecundo ensayista.

¿Cómo recuerda esa época mediática?

Muy estimulante. Iba todas las semanas a Barcelona para grabar el programa y me invitaron a la comisión de Egipto en Argentina, conferencias en no sé dónde, etcétera. En el fondo estuve a una edad muy temprana viajando por todo el mundo y conociendo a gente interesantísima. Cuando iba a Barcelona, nos invitaba a cenar muchas veces a su casa el escritor Terenci Moix.

¿Le preocupaba endiosarse o perder el rumbo?

Yo iba y hacía lo que me gustaba hacer, disertar en público y conocer a personas relevantes del mundo del pensamiento, del arte y la literatura. Nunca estuve metido en sí en el mundo de la televisión. Es cierto que te puede generar una percepción irreal de cómo es el mundo y puede ser arriesgado, pero como tenía muy claro que me quería dedicar a la Universidad, al conocimiento y a los libros, eso lo vi como una fase transitoria. Me beneficié enormemente de ello.

¿Cómo conciliaba?

Era complicado, porque yo estaba estudiando árabe, egipcio, alemán y no se cuántas cosas. Es cierto que me dieron un permiso del instituto para no ir a clase, solo tenía que ir a exámenes. Iba siempre con mi madre, ella siempre me apoyó muchísimo. Mi padre era más cauto, pero es cierto que las condiciones estuvieron acordadas y Javier Sardá siempre las respetó.

¿Qué le parecía «Crónicas Marcianas»?

En esa época bien, pero luego empezaron a hacer un programa que no me gustaba o no me interesaba. Solíamos cenar allí, y conocía a todos los famosos. Recuerdo que tuve una conversación con Julio Anguita. Gente de lo más variopinto, escritores, políticos, famosos... Y, por supuesto, los colaboradores habituales. Me llevaba muy bien con todos, pero con Galindo... pues me acuerdo muchísimo. Y de otro que iba desde Madrid, Mariano Mariano.

¿Cómo era su relación con el resto de niños en Coslada?

Es previo a la televisión, siempre tuve relaciones escasas o difíciles. No tenía muchos amigos ni relaciones porque no me sentía comprendido y, quizá, no comprendía a los demás. Siempre cuento que para mí salir al recreo era una tortura. Ir a la televisión me proporcionó la posibilidad de conocer a gente que era mayor que yo y también salir un poco de ese aislamiento, no sé si aislamiento glorioso, en el que me encontraba. Y luego casi no podía salir a la calle por el poder de la tele. Te sentías querido y apreciado, te regalaban libros y te invitaban a sitios. pero a veces era terrible porque soy una persona a la que le gusta su aislamiento, estar solo y reflexionar. Con los demás niños no tuve ningún problema nunca, intenté ser respetuoso y educado pero es verdad que no había afinidad. Yo estaba en mi mundo, en mis estudios y mis lenguas antiguas. Era un niño muy aislado, muy independiente, y no me gustaba que me dijeran lo que tenía que hacer ni pensar, siempre estaba contradiciendo de una manera respetuosa pero interiormente yo tenía mi batalla digamos intelectual contra casi todo lo que me decían.

¿Se sintió, en la tele, más comprendido que nunca?

Sí, muchísimo más, porque me puso en una plataforma con aquellas personas que me iban a comprender. Yo estaba en un colegio público en Coslada en el que, de vez en cuando, podía llegar a tener un amigo. Pero, en general, estaba solo, salvo algún profesor que siempre me apoyó.

¿Qué le parecen los concursos de competición entre niños?

No los veo. A priori no me tiene porque parecer mal sobre todo porque de niño también fui a la televisión. El peligro es fomentar el afán competitivo delante de otros, que puede conllevar que luego ese niño dependa demasiado de la percepción y el juicio que tengan los demás de él. Y en la vida la mayor libertad que uno gana es cuando es independiente del juicio que te hagan los demás, el ganar tú esa autoridad interior. Hay quien los prohibiría. Las prohibiciones hay que limitarlas para cosas realmente muy graves y perjudiciales. A ver, si les regañan, me parecería espantoso, por supuesto. Pero creo que no. ¿Cuál es el criterio? ¿A partir de qué edad? ¿Con qué criterios prohíbes y por qué no prohíbes otros programas que a veces son incluso peores? No me parece la solución más adecuada. Si entras en esa cadena de lo tengo que prohibir... No sé, no me parece lo adecuado. Cuando iba a la televisión había gente que decía que no tenía que haber un niño en la televisión y la pregunta que yo hacía era: ¿por qué? Yo me siento maduro y, lo siento, pero no me tiene usted que decir si tengo que ir o no.

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