Gil de Biedma, un debate que llega con treinta años de retraso

En ella, Gil de Biedma describía su visita a un burdel de la capital flipina, y escribía: «El chiquillo que se ocupó conmigo (dicho sea en jerga de burdel barcelonés) tenía doce o trece años. Ya no recuerdo su cara (...) No me dejaba besarle, no me dejaba hacer nada». A Trapiello, que consignó el texto de Gil de Biedma en uno de sus diarios de ese mismo año, le «asombró» que «nadie reparara entonces en esa página». «El diario de Gil de Biedma tuvo muchas reseñas, muy elogiosas, pero en todas se pasaba de puntillas sobre esos episodios, cuando no directamente se omitían», explica el escritor a ABC.

Cinco años después, en 1996, Trapiello publicó el tomo correspondiente de su «Salón de pasos perdidos» , y en él incluyó «una reflexión ética y política» del asunto en estos términos: «Habla mucho de los filipinos a los que se ha llevado a la cama. ¿Para qué querría contar eso sólo y por qué querría contarlo póstumamente? Se ve que quiere con ello escandalizar o exhibirse un poco; no es nada parecido a lo de Proust o a lo de Cernuda o a lo de tantos, que se han metido en ello, y han bu­ceado en la naturaleza de su deseo, y con ello han escrito no sólo páginas llenas de verdad, sino muy hermosas. Ahora, decir sólo, me hice a tal filipino y a tal otro, los buscaba y me iba con ellos por ahí a joder un poco, eso es ridículo».

«Lo cierto es que la gente también pasó por alto mi libro, pero por razones diferentes. Yo apenas tenía lectores. Pero tres años después, ‘El País’ publicó una carta al director, en la que Pere Gimferrer me acusaba sin venir a cuento de homófobo por el tratamiento que daba a su amigo». En ella , Gimferrer aseguraba: «(...) nadie parece advertir la homofobia de Andrés Trapiello al señalar con el dedo a Jaime Gil de Biedma por su ocasional trato carnal con un chico de 13 años en Manila y encontrar, en cambio, naturalísimo el continuado trato carnal de Antonio Machado con una Leonor que acababa de cumplir 15 años».

Trapiello le contestó, según recuerda, en el mismo periódico, «hablando de la doble moral, la hipocresía y el cinismo; lo de Machado era una de esas infamias a la altura sólo de los más gimferreres». Esos días, Rosa Regàs publicó, también en «El país», un artículo, titulado «Moralidades» , en el que sostenía que Trapiello «habla de la situación moral de ciertos escritores a los que ni conoció ni cree que valga la pena conocer o leer». «Los amigos de Gil de Biedma –rememora Trapiello– salieron en tromba a defenderle. Me llamaron de todo. Terenci Moix quiso también sumarse a la lapidación, pero desistió cuando Sergio Vila-Sanjuán le leyó la página siniestra, y se limitó a decir: “Hosti tú, el Jaime aquí s’ha passat una mica”. Nadie entonces salió no ya en mi defensa, sino en defensa de Antonio Machado , ni los machadianos conspicuos a los que se les llena la boca de dignidad cívica y demás farsanterías».

Y allí se quedó la polémica, enterrada por el suceder de los muchos años transcurridos, hasta que, el pasado 15 de enero, coincidiendo con el treinta aniversario de su muerte, Gil de Biedma fue homenajeado en el Instituto Cervantes , en un acto durante el que sus familiares depositaron un legado en la Caja de las Letras y en el que intervino el director de la institución, Luis García Montero . «Nadie duda en Francia que Céline es un gran escritor, se le estudia en los colegios y universidades, pero el Estado le ha privado de honores oficiales. Es, como poco, paradójico que el Estado que concede la nacionalidad a un músico principalmente por ser una víctima de abusos continuados durante su infancia ( James Rhodes ) programe un acto de homenaje a quien ha abusado de niños. El mensaje que envía la ciudadanía es contradictorio», argumenta Trapiello.

«Nadie está pidiendo ejemplaridad a los escritores –continúa–, que cada cual escriba lo que quiera y que al publicarlo se atenga a la ley, lo mismo si hace apología del terrorismo, de la pederastia o de los malos tratos. Pero sí, en cambio, hemos de pedir que el Estado sea ejemplar, porque las leyes son el espejo de la ejemplaridad, la ley nos dice qué debemos y no debemos hacer. Que la gente quiera leer a Gil de Biedma , o a Céline… por supuesto. Nadie lo está dudando. Nadie ha pedido que se queme a Gil de Biedma en efigie, ni a sus libros. Lo único que estoy diciendo es que se entiende mal que el Gobierno le dé la nacionalidad a Rhodes principalmente porque ha sido abusado y maltratado y al mismo tiempo programar un homenaje a un abusador».

A juicio de Trapiello, el debate ahora reabierto «tenía que haberse producido hace 30 años, pero entonces la izquierda consideró que Gil de Biedma era ‘de los nuestros’, y le dio esa bula, y la derecha cultural siempre arrastra el complejo de que se la tilde de puritana y poco moderna, y guardó silencio, además Gil de Biedma también era de los suyos, otro señorito como ellos. Cuesta mucho cambiar los prejuicios de unos y otros». En su momento, Trapiello se preguntó por qué Gil de Biedma no publicó en vida el diario, «comprendí incluso su cobardía, que no quisiera darle un disgusto a sus seres queridos, pero lo que no he llegado nunca a comprender es el modo en que lo contó, esa mezcla de frivolidad y narcisismo, sin la menor compasión hacia ese niño de doce años, del que dice que ni siquiera recuerda su cara, sólo que no le hizo el servicio como el quería, como él había pagado para que se lo hiciese. Sólo eso».

Por ello, el escritor cree que «se pueden ver en este asunto dos aspectos: la falta de compasión de Gil de Biedma hacia las víctimas de sus abusos sexuales , que él mismo y no otro relató y aireó, y si el Estado debe o no tributar honores a quien ha sido poco honorable». Y zanja: «Con el debate es suficiente. No soy un protoinquisidor. Basta con que pensemos en todo ello con reposo y sin abusar de los textos ni, tratándose de dinero y del espacio públicos, de la instituciones».