Aute, el artista curioso que creaba jugando
Uno de sus hijos, Miguel, y su gran amigo Miguel Munárriz, al que conoció a mediados de la década de los 80, evocan su figura tras la publicación de una hermosa antología poética y gráfica de su obra
La voz de Miguel recuerda mucho a la de su padre, Luis Eduardo . Su tono es tan parecido, tan cercano a ese susurro de musicalidad que desprendía cada palabra por él pronunciada, recitada, cantada, que si cerramos los ojos unos segundos vemos a Aute ... . También Miguel, como su progenitor en su momento –se retiró cinco años, al comienzo de su carrera–, padece miedo escénico, y esa fobia a mostrarse delante de un público hace que este encuentro sea todavía más difícil para él. Han pasado poco más de ocho meses desde la muerte de su padre y, aunque el dolor se atempera, Miguel es consciente, como lo somos todos, de que la herida no se cierra nunca. Pero ha llegado el momento de reivindicarlo, de celebrarlo como, seguramente, él no hizo jamás en vida. La ocasión –la publicación de «Auténtico Aute» (Ya lo dijo Casimiro Parker), una hermosa antología de su obra poética y gráfica– lo merece.
Cubierta de de «Auténtico Aute»
Aunque Miguel no está solo. Le acompaña, para hacer algo menos amargo el trago de la pena por su ausencia, Miguel Munárriz , que fue gran amigo de su padre y se ha encargado, además, de seleccionar los poemas presentes en el libro. «Para mí no es nada fácil, la verdad, estoy un poco aguantando... Pero, al mismo tiempo, intento celebrarlo. Al final, todo lo que tiene él es motivo de admiración, de celebración, de ponerle más en valor, porque como a él no le gustaba estar en primera línea… A veces pienso que es casi obligación, no solamente mía, de todos los que le conocíamos, poner en valor lo que él no quiso poner tanto en valor. Yo creo que él debe ser más importante de lo que él mismo intentó. Y cuesta, cuesta mucho, pero bueno...». Es la primera vez, a lo largo de la larga charla, celebrada en la librería Cervantes y Compañía de Madrid, que Miguel habla de su padre en pasado, y es porque, aún, le piensa en presente, le siente a su lado.
«Autorretrato» (1988). Óleo sobre lienzo. 46 x 55 cm
Armonía creativa
Una armonía creativa surgida de la inquieta cabeza de Aute , siempre tramando algo, buscando, curioseando... jugando. «Aute era armónico –apunta Munárriz–, desde su caminar físico era armónico. Todo el arte que abordaba, cualquier manifestación, formaba parte de un todo. No hay ninguna ruptura, ningún forzamiento de nada, todo es Eduardo ». De su amigo, Munárriz conserva muchas anécdotas, pero ninguna eclipsa el momento en el que le conoció, a mediados de la década de los ochenta.
«Embarazada (fragmento)» (1971)
Corría el año 86, y le llamó por teléfono, desde Asturias, para invitarle a participar en una mesa con otros poetas. «¿Pero quieres que vaya a cantar?», le preguntó Aute . «No, lo que quiero es que vengas a hablar de poesía con Pepe Caballero Bonald y José Agustín Goytisolo en el Teatro Campoamor», le dijo Munárriz. A Aute aquello le encantó y aceptó, gustoso, la invitación. Se subió al Talgo y se presentó en Oviedo. Al verle bajar del tren con una guitarra a cuestas, Munárriz le advirtió: «Pero no vas a cantar». Y Aute le contestó: «No, no, pero la llevo porque suelen pedírmelo siempre». Cosa que, finalmente, sucedió. «Cogió la guitarra –rememora Munárriz– y cantó un par de canciones. Eso también refleja lo auténtico que era, porque era también generoso, y era un antidivo. Todo el mundo le admiraba, pero él seguía siendo una persona natural que no se creía nada».
«Pasión 1» (1983). Serie «Pasión». Óleo sobre lienzo. 150 x 130 cm.
De ahí la idoneidad de este último libro, que lleva por título, casi, uno de esos «poemigas» que a él tanto le gustaba pergeñar: «Auténtico Aute». «Luego ya –continúa Munárriz–, el otro Aute, el de las masas enfervorecidas, cuando iban a los conciertos y le aplaudían y le adoraban, ese ya es el Aute más conocido, pero también ahí contaba historias en las canciones». Y entre las canciones, como puntualiza su hijo, que recuerda que en esas pausas narraba cada cosa, relataba cada episodio que provocaba la carcajada general del público, entregado a su genialidad. «Esas partes –revela Miguel–, entre canción y canción, es más parecido a lo que él era en el día a día: juguetón con las palabras. Le encantaba, en casa estaba todo el día jugando con palabras».
Pintor
Pese a su poliédrica personalidad artística, llena de vericuetos –poesía, arte, cine, teatro, guiones, canciones...– inverosímiles para cualquiera, pero no para él, Aute se consideraba, ante todo y sobre todo, pintor, como confirma su hijo. «Él siempre decía que era pintor, lo que más le gustaba era pintar, era lo que más amaba. Lo otro se lo iba encontrando por la vida. Pero él... como que nació pintor. Luego, supongo que aprendió a apreciar el proceso creativo de todo lo demás, porque se encerraba en el despacho y se tiraba ahí semanas o meses».
«El Giraluna» (2011). Lápiz sobre papel
De hecho, durante ese proceso creativo se lo pasaba pipa, como un adulto que ha logrado conservar, intacto, el don más preciado de la niñez: la curiosidad. «Le gustaba jugar con las palabras, con la música, con la armonía, eso de buscar y encontrar. Pero la parte de salir a cantar no le gustaba nada», aclara su hijo, quien recuerda que con la película «Un perro llamado dolor» «se encerró cinco años, literalmente, sólo salía para comer y para dormir, pensamos que se había vuelto loco y, de pronto, salió con aquello». Una obra de Aute , que siempre fue puro arte.
Fotograma de la película animada «Un perro llamado dolor» (1996-2011)
Y así lo percibieron, y supieron valorar, generaciones bien distintas, desde sus coetáneos, con los que compartió edad, aficiones y luchas, a los más jóvenes, llamados a revitalizar la herencia que de él recibieron. Víctor Manuel , Ana Belén o Silvio Rodríguez se mezclan con Rozalén, Marwan o Diego Vasallo en los vídeos que Marcos Almendros ha grabado para dar visibilidad al libro. Un todo cadencioso y singular. «Él hacía lo que quería –argumenta su hijo– y, a partir de ahí, precisamente por eso, por no hacer algo dirigido a alguien, sino lo que quería, era capaz de llegar a tanta gente, porque siempre va a haber alguien que se sienta así en ese momento. Y, al ser una persona que no seguía modas, eso también ha hecho que no quede pasado de moda en ningún momento». Munárriz asiente, emocionado y al borde de las lágrimas, ya, y remata: «No había otro como él, ni lo habrá». Pero queda la música...
Y la belleza.