Antonio Gamoneda, el poeta de barro
Antonio Gamoneda se remonta en el tiempo y recuerda a Jesús Martínez Labrador, que realizó una escultura de su cabeza: «Cuando de la pella de barro empezó a surgir la apariencia de un busto, y aquel rostro empezó a no ser un rostro cuaquiera, sino ... mi rostro, empecé a ser yo. Me sentía en el barro. Llegó un momento en el que el barro era yo mismo y, qué es lo que sentía... Fue a partir del momento en el que empezaron a aparecer los rasgos de carácter expresivo cuando el barro empezó a vivir, empezó a dar los datos de mi envejecimiento. Y llegó un momento en que yo estaba allí pero yo ya había envejecido en el barro».
Así, con estas reflexiones arranca el documental «Antonio Gamoneda. El escritor y alquimista», presentado ayer en el Círculo de Bellas Artes. Realizado en colaboración con la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Cuturales y la Universidad Nacional de San Martín, de Argentina, ha contado también con el patrocinio del Instituto Cervantes, que lo proyectará en sus diferentes sedes y lo presentará en Francfort -cuya biblioteca lleva el nombre del poeta- en junio.
Desde el balcón
Rodado en 2007, año en el que le fue concedido el premio Cervantes, está dirigido por Enrique Corti y César Renduales, producido por Juan Barja, director del Círculo de Bellas Artes, y Carlos Ruta, y cuenta con guión de las poetisas Amalia Iglesias y Julia Piera. Durante 45 minutos, la cámara se detiene en la mirada, en las manos y en los gestos del poeta de la pobreza, y le acompaña por los lugares de su infancia, por el bosque, por los márgenes del río junto al que jugaba de niño, por el barrio obrero de León, en el que se instaló junto a su madre viuda, «y cuyo balcón se convirtió en un observatorio privilegiado, en el mal sentido -matiza-, en cuanto a las formas de represión». Desde él escuchaba los gritos de las mujeres cuando sus maridos eran arrastrados de sus casas. Y veía las filas de presioneros camino de la cárcel, «una filas que, sin embargo, nunca vi regresar», confiesa el poeta.
Militante del partido comunista durante años, militancia que le llegó a apartar de la literatura durante doce años, Gamoneda no deja de mencionar a sus compañeros de filas, como Cirilo Benítez, Jorge Pedrero... de los que él es el único superviviente. «Eran intelectuales y el partido comunista tenía cierta desconfianza hacia ellos», reconoce. A lo que añade, con humildad, que «los hombres de la resistencia valíamos poco pero sufríamos mucho». Y asegura que el valor subversivo de la poesía «no está en sus contenidos -esos están en los periódicos-, sino en su lenguaje».
La cámara también traspasa los márgenes y se zambulle en las entrañas de su poesía, que Gamoneda va desgranando a través de los libros que influyeron en su vida y en su obra, como «Otra más alta vida» (1919), el único libro que escribió su padre, también poeta, y con el que aprendió a leer; o el volumen sobre los venenos: «Muchas veces me he preguntado si la poesía es un veneno o un remedio; depende de la dosis. En la poesía hay algo de eso. La similitud con las drogas es fuerte».
Consuelo ante la vejez
En el documental, se puede ver también a Gamoneda arropado por su universo estético -le ha dedicado monográficos a artistas como Julio Hernández o Juan Barjola-; mientras que en lo musical se refiere a su iniciación en el jazz, con Amstrong o Billie Holliday, «descubrí un modo de composición que creí susceptible de ser trasladado al español», afirma.
El tiempo, la vejez y el acercamiento a la muerte -tema recurrente en su obra- también están muy presentes en la cinta . El poeta reconoce como la llegada de su nieta, Cecilia, le hace cambiar de perspectiva. «Un ser humano que viene de la inexistencia cuando yo voy hacia ella. Eso me ha proporcionado consuelo. Mi angustia ante la vejez se ha aliviado fuertemente. He empezado a aceptar la cercanía de la muerte con más serenidad que hace diez años», confiesa. Y concluye afirmando que la poesía es «casi alquimia. No es una salvación existencial pero sí puede ser un elemento de transformación en el sentido de dar consuelo y gozo».
El documental (que se puede ver en la web del CBA), con música del compositor Fabián Panisello, se incluye dentro de un libro, «La campana de la nieve» (se puede adquirir en la tienda del CBA). En él se recogen tres de los recitales que Gamoneda ha ofrecido durante los últimos veinte años en la institución madrileña. «El poema está necesitado de la lectura para ser algo significativo», apunta el escritor en el documental, en el que palabra a palabra, verso a verso -«Te beberé el cabello,/ y te cerraré los ojos./ Tú seguirás manando/ tu cabello/ turbio de besos».-va abriendo las puertas de su universo.
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