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Marga Gil Roësset: Diario de su amor imposible hacia Juan Ramón Jiménez

Ve la luz el testimonio escrito de la pasión que la artista, que se suicidó a los 24 años, sentía por el Nobel de Literatura

Marga Gil Roësset: Diario de su amor imposible hacia Juan Ramón Jiménez ABC

INÉS MARTÍN RODRIGO

«Aquella tarde Marga era, y era morena pálida, de verdoso alabastro, con ojos hermosos grises, y pelo liso castaño. Sentada tenía una actitud de enerjía, brazos musculosos, morenos, heridos siempre de su oficio duro. Y al mismo tiempo ¡tan frágil! Llevaba el alma fuera, el cuerpo dentro. Le dije al momento: ‘Amarga. Persa. Fuerte. Viril’». Así describe Juan Ramón Jiménez (1881-1958) a la artista Marga Gil Roësset (1908-1932) en su primer encuentro.

La joven y su hermana Consuelo admiraban a Zenobia Camprubí y en 1932 lograron conocer al matrimonio a través de una amiga común. Al poco tiempo, Marga quedó prendada del poeta y entregó su corazón a un amor irracional e imposible, que la condujo a un precipitado y triste final. La artista se suicidó a los 24 años, sin fe para hacer frente a una pasión que la devoraba por dentro. Juan Ramón contaba entonces con 51 años y no podía imaginar los sentimientos que palpitaban en el corazón de la joven, a la que admiraba y cuya amistad consideraba inquebrantable.

Han pasado más de 82 años desde que Marga apretara el gatillo y se quitara la vida, pero su luz, la misma que iluminó con su talento a Juan Ramón, vuelve a resplandecer estos días. Y es que la Fundación José Manuel Lara ha publicado, por primera vez, el diario de la joven artista, en el que dejó constancia de sus sentimientos hacia el Nobel, tal y como desveló el suplemento cultural de este diario en 1997. Bajo el título de «Marga», la publicación del diario supone cumplir, por fin, con la voluntad de Juan Ramón, quien, al asumir la tragedia, decidió editarlo: «Tu sufrimiento, muerta tú, se ha quedado espandido en mí», escribió el poeta.

Se trata, por tanto, de uno de los proyectos más queridos del escritor, que no pudo cumplir su deseo en vida por los fatídicos designios (Félix Ros, Carlos Martínez Barbeito y Carlos Sentís asaltaron su casa y robaron gran parte de sus papeles y manuscritos, entre ellos el diario que ahora ve la luz) de una vida que le llevó al exilio, aunque siempre guardó un lugar en su corazón para Marga. El cuidado volumen se abre con una introducción de Carmen Hernández-Pinzón , representante de los herederos de Juan Ramón, seguida de una semblanza de la artista a cargo de su sobrina, la escritora Marga Clark. Junto a las palabras de la artista aparecen ilustraciones, fotografías y recortes, además de poemas, textos en prosa y apuntes del Nobel de Moguer o de su esposa, Zenobia.

Todo ello ha sido posible gracias a la labor de los herederos de Juan Ramón, que cuidaron durante años, con recelo, los documentos que daban testimonio del amor de Marga hacia Juan Ramón. La propia artista, en un último y desesperado acto, entregó al poeta su confesión manuscrita. El 28 de julio de 1932, Marga, que había esculpido un hermoso busto de Zenobia, visita a Juan Ramón con el pretexto de recoger unas herramientas de trabajo. Le deja una carpeta llena de papeles y le ruega que retrase su lectura unos días. El poeta, sumido en su trabajo, no da más importancia a los documentos, convencido de que serían, como en otras ocasiones, poemas que Marga le daba para corregir u obtener su aprobación. La artista abandona la casa del Nobel apresurada, con lágrimas en los ojos. Tras pasar por el Retiro, coge un taxi hasta el chalet de unos familiares en Las Rozas, donde se quita la vida.

Su recuerdo

«Si pensaste al morir que ibas a ser bien recordada, no te equivocaste, Marga. Acaso te recordaremos pocos, pero nuestro recuerdo te será fiel y firme. No te olvidaremos, no te olvidaré nunca. Que hayas encontrado bajo la tierra el descanso y el sueño, el gusto que no encontraste sobre la tierra. Descansa en paz, en la paz que no supimos darte, Marga bien querida». Son las palabras con las que Juan Ramón recordó a Marga en «Españoles de tres mundos» .

Una Marga que en las páginas de este diario, que fue elaborado en el último mes de su vida (los escritos, sin fecha, corresponden a días diferentes, hasta llegar a la «Noche última», la del jueves 28 de julio de 1932), dio testimonio de la desesperación ante el amor no correspondido y la profunda tristeza en la que vivía sumida. «... Y es que... Ya no quiero vivir sin ti... no... ya no quiero vivir sin ti... tú, como sí puedes vivir sin mí... debes vivir sin mí...», escribe con dureza. «Mi amor es ¡infinito...... La muerte es... infinita... el mar... es infinito... la soledad infinita... ... ... yo con ellos... ¡contigo!... Mañana tú ya sabes... yo... con lo infinito... lunes, noche», confiesa abriendo su maltrecho corazón. Hasta llegar a la amarga despedida: «Pero en la muerte, ya nada me separa de ti... solo la muerte... ... solo la muerte, sola... y, es ya... vida ¡tanto más cerca así... ... muerte... cómo te quiero».

Su muerte, como recuerda en el prólogo de este diario Carmen Hernández-Pinzón, descompuso la vida de Juan Ramón. «Fue una experiencia terrible que tuvo gran repercusión en sus vidas. Zenobia y Juan Ramón eran personas de gran sensibilidad, y más tratándose de la pérdida de una vida, la desaparición de una persona tan joven y tan querida por ellos», explica. Con la publicación de «Marga» la sobrina del poeta ha podido, por fin, cumplir la promesa que le hizo a su padre.

En sus últimos años, durante la convivencia con Francisco Hernández-Pinzón, Juan Ramón le trasladó a éste su interés por recuperar la famosa carpeta amarilla que contenía todo lo relacionado con Marga, a la que rendiría así homenaje. Dicho homenaje no se produjo en vida del poeta, pero llega a tiempo, editado como Juan Ramón hubiera deseado y reforzado por la pátina del tiempo, que todo lo cura.

«Mi obligación, como responsable del legado del poeta, es cumplir sus deseos y tratar de publicar aquellos libros que nos dejó y sabiendo que él deseaba hacerlo», explica Hernández Pinzón. Y remata: «Debo seguir trabajando en otros muchos proyectos que (Juan Ramón) dejó inéditos a su muerte».

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