«La broma infinita» de David Foster Wallace, en versión Lego

Un niño de 11 años recrea mediante fichas Lego la descomunal novela del autor norteamericano

«La broma infinita» de David Foster Wallace, en versión Lego kevin griffith

c. a. PEIRÓ

Fichas de lectura o fichas de Lego. El profesor de literatura inglesa Kevin Griffith y su hijo de 11 años, Sebastian, se han adueñado del último y muy desternillante hype que sacude la red. Ambos son responsables de « Brickjest », un intento por traducir al ... universo Lego la «Broma infinita» («Infinite Jest») de David Foster Wallace, también conocida como la novela menos leída que más gente presume haber leído en las ultimas décadas. Un víacrucis lego iniciado el pasado abril con al menos un centenar de estampas que, del microondas crematorio al holocausto nuclear en forma de pelota amarilla, recorre el inclasificable y tóxico reverso de la novela: el de una Norteamérica antiséptica, aquí radiografiada desde las pistas de una academia de tenis para prodigios en la raqueta y náufragos en lo demás. El artesanado corre a cuenta del pequeño Sebastian, quien, según revela su padre en el site del combo familiar, recrea los episodios de acuerdo a las indicaciones del propio Griffith: docente, crítico y fanático de la obra del desaparecido novelista. Además de padre.

Porque la gesta son varias cosas. En primer lugar, una desopilante modalidad de relación paterno-filial –«Sebastian está definitivamente interesado en Foster Wallace», se entusiasma Griffith. O una seria humillación al también serio intento de la británica Waterstones por recrear la literatura universal vía Lego. O una broma, otra más, que sumar al misterio que rodea la escueta pero muy densa obra del autor de «El rey pálido», suicida pop, ensayista hiperdotado, cronista omnívoro y, de acuerdo a la crítica, renovador consciente de la literatura desde ese epicentro del maíz que es el Medio Oeste estadounidense. Y no precisamente, seamos justos, un pope infantil.

Griffith, que ha impartido cursos en torno a la novela en la Capital University de Columbus, Ohio, deja claro que «Sebastian no la ha leído» y que «"La Broma infinita" no es una obra para niños» por mucho, precisa a «The Guardian» , que su autor fuese un «kid-ult» (kid y adult, niño y adulto). Esto es, un crío eterno que sudaba mississippis, honraba la bandana y canjeaba Xanax por citas. Hay más, mucho más, en la exhaustiva biografía que le consagró D.T. Max hará apenas un año.

Con todo, el origen de la idea –que bien podría haber motivado una de las larguísimas notas al pie que salpicaban la prosa de Wallace– parece ser la bíblica «Brick Bible» de Brendan Powell Smith , o es decir, la historia más grande jamás contada pero tantas veces contada y esta vez por medio de ladrillos Lego. «La novela de Foster Wallace es el único texto contemporáneo que ofrece un reto similar en el ámbito de Lego», concluye la dupla en relación al proyecto de Smith para adjudicar una curiosa divinidad grunge al de Ithaca, Nueva York. Griffith no es de los que dudan cuando se refiere al tótem del groupismo Wallace. «Ha supuesto un hito en la novela de ideas del último siglo XX y las primeras décadas del siglo XXI», reconocía de nuevo en declaraciones a «The Guardian». Hito o no hito, por el momento no habrá más legonovelas. «No, fue extenuante».

Penúltima broma

Y Foster Wallace es infinito. Su trabajada cima, «Infinite Jest» (1996), era otro paso hacia otra Gran Novela Americana –un horizonte tan perforado como la capa de ozono– que honraba el superlativo con más de 1.000 páginas en torno a la academia de tenis Enfield, el pánico nuclear del más ordinario de los futuros cercanos y un completo catálogo de adicciones. Antes, hubo una aplaudida campus novel, « La escoba del sistema », que antecedería a muchos ensayos, varios relatos, a otros tantos artículos de fondo. E incluso a una novela inacabada que sí acabó su editor.

Y guste más o menos, al margen de legos y egos, DFW fue un seísmo que le valió apodos como el « Proust de la Generación X » y cuyas réplicas, por ejemplo, sedimentan la película que carbura James Ponsoldt con David Segel en el rol del torturado escritor. Que –y entonces llegamos al final– se ahorcó en su domicilio californiano mientras los perros ladraban y Karen Green, su mujer, hacía la compra. Aunque Foster Wallace, en fin, no se acabase nunca. Ni entonces ni mucho menos hoy.

«La broma infinita» de David Foster Wallace, en versión Lego

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