ABC
Suscríbete
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizMi ABCABCCultura
Mario Vargas Llosa - JAIME GARCIA

Bibliotecarios antes que escritores

«El escritor en su paraíso», con prólogo de Vargas Llosa, recoge las historias de autores que, como el Nobel, fueron bibliotecarios

INÉS MARTÍN RODRIGO
Actualizado:

«El escritor en su paraíso», con prólogo de Vargas Llosa, recoge las historias de autores que, como el Nobel, fueron bibliotecarios

12345678910
  1. Mario Vargas Llosa

    Mario Vargas Llosa - JAIME GARCÍA

    Como cuenta Ángel Esteban en «El escritor en su paraíso» (Periférica), Juan Carlos Onetti solía bromear con Mario Vargas Llosa diciéndole que tenía una relación matrimonial con la literatura, «llena de horarios, obligaciones, disciplina y compromiso», mientras que la del escritor uruguayo adulterina y «solo respondía a la llamada del placer, del gusto, de la transgresión y de la ausencia de compromiso». De hecho, para el premio Nobel, las bibliotecas están ligadas al trabajo de escritor, pues gran parte de sus obras han sido escritas en ellas. Esteban describe al peruano como «bibliotecario por necesidad». «Era todavía un adolescente, se acababa de casar y un profesor suyo le encontró trabajo como bibliotecario. Pero con el tiempo ha sido asiduo de muchísimas bibliotecas por todo el mundo, porque la mayoría de sus libros están relacionados con sucesos históricos que él ha investigado». Hoy, sigue viajando por todo el mundo con maletas llenas de libros.

  2. Lewis Carroll

    Lewis Carroll - ABC

    Para Lewis Carroll , «la biblioteca era más bien un lugar de encuentro, quedaba allí con amigos, y con las hijas del Decano del College donde trabajaba, hacía fotografías -su mayor afición-, y recibía alumnos para las tutorías». Según explica Ángel Esteban , las bibliotecas eran para el autor de «Alicia en el país de las maravillas» «más bien una excusa para mantener sus relaciones sociales».

  3. Stephen King

    Stephen King - ABC

    Stephen King comenzó a trabajar en la biblioteca de la universidad mientras estudiaba la carrera. Como explica Ángel Esteban en «El escritor en su paraíso» (Periférica), el autor de «El resplandor» «conocía la biblioteca como la palma de su mano». Esteban asegura que, de hecho, «allí pasó algunos de los momentos más felices de su vida: pudo leer muchos libros que nunca habría podido adquirir, pudo pagarse los estudios universitarios, conoció en aquel recinto a la que sería su novia y luego su esposa, y vivió momentos emocionantes a finales de los años sesenta, participando en un club de poesía al también acudía su futura novia, y escuchando la música de moda por entonces: los Beatles, los Rolling, Janis Joplin, etc».

  4. Juan Carlos Onetti

    Juan Carlos Onetti - ABC

    Juan Carlos Onetti tuvo, según Ángel Esteban , «una preocupación muy fuerte por el nivel cultural del ciudadano uruguayo, y por ello trató de fomentar que la biblioteca fuera un lugar donde los lectores se sintieran bien, a gusto, que valoraran la lectura y se sintieran atraídos por los libros». Esa preocupación fue también material: «a menudo se quejaba de que no hubiera todos los fondos necesarios para que las instalaciones estuvieran en buenas condiciones y para comprar libros constantemente». Los libros y las bibliotecas fueron una obsesión para el uruguayo desde el comienzo. Una obsesión que se vio recompensada cuando, en abril de 1957, fue nombrado Director de Bibliotecas en la División de Artes y Letras de la Intendencia Municipal de Montevideo . Onetti estuvo en el puesto hasta que decidió renunciar en marzo de 1975. Como bien puntualiza Esteban en «El escritor en su paraíso» (Periférica), cuando Onetti «quiso dejar este mundo, en lugar de morirse, se retiró a leer».

  5. Marcel Proust

    Marcel Proust - ABC

    A Marcel Proust «nunca le interesaron demasiado las bibliotecas, ni siquiera el trabajo (cualquier tipo de trabajo)». Según Ángel Esteban , al autor de «En busca del tiempo perdido» le «interesaban los libros, pero sobre todo le interesaba la vida social de los escritores y los artistas del París de principio del siglo XX». Aunque adquirió responsabilidades en la Biblioteca Mazarina , «con frecuencia faltaba al trabajo, con la excusa de que padecía asma, y el polvo de los libros de la biblioteca le perjudicaba la salud», remata Esteban.

  6. Jorge Luis Borges

    Jorge Luis Borges - ABC

    Para Jorge Luis Borges «la biblioteca fue siempre un paraíso». Como bien advierte Ángel Esteban , el escritor argentino «reconocía que lo mejor que le había pasado en su vida fue la posibilidad de vivir en el mismo sitio donde se encontraba la biblioteca de sus antepasados, con numerosos volúmenes, algunos de ellos muy valiosos». Borges adoraba los libros. No había conocido mejores tesoros. De hecho, «pensaba que podría existir el culmen de la plenitud de la vida y la existencia, en forma de biblioteca que contuviera todas las posibilidades combinatorias de las palabras, y todos los libros del pasado, del presente y del futuro».

  7. Los hermanos Grimm

    Los hermanos Grimm - ABC

    Jacob y Wilhelm Grimm buscaron, durante muchos años, historias populares para convertirlas en sus famosos cuentos infantiles. Para ello, viajaban por zonas rurales de Alemania y, sobre todo, «se sumergían en las bibliotecas más importantes». Según Ángel Esteban , autor de «El escritor en su paraíso» (Periférica), en algunas de esas bibliotecas trabajaban como bibliotecarios y en otras solo investigaban. Eso sí, como bien advierte Esteban, «trabajar en una biblioteca no es tan interesante ni divertido como lo es acudir a ella para nutrirse de la sabiduría que emana de los libros que allí se contienen». De hecho, en cuanto pudieron «se alejaron de ese ámbito laboral, que tanto les aburría y que aceptaban no solo como un modo de ganarse la vida, sino como un pretexto para colmar sus ansias de conocimiento».

  8. Gloria Fuertes

    Gloria Fuertes - ABC

    A finales de la década de los 50, Gloria Fuertes (1917-1998) comenzó a trabajar en la biblioteca del Instituto Internacional. De hecho, en el primer poema de «Todo asusta», el poemario que había publicado en 1958, asegura: «Dios me hizo poeta y yo me hice bibliotecaria». Gracias a su trabajo en la mencionada biblioteca (ubicada en la madrileña calle Miguel Ángel), Gloria pudo abandonar su ocupación como taquígrafa, «la cual aborrecía, y dedicarse a los libros, que eran su verdadera pasión». En «El escritor en su paraíso» (Periférica), Ángel Esteban explica cómo «aquella fue una de las épocas más felices de su vida». «Con su simpatía habitual (...), constantemente aconsejaba a los lectores sobre los textos que iban a ser más beneficiosos para sus intereses» y en muy poco tiempo se convirtió en el alma de la biblioteca. Un rol que también ejerció, en la primera mitad de los sesenta, en las universidades americanas. A su regreso a España, «Gloria Fuertes se lanzó a las llanuras, como don Quijote, a regalar libros a los niños, a enseñarles a leer y entusiasmarles con la lectura, y a tratar de paliar un poco el enorme analfabetismo que sacudía a la España de la posguerra ».

  9. Johann Wolfgang von Goethe

    Johann Wolfgang von Goethe - ABC

    Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) fue gestor e inspector general de la b iblioteca de la Duquesa Ana Amalia de Weimar , la misma que ardió en 2004 llevándose consigo casi cuarenta mil obras de valor incalculable. Según explica Ángel Esteban en «El escritor en su paraíso» (Periférica), entre los libros más reseñables de la mencionada biblioteca «destaca una colección amplísima de obras de Shakespeare y la mayor colección del mundo de obras de Fausto». Goethe, consciente de la importancia de la institución, la gestionó con un esmeró que casi rozaba la devoción. Desde el principio, su principal preocupación fue conseguir nuevos fondos y mejorar el servicio. Entre las consecuencias que tuvo su trabajo en la biblioteca, Esteban destaca «el sedentarismo»: Goethe «decidió abandonar sine die ese estado de continua peregrinación por Europa, y dedicarse casi exclusivamente a todas sus múltiples labores relacionadas con los libros».

  10. August Strindberg

    August Strindberg - ABC

    La relación de August Strindberg (1849-1912) con las bibliotecas se debió solo a razones económicas. A finales de 1874, después de trabajar como periodista varios años, el autor sueco solicitó un puesto como bibliotecario asistente en la Biblioteca Real . Como advierte Ángel Esteban en «El escritor en su paraíso» (Periférica), pese al poco dinero que ganaba (le costó trabajo conseguir el puesto debido a que no tenía estudios superiores y tampoco había trabajado previamente en el sector), su trabajo en la Biblioteca Real le reportó «satisfacciones invaluables» que repercutirían en su futuro como escritor de prestigio: tiempo libre y la posibilidad de disponer de los tesoros de una de las grandes bibliotecas europeas. Entre esos tesoros destacaba el «Codex Gigas» , cuya leyenda fascinaba al autor sueco, al igual que a Borges y a todos los escritores que alguna vez sintieron interés por «el ocultismo, el misticismo y la alquimia». Esteban asegura que «Strindberg no fue un gran bibliotecario, pero gracias a los libros de la Real obtuvo muchos temas que lo han encumbrado como uno de los mitos literarios de su país».