Lorenzo Silva: «Me fascina que políticos imputados conserven su escaño»
Publica un nuevo caso de Chamorro y Bevilacqua sobre la corrupción política
Lorenzo Silva: «Me fascina que políticos imputados conserven su escaño»
A Lorenzo Silva (Madrid, 1966) se le ocurrió el comienzo de su última novela mientras estaba en el aeropuerto de Nueva York. Hoy, varios meses después, lleva a la UCO (Unidad Central Operativa de la Guardia Civil) una decena de ejemplares para repartir entre sus ... conocidos. Después de 14 años trabajando con la Benemérita para dar a sus novelas el empaque necesario, reconoce que «se han convertido en amigos». En un despacho de esta unidad especialista en homicidios y terrorismo, hablamos de corrupción, de política... y de la conjunción de ambas.
—Cuando uno lee por primera vez un libro de Lorenzo Silva no sabe si está ante un guardia civil que escribe o ante un escritor que anhela ser guardia civil. ¿Quién es Lorenzo Silva?
—Es un escritor, un narrador y casi fundamentalmente un novelista. Yo realmente nunca he querido ser guardia civil, aun siendo hijo de militar y nieto de policía. Eso formaba parte de mi tradición familiar, pero en mí tiró mucho más la literatura. Yo soy básicamente un novelista que intuyó que un guardia civil en la España del siglo XX al XXI era un buen personaje literario, completamente desaprovechado, además.
—¿Cuánto hay de Rubén Bevilacqua en Lorenzo Silva?
—Creo que con el tiempo un personaje de ficción, cuando convives mucho con él, acaba aportándole más al autor que el autor al personaje. Yo me dedico a un oficio muy raro, sobre todo en el país en el que vivimos. Y tengo un modo de vida muy raro porque yo tenía un trabajo fijo con Seguridad Social, plan de pensiones, plaza de parking... ¡Tenía hasta la luz gratis! Porque trabajaba para una eléctrica. Un día decidí renunciar a eso y quedarme a la intemperie. No tengo nada seguro a fin de mes. Cuando tú estás veinte años con unos personajes, a través de sus ojos ves cosas que no habrías visto y que condicionan incluso tu propia percepción de la realidad.
—¿Cuándo decidió saltar del barco?
—Tiene fecha. Me fui de la empresa con una excedencia de paternidad cuando nació mi segundo hijo en 2002. Me fui con una excedencia de un año que dura ya doce, no creo que pueda volver (se ríe).
—¿Qué opinión le merecen los resultados de las elecciones europeas?
—Han pasado muchas cosas. En 2011 había gente que podía tener dudas, pero en 2014 muchos han llegado a la conclusión de que esta gente no vale. Ha sido una deserción en masa, un aviso tremendo.
—¿Por qué eligió la corrupción para sus últimas novelas?
—Me fascina que políticos imputados por un juez conserven su escaño o su puesto de gobierno. Vamos a ver, a la gente no se la imputa porque sí. Luego puede ser absuelto, perfecto. Pero que a usted le imputen significa que, con muchísimas probabilidades, tiene una responsabilidad política. A lo mejor no penal, pero política... Yo me pregunto qué pensarían esos políticos si al profesor de uno de sus hijos lo imputan por un delito de pedofilia y, mientras se le sentencia, sigue cuidando de su hijo por la presunción de inocencia. Es como ser delantero y tener una fractura de peroné. No puedes jugar, mala suerte.
—¿Hay corrupción también en la literatura y en los premios?
—Hay corrupción en todas partes. Mire, yo soy jurado de bastante premios y he ganado alguno. A mí nadie me ha prometido ni comprometido un premio nunca. Bueno, miento, lo hizo una persona y le dije que no contara conmigo. Lo hizo además con un libro que no había escrito. También me han dicho varias veces «a mí me vendría bien que te presentaras»... y luego el premio se lo ha llevado otro. Y en los jurados en los que yo he estado sí he vivido algún amaño, momentos en los que me he quedado sospechosamente solo defendiendo un libro. Y he estado en un jurado que daba un premio de 50.000 euros y he visto a un autor muy consagrado y cómo un chaval de treinta años se lo ha quitado con el voto de cuatro quintas partes del jurado. Un premio otorgado por un gran grupo editorial.
—¿Usted vota?
—Sí, yo voto. Creo que hay que votar. Siempre pienso en mi abuelo el policía, que cometió el error de seguir obedeciendo a su Gobierno y no pudo votar hasta que tuvo casi 80 años. No estoy muy identificado con alguno de estos partidos que han surgido estas últimas elecciones, aunque me pueden parecer una forma de decir a aquellos que a lo mejor están más llamados a la responsabilidad: «Dejad de hacer el idiota».
—¿Qué se trae ahora entre manos?
—Pues una historia de amor. No puedo contar mucho, pero digamos que son dos personajes que viven en la España actual y son muy diferentes entre sí. A mí me gustan las historias de amor asimétricas, aunque los dos tienen algo en común: pertenecen al colectivo de los descartados. Este país, en los últimos años, ha amortizado antes de tiempo a mucha gente.
-¿Escribiría, después del intenso trato que ha tenido con miembros de la Guardia Civil, una gran biografía sobre Luis Roldán?
-No, Luis Roldán no. Tengo en mente una biografía de un tipo que también es Guardia Civil, muy poco conocido y que seguramente escribiré no tardando mucho. No puedo decir quién es. Le intentaré dar una forma novelada pero intentaré contar todo lo que sé de este personaje, sin inventar nada. Es un personaje importante y muy significativo del que, sin embargo, no se sabe casi nada.
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