«Eterno reposo», por Vasili Grossman
Te adelantamos en primicia uno de los cuentos inéditos de «Eterno reposo y otras narraciones», que se publica el próximo 20 de noviembre
POR VASILI GROSSMAN
Desde el cementerio Vagánkovskoie,1 situado juntoa las vías de la estación de Bielorrusia, se puede ver através de los arces que crecen allí cómo pasan a todavelocidad trenes con destino a Varsovia y Berlín, las ventanillas relucientes de los vagones restaurante, los trenes expreso ... de color azul que circulan entre Minsk y Moscú, además de oír los frecuentes silbidosde los trenes de cercanías y notar cómo tiembla la tierra al paso de los pesados convoyes de mercancías.
Cerca del cementerio discurre la carretera Zvenigoródskoie, transitada por turismos y taxis de carga que transportan bártulos a las dachas de los alrededores. Junto al cementerio se encuentra el mercado del mismo nombre. Desde el cielo llega el estrépito provocado por los helicópteros que sobrevuelan la ciudad, al tiempo que resuena, ampliada por la megafonía, la voz nítida del jefe de la estación, encargado de componer los convoyes que parten de la estación.
En el cementerio, mientras tanto, reinan la paz y el descanso eternos.Los domingos de primavera cuesta encontrar plazas libres en los autobuses urbanos que se dirigen allí. Las multitudes van a pie hacia el cementerio desde la puerta de Presnia, enfilando la calle de 1905 y dejandoatrás los bloques de pisos de reciente construcción,las desvencijadas casuchas de madera, la escuela de radiotécnica y los cofres en que guardan susmercancías los vendedores del mercado Vagánkovski.Van cargados de palas, regaderas, sierras, pinceles,cubos de pintura y bolsas de redecilla llenas de comida: ha llegado el momento de empezar a remozar las tumbas y renovar los parterres maltratados por el largo invierno.
Tradicionalmente en los cementerios rusos las tumbas están rodeadas de vallas. En el interior hay cruces y monumentos, y es costumbre plantar flores frescas alrededor. Los cementerios se sitúan habitualmente en los bosques, en medio de árboles y vegetación. En las puertas del cementerio, los ríos humanos confluyen y forman una confusión babilónica, que estorba la entrada de coches fúnebres que traen a nuevos inquilinos. ¡Cuánta luz primaveral, cuánto fresco verdor, cuánto rostro animado y conversación ordinaria, y cuán poca tristeza se respira allí! Al menos, ésa es la impresión que da. Se percibe olor a pintura, se oyen golpes de martillo y el crujir de las carretillas que transportan arena, césped y cemento: las obras en el cementerio están en curso.
Personas con guantes de lona trabajan a conciencia y con entusiasmo: algunos canturrean, otros intercambian frases con los que se afanan a su lado. Mientras una mamá pinta la valla de la tumba deldifunto papá, la hija trata de dar una vuelta alrededor de la sepultura a la pata coja, procurando no tocar el suelo con el otro pie.
–¡Qué calamidad de niña, tiene toda la manga manchada de pintura! –se lamenta la madre.
Un poco más allá ya han terminado su tarea: la valla y el cipo están pintados de un horrible color dorado, han desplegado un mantelillo sobre el bancoy el grupo está comiendo. Las voces suenan excesivamente estridentes, los rostros de expresión simplona han enrojecido, de pronto estalla una risa general. ¿Se habrán dado cuenta de lo impropio de su comportamiento y se habrán vuelto para mirar la tumba en actitud contrita? Nada de eso. El muerto se lo perdonará, sin embargo, complacido por el buentrabajo de pintura que han hecho.
Es agradable trabajar un rato al aire libre, plantando flores y arrancando las malas hierbas que echan raíces en la tierra del cementerio. ¿Dónde puede ir uno un domingo? ¿Al zoológico? ¿Al parque Sokólniki? Uno se lo pasa mucho mejor en el cementerio, donde puede trabajar sin prisas y respirar aire fresco. La vida es poderosa: al irrumpir en el cementerio ha logrado imponer su dominio sobre él, convirtiéndolo en una parte de sí misma. Allí, las pasiones y los conflictos de intereses se dan en la misma medida que en un lugar de trabajo, un apartamento comunal o el mercado situado cerca.
–Se lo digo yo, el cementerio Vagánkovskoie no se puede equiparar con el de Novodévichiye. Aunque aquí también están enterradas algunas personas de renombre: el pintor Súrikov; Dal, el autor del célebre diccionario; el catedrático Timiriásev; Yesenin... Hay tumbas de generales, de viejos bolcheviques:Bauman, cuyo nombre lleva todo un distrito de Moscú, está enterrado aquí, poca broma... También está Chikvidse, el legendario comandante de división, héroe de la guerra civil. Y en la época de los zares, no era infrecuente que, aparte de mercaderes, se enterrara aquí a prelados.
Conseguir un permiso de entierro en el cementerioVagánkovskoie no es menos difícil que obtener residencia permanente en Moscú para los que llegan a la capital procedentes de provincias. Los argumentos esgrimidos por los familiares de los difuntos ante el gerente del cementerio –de cutis rojo oscuro, con kubanka y chaqueta de cuero con cremallera– son similares a los que se ven obligados a escuchar todos los días los funcionarios de la policía moscovita encargados de gestionar la concesión de permisos de residencia.
–Camarada gerente, ¡ya me dirá cómo voy a enterrarlo en el cementerio de Vostriakovo, cuando las tumbas de su madre y de su hermano están aquí, en el Vagánkovskoie!
–No puedo hacer nada por usted– se excusa el funcionario, tal y como lo haría cualquier funcionario que negara el padrón municipal a un solicitante–. Las directrices del soviet de Moscú son muy claras al respecto: el cementerio dispone de plazas limitadas, no se conceden más permisos.
A alguno le tiene que tocar ser enterrado en el de Vostriakovo ¿no lo cree? Ese rigor tocó techo la víspera del Festival Internacional de la Juventud de 1957. Había corrido el rumor de que un grupo de creyentes, participantesdel festival, efectuaría una visita al cementerio, por lo que el personal se partió el espinazo para adecentarlo. La peor parte de aquella «puesta en orden» se la llevaron los pordioseros que infestaban el cementerio:cantantes vagabundos, tullidos, chiflados, ciegos, mutilados de la Gran Guerra, deficientes mentales...Cumpliendo la orden extendida para tal ocasión, la policía los cargó a todos ellos en coches y se los llevó de allí.
Durante aquellos días, en las oficinas del cementerio se respondía invariablemente a los solicitantes:
–Vuelva usted cuando haya terminado el festival.
Pero el festival ha terminado y la vida del cementerio, ahora remozado, ha vuelto a la normalidad. El gerente del cementerio y sus colaboradores más inmediatos vuelven a ser asediados por los solicitantes:
–Necesitamos el permiso...
Pero no hay nada que hacer: las plazas siguen siendo limitadas, los muertos no paran de llegar y nadie quiere ir a enterrar al suyo en Vostriakovo. Los solicitantes insisten, amenazan, lloriquean. Los hay que presentan solicitudes cursadas por instituciones u organizaciones sociales, alegando a favor del difunto que era un profesional insustituible, excelente activista, titular de una pensión al mérito personal, veterano de guerra, viejo bolchevique. Otros intentan hacer valer sus contactos o hacen trampas, pero los de la oficina acaban por desenmascararlos:
–Usted solicitó que la enterraran al lado de su marido, pero resulta que se había casado con éste enprimeras nupcias antes de contraer matrimonio en otras dos ocasiones. ¡Un poco de decencia, por favor!
Ciertas personas buscan a alguien a quien sobornar con dinero o abundante bebida. De ésos, unos se esfuerzan por untar la mano al jefe y otros procuran comprar los favores de los cavadores de tumbas. Para enterrar a sus muertos, algunos actúan con descaro, como quien se instala en una habitación sin haber pedido permiso para emprender luego una batalla interminable y tediosa que busca legalizar la ocupación. Existe una disposición legal que obliga a arrasar tumbas abandonadas para realizar en su lugar nuevos enterramientos. Este asunto genera grandes pasiones, las mismas que puede provocar la superficie habitable en la que no acierta a extinguirse la vida de una anciana solitaria.
Una vez obtenida la autorización para llevar a cabo esta clase de enterramiento, puede suceder que, dentro de la misma fosa, el féretro se coloque sobre otros dos que estaban allí antes, de suerte que, a veces, quedan enterrados juntos, uno encima del otro, un mercader anónimo, un revolucionario idealista azote de la burguesía, caído en el olvido lo mismo que aquél, con una escarapela roja a medio podrir sobre el pecho, y una empleada pública, jefa de la sección secreta del departamento de personal. ¿Quién será el siguiente? ¿Cuál es la razón de que a tanta gente le atraiga pasar el tiempo en los cementerios? Es evidente que su abundante vegetación o la posibilidad de entregarse a las labores de jardinería, carpintería y pintura no son el único reclamo.
Éstos últimos son unos atractivos más bien secundarios, superficiales; el motivo principal, como no podría ser de otra manera, está oculto; su raíz es más profunda. Con frecuencia, las personas que acuden al cementerio para tramitar permisos de entierro llegan allí tras noches en vela, mortificadas por la pena y, a menudo, por remordimientos imposibles de aplacar. Se trata de un trámite costoso y humillante. Mientras dura, un sentimiento de disgusto hacia el difunto asalta de vez en cuando a los familiares, que piensan: «Diantres, a él ya le da igual. Con todo lo que sufrimos mientras agonizó, sin poder dormir por las noches. Cuántas veces corrimos a buscar a la farmacia bolsas de oxígeno, llamamos a la ambulancia, compramos fruta y medicinas para él. Y aun muerto, nos sigue dando problemas».
Entre tanto, los asiduos al cementerio consuelan a los novatos: «No hay por qué preocuparse, todo se arreglará. Aunque son unos burócratas, siempre acaban por conceder el permiso; hasta ahora no se lo han negado a nadie». Ciertamente, el permiso acaba siendo concedidoy el muerto, enterrado. Al son del ruido que producen los terrones al golpear contra la tapa del ataúd, una sensación de paz y alivio penetra como un fino rayo de luz en los corazones inflamados por la pena de los familiares del difunto. Ya está, muerto y enterrado...
Ese ligero alivio constituye el germen del que brota la nueva relación que unirá, a partir de entonces, a la persona finada con sus seres próximos. Es la misma luz fina que guía a las multitudes humanas que invaden los fines de semana los cementerios para desplegar allí una animada labor de acicalamiento de las tumbas. Pero, ¿cómo evoluciona ese germen? Para seguir su desarrollo y comprender el modo en que el sufrimiento desgarrador provocado por el eterno adiós a la persona querida deviene en un placenteropasatiempo dominguero, es preciso abandonar por un momento el cementerio para trasladarse a la ciudad.
Las relaciones entre personas próximas raras veces son absolutamente transparentes, inequívocas, lineales o, por decirlo así, de una sola dimensión. Son edificaciones de muros gruesos, con sótanos profundos, alcobas oscuras y de ambiente cargado, con superestructuras y anexos. ¡Qué de cosas suceden en todos esos cubículos,pasillos, subsuelos y desvanes! ¡Qué de cosas han visto y oído los muros incorpóreos de los edificios ocultos en los corazones humanos! Luz, reproches despiadados, el deseo eternamente insatisfecho, el hartazgo, la verdad, las ganas desaforadas de quitarse al otro de encima, la roncería mezquina año tras año, la cicatería, el odio terrible guardado en secreto, reyertas, sangre, la mansedumbre.
A todo el mundo le conmociona la noticia de que un hombre, junto con su esposa, ha asesinado a lamadre de éste para ampliar a sus expensas su espacio vital. Otro caso: dos hijas tumbaron a la madre sobre un sofá con el objetivo de robarle y procedieron a verterle en la boca agua hirviendo. A un obrero le tocaron veinticinco mil rublos en la lotería y corrió a comunicar la buena nueva a la esposa. Cuando ambos llegaron a casa, cayeron en la cuenta de que su hija de tres años había hecho cenizas el billete premiado. El padre, ofuscado, le cortó a la niña las dos manos con un hacha. Son aberraciones terribles e insólitas, desdeluego, aunque no por eso dejan de ser parte de la vida.
Sin embargo, a veces uno tiene la sensación de que los ríos quedos de la vida son aún más aterradores. He aquí un matrimonio que convive durante decenios en una habitación de un piso comunal. A lolargo de todos esos años el marido se ausenta, ya por el día ya por la noche, ya los días de fiesta, porque tiene una relación extraconyugal. La legítima esposa calla, y él también; pero cuánto sufrimiento provoca a los dos el reproche mudo de ésta, su sonrisa lastimera, sus intentos de tapar la vergüenza delante de los hijos y los conocidos, su solicitud resignada para con él. A ratos, el hombre se horroriza ante la situación, pero ¿cómo arrancar de su corazón a esa otramujer a la que ama y que le espera con su sonrisa igualmente lastimera, de culpa e impotencia, y con sus reproches mezquinos?
Una suegra y una nuera tienen una buena relación,tranquila y sin sobresaltos. Esa armonía descansa en el hecho de que la anciana haya cedido su habitación independiente a la joven pareja, a cambiode trasladarse a una de paso. Más tarde les dejó su cama para acabar durmiendo en una plegable. Después llegó el turno del armario, que fue a parar a la nuera, mientras la vieja trasladaba su ropa a una caja de contrachapado colocada en el pasillo. Como a la nuera no le gustaban las plantas, porque según ella cargaban el ambiente, la suegra tuvo que desprenderse de sus pitas y ficus, que había cuidado durante años. En una ocasión, a la nuera le advirtieron que el gato de la casa podía contagiarle a Svétochka, su hija, unos parásitos, por lo que la anciana se tuvo que desprender también del viejo animal, que había llegado a aquella casa cuando Andréi, el papá de Svétochka, era todavía un niño al que todos llamaban cariñosamente Andriusha. La vieja envolvió al gato en un pañuelo limpio y lo llevó a sacrificar. Lo que más le afectó fue que el animal, absolutamente confiado, dormitara tranquilamente en sus brazosdurante su último viaje. Con todo, la anciana no se pronuncia y su hijo, tampoco. Ella se da cuenta de que él la rehúye, al tiempo que él es consciente de su indefensión. Viendo la impotencia del hijo, la anciana asiente con su cabeza temblorosa de pelo blanco en actitud conciliadora, mientras oye durante horas su apresurado y servicial «Mílochka, cariño...» dirigido a la esposa.
Un hombre, ahora ya mayor, se ha desvivido toda su vida por la familia: hacía horas extras en el trabajo, prefería recibir una compensación en dinero antes que coger vacaciones, hacía guardias los días festivos y en Nochevieja porque se pagaban el doble, no salía con los compañeros ni para tomar una cerveza. «Se ve que eres el más necesitado», le decían suscamaradas. «Tengo familia, qué se le va a hacer», se justificaba él, incómodo. Sin duda su familia era numerosa, pero aun así jamás le había faltado comida y ropa, y todos los hijos fueron a la universidad y se independizaron.Ahora el viejo está paralítico. Sus hijos intentaron por todos los medios que lo admitieran en algún hospital especializado pero no lo consiguieron. No les queda otro remedio que tenerlo en casa, darle de comer como a un niño pequeño, hacerle la cama y cambiarle el bacín. No puede moverse y ha perdido el habla, aunque conserva la vista y el oído, por lo que es capaz de ver las caras de sus hijos y oír lo que dicen.
–¿Por qué al abuelo se le caen todo el tiempo unas lagrimitas de los ojos? –preguntó en una ocasión uno de los nietos.
–Tiene los ojos enfermos –fue la respuesta.
En realidad, el viejo llora porque la muerte, cuya llegada implora en silencio, no acaba de llegar. El hijo único de una familia de obreros es deficiente mental. Tiene dieciséis años, no sabe vestirsesolo y articula a duras penas las palabras más elementales. Una sonrisa quieta, de expresión mansa, permanece a todas horas en su rostro. La posibilidadde que su hijo les sobreviva aterroriza a los padres: ¿quién se hará cargo de su pobre Sáshenka cuando ellos no estén? Pero también les provoca terror pensar que ese ser desvalido, por quien sienten un amor especial, tierno y doloroso a la vez, se muera y les abandone para siempre. Sin embargo, eso no les impide desear su muerte porque no quieren que se quede solo en el mundo, sin nadie que le cuide, en caso de que ellos fallezcan antes. La conciencia de ese deseo los tiene horrorizados. Los médicos habían diagnosticado a una mujer cáncer de estómago con metástasis. Su agonía fue desgarradora; se pasaba día y noche aullando y agitándose a causa del dolor, mientras maldecía a la hermana mayor, que no se apartaba de su lado.
El dolor y las tormentas son inseparables de la vida humana, aunque no toda ella es dolor y tormentas. A veces parece que los sucesos cotidianos de lavida, relacionados con el trabajo, el amor y la amistad, son tan difíciles de sobrellevar como sus tormentas. Una familia goza de una situación económica holgada,lo cual, sin embargo, no la pone a salvo de lasfatalidades, complicaciones y malentendidos de lavida. El padre se siente ultrajado por el pragmatismo de los hijos, la actitud autosatisfecha del hijo mayorante los éxitos cosechados, sus contactos con personas útiles y bien posicionadas, su desinterés por los libros y la naturaleza, y su ventajismo. Le resulta humillante el matrimonio calculadamente interesado de la hija, que le ha abierto las puertas al decoroso mundo de la aristocracia soviética. ¡Qué banal llegóa mostrarse en el seno de su nueva familia, al tratar asuntos de pisos, dachas y coches! ¡Y él que la había llamado cariñosamente Aliónushka cuando eraniña, creyendo que desarrollaría con el tiempo una conciencia e ímpetu dignos de Sofía Peróvskaia!
La madre, por el contrario, está encantada con los éxitos de los hijos. «Me diste mala vida con tus desvaríos; nuestros hijos, en cambio, viven bien, como tieneque ser. No entiendo por qué estás molesto», lereprocha. Y él, que se da cuenta de todo, se ve en un callejón sin salida, con pocas ganas de seguir viviendo.
Otra pareja, aparentemente muy bien avenida; ambos se dedican a la ciencia, tienen un coche, practican el alpinismo, están muy unidos y viven intensamente. Él es sólo licenciado y ella es doctora en Ciencias. Ella fue invitada a una recepción en el Kremlin, y en la tarjeta de invitación especificaba que podía ir acompañada de su marido. Esa anécdota provocó la hilaridad de la pareja y la de sus amigos. Con ocasión de un cumpleaños de ella, el presidente de la Academia de Ciencias la felicitó con un telegrama. Allí donde aparecen juntos en público, la gente muestra interés por ella, y él queda relegado a un segundo plano. Al final, su aplomo terminó por irritarle: ¿acaso creía que el mero hecho de ser su marido le hacía feliz? Se sintió humillado, pero no fue por eso por lo que tuvo un romance con una chica atractiva, estudiante de posgrado. ¡Se enamoró de verdad! La esposa, por su parte, no se dio cuenta, pues estaba segura de su fidelidad. Sin embargo, Dios mío, cómo le dolió más tarde encontrar una nota que él había olvidado por descuido. Cómo lloró entonces; incluso quiso suicidarse tomando Luminal. Él también lloró y le rogó que le perdonara, y entonces ella le dijo: «Ahora lo comprendo. Soy una tonta, no valgo un dedo tuyo; eres lo que más meimporta en la vida». Al decírselo, estaba convencida de que en realidad él no se había enamorado de otra, sino que sólo le había puesto los cuernos para vengar su humillación. El hecho de que él, que no destacaba en nada, hubiera podido serle infiel a una persona tan brillante como ella, que además lo quería tanto,fue quizá lo que más le fastidió. Al principio él se desconcertó y se mostró arrepentido, pero más tarde entrevió en el dolor de ella algo problemático e insultante para él. Nada bueno espera en el futuro a esa pareja, únicamente la misma confusión sin remedio.
Una mujer se ha casado en segundas nupcias. Su primer marido murió en la guerra. Había tenido una hija con él. El padrastro se muestra hostil con la niña; no dice una palabra en presencia de ésta. Años después, la hijastra se casa y tiene un hijo. El padrastro prohíbe a la esposa ver a la hija y al nieto, pues éste último se parece físicamente al abuelo caído en la guerra. Cuando sale de viaje, nunca dice cuándo volverá, pues pretende coger a la mujer por sorpresa en caso de que invite a la hija y al nieto a pasar la noche en casa. Celoso como está, sufre y hace sufrir a los demás. Mientras tanto, las fuerzas de los esposos van menguando, el pelo se les ha vuelto completamente gris, pero la complicada situación en que está sumida la familia no tiene visos de mejorar. Se podría argumentar, desde luego, que las relaciones de familia no tienen por qué ser necesariamente intrincadas y conflictivas. Está claro. Pero, Dios mío, qué hastío feroz corroe en ocasiones al alma en el mismo seno de una vida familiar sencilla y tranquila.
He aquí un cabeza de familia, padre y marido. Al regresar a casa, sube la escalera gastada de siempre,con un escalón partido, penetra en la penumbra delpasillo donde aspira la atmósfera polvorienta conolor a trapos viejos y bacalao frito en aceite de girasol mientras contempla sobre el lavamanos restos de una pastilla de jabón y la toalla permanentemente húmeda que cuelga de un clavo. Luego se sienta a comer en compañía de su mujer. El menú es el mismo de siempre, como son los mismos el hule de la mesa, el dibujo azul del borde del plato y el tenedor con las púas dobladas hacia dentro. Los esposos jamás discuten ni se mienten el uno al otro; sus puntos de vista sobre la vida coinciden y concuerdan por completo. Pero, Dios, qué aburridos están: se pasan horas en silencio, sin ganas de conversar, pues no tienen de qué hablar. Cuando están separados, pensar en el otro les produce tedio, y cuando salen a pasear juntos, todo lo que ven –las flores de los bulevares y las nubes durante la puesta de sol– se vuelve insoportablemente insulso por el solo hecho de caminar el uno al lado del otro. También se aburren cuando, al despertarse en mitad de la noche, oyen los resoplidos y el farfullar en sueños del otro.
–¿Qué habías comido antes de acostarte? Menudo olor dejaste durante la noche...
–Nada especial.
«Eso digo yo, nada especial.» ¿Es posible que la irrupción de la muerte eterna sea preferible al eterno aburrimiento?
He aquí un túmulo. Una mujer planta nomeolvides sobre la tumba de su marido. Ahora, por lo menos, éste ya no podrá abandonarla por otra. Todo está en paz. Quizá sería mejor, piensa ella, plantar unas trinitarias. Ha perdonado al muerto, y ese perdón la ennoblece. Cerca de ella, una joven pareja pinta con gran amor la valla de una tumba. Mientras trabajan, intercambian frases con la viuda, que ya está al tanto de que la difunta anciana adoraba los gatos y los ficus, y no escatimaba nada a su hijo y su encantadora mujer.El ambiente es sosegado y sencillo, el cielo es azul; un gorrión joven, cuya garganta aún no ha probado el aire cortante de enero, pía con su vocecita cristalina mientras sobrevuela la tumba. Han desaparecido para siempre los ojos de la anciana, llenosde locura y de dolor. Como tampoco existen ya los ojos llorosos del viejopostrado por la parálisis.El sosiego emana del túmulo sobre la tumba deljoven deficiente mental, cuya muerte acabó con la congoja atroz y el miedo de sus padres. Las trinitarias, las margaritas, las nomeolvides.«Sufrió mucho, la pobre», dice una mujer mayorhablando de su hermana. Se queda mirando la tumba. La luz del sol atraviesa el follaje joven de los árboles y se posa en franjas claras sobre el suelo. Reina un silencio total, y las relaciones entre los vivos y los muertos resultan reposadas y fáciles.
–Luego plantaré unas capuchinas, cogen bien éstas.
No queda ya ninguna barrera entre los amantes esposos, nada estorba su amor: ni los celos, ni los miedos ni la aversión hacia el niño, al que tanto adora la abuela.Descansa en paz, querido amigo; siempre te tendremos presente.
Se está bien en el cementerio. Todos los enredosdolorosos de antaño devienen allí claridad. En el cementerio, los allegados de los difuntos evocan su existencia póstuma como una vida peculiar,justa y diáfana, y establecen con éstos una relación de lo más tierna.
Ese marido que regresaba con sensación de desganay agobio a casa del trabajo disfruta ahora de lacompañía de su mujer: todos los días festivos visita su tumba en el cementerio. Qué deleite de vegetación, qué cuidados gratos y sencillos, cuántas personas agradables –visitantes asiduos de los enterramientos próximos– encuentra allí. Él les habla de ella, piensa en ella. Recordarla, pensar en ella ya no le causa aburrimiento. Su vínculo ha experimentado una renovación. ¿Quién ha dicho que no hay nada más precioso que la vida y asegurado que la muerte es espantosa? Ahí van, armados de palas, sierras, martillos y pinceles, muchedumbres de hacedores de una vida nueva y mejor. Su mirada se dirige hacia adelante. En medio de la ciudad, con su vida dura y agotadora, el cementerio es un remanso de paz. Ese abismo que había separado al padre de sus hijos prósperos y mediocres ¿podría haberse salvado en su momento? Ya no existe tal abismo.
–Descansa en paz, querido maestro, padre, amigo...
Mientras adecentan la tumba del padre, los hijosintercambian impresiones acerca de sus propios asuntos, viajes, conocidos. El padre, mientras tanto,sigue presente, aunque es una presencia benevolente y tranquilizadora, sin las miradas de pena, lástima o reproche que les dirigía en ocasiones. Huyendo de la urbe, multitudes de personas enfilan las puertas del cementerio. Cuando contemplan, víctimas de la desesperación y el agotamiento, el verdorapacible de las tumbas en que están enterrados sus padres, madres, maridos, esposas o hijos, la esperanza penetra en su corazón. Si van allí es para construir una relación nueva que los una con los seres cercanos que han muerto, una relación menos tormentosa que la que tuvieron mientras éstos vivían.
«Eterno reposo», por Vasili Grossman
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