Nick Hornby: «Quizá en doscientos años seré un autor serio, como Charles Dickens»
El escritor británico, autor del superventas «Alta fidelidad», participa hoy en el Festival la Risa de Bilbao
itziar reyero
Una se imagina a Nick Hornby (Reino Unido, 1957) sentado tras un biombo en su piso londinense, mientras al otro lado su batallón de lectores desfila sobre el diván buscándose a sí mismos a través de sus lecturas. El exitoso autor de ... «Alta fidelidad» o «Fiebre en las gradas» sigue deleitándose diseccionando al hombre moderno en sus miserias, sobre el manejo de materiales altamente populares como el fútbol, la música o las series de televisión , sobre la que girará su futura novela. Sus obsesiones -la inmadurez, la culpa, la búsqueda de certezas- y una carcajada casi nerviosa acompañan a este fino analista de lo cotidiano en su debut hoy en el festival literario La Risa de Bilbao.
-Su equipo del alma, el Arsenal, ganó el domingo y lidera la Liga inglesa. ¿Le hace eso feliz?
-¡Sí, sí! Es una bonita sorpresa, pero es septiembre. Habrá que ver en mayo.
-Se lo pregunto porque es un maestro en retratar la búsqueda de la felicidad en cosas triviales, como el fútbol o la música. ¿Por qué no escribir sobre negocios o la política?
-Bueno -ríe-, escribo sobre lo que soy bueno. Y porque creo que nadie había afrontado estos temas como se merecían. Quería defender las cosas que me apasionan. Y eso de que son triviales... Soy un relativista. No diferencio entre música pop, televisión, literatura o arte. No jerarquizo. Aceptaría que la música pop es un asunto trivial si también la pintura o la literatura lo son.
-¿No esconderá una razón alfabetizadora de atraer a la masa al leer?
-No es algo consciente. Pero conocía a mucha gente inteligente, que sabe de política y de economía, pero que también ama el fútbol y la música, al mismo nivel, y siempre son relegados. Yo quise reflejarles a ellos en mis libros.
-Le clasifican como un «escritor pop». ¿Puede decir qué es eso?
-¡No tengo ni idea! Quizá solo si tus personajes escuchan pop y ven la televisión tú ya eres un escritor pop.
-¿Cree que le relegan así del panteón de grandes escritores serios?
-No me preocupa... (Se lo piensa) No quiero hacer una comparación entre su escritura y la mía, pero Dickens nunca tuvo críticas serias en su vida. Fue un gran autor «pop». «Casa desolada» nunca obtuvo una crítica en los periódicos de la época, porque todo el mundo leía sus libros. Me gusta pensar que soy Dickens, ¡y a lo mejor lo soy! Quizá en doscientos años seré un autor serio, no sé, nadie lo sabe. Pero sí sé que no puedes sobrevivir como autor después de la muerte si en vida nadie te lee.
-¿Pero hacer literatura irónica de lo cotidiano es un género menor?
-Lo que a mí más me preocupa es que la literatura seria está perdiendo su conexión con la audiencia, se margina. Aspiro a convertirme en parte de la conversación cultural. Porque en los últimos veinte años los libros no han sido parte central de la conversación cultural, y eso me entristece.
-Sus personajes tienen mucha carga psicológica. ¿Cree que hay entre sus lectores quien toma sus libros como manuales de autoayuda?
-Si lo hacen no creo que les lleven muy lejos, porque la mayoría de mis personajes no tienen solución. (Se carcajea). Pero creo que a la gente le divierte particularmente la reflexión sobre sí mismos, verse reflejados en lo que son. Por eso es tan importante no perder la conexión con el lector.
-¿Dónde puede hallar el hombre moderno las certezas necesarias para guiarse en la vida ahora que los viejos referentes pierden su categoría de verdad absoluta?
-Uno de los conflictos de nuestras sociedades modernas es que todas estas viejas certezas pierden ahora sentido. La Iglesia, los periódicos, el Gobierno... pierden credibilidad. Así que estamos en una era de caos intelectual, supongo, pero es bueno replantearnos ciertas cosas.
-Aborda el tema de la identidad desde los grupos, clubes de fútbol o subculturas musicales. Pero asistir a un estadio con la masa es renunciar a la individualidad. ¿Cómo manejar esta contradicción?
-Bueno, a todos nos gusta formar parte de un grupo. Y creo que una de las alegrías es que durante un par de horas renunciamos a ser nosotros. Es cansado ser uno mismo todo el rato (carcajada), olvidas problemas, renuncias al yo. Me gusta entregarme a aquello en lo que pierdo el control y, si el resultado no es bueno, da igual. Me encanta ser parte de la multitud, a veces.
-Cronista del alma humana, aborda la culpa, la inmadurez, la inseguridad. ¿A qué tiene miedo?
-A la muerte (carcajada). No, en serio. Siento todas estas cosas: la culpa, la inseguridad… Y, por supuesto, es algo que abordo en mis libros. Me interesan las imperfecciones del hombre, por qué fallamos. Es lo único real e importante. Porque todos fallamos en algo. La vida que vivimos no es la que esperábamos vivir. Y me gusta hacer bromas sobre eso. Es más fácil bromear sobre la culpa, el error y la inseguridad que bromear sobre el éxito.
-¿Reírse de las miserias de uno es la única forma de sobrevivir?
-Bueno, es mi única manera. La gente que no quiere reírse de estas cosas no me lee a mí (carcajada).
-¿Por qué esa obsesión de ser buenos, que traza con ironía?
-Son tiempos complicados. Las sociedades occidentales son ateas, algo que nunca antes pasó en la Historia. En este caos intelectual, no hay Dios, no hay autoridad… Está el tema de Bob Dylan: «Para vivir fuera de la ley, debes ser honesto». Creo que es lo mismo. Sin religión, la honestidad está en nosotros, decidir cómo vivir.
-¿Por qué no está en Twitter?
-¿Twitter? Porque lo odio.
-¿Por qué?
-Porque o te pasas el día pensando algo inteligente o divertido que poner o cuentas «¡oh, acabo de desayunar! Y bla bla bla»… No quiero hacer nada de esto. Me interesa como fenómeno ver cómo la masa reacciona de forma inmediata ante algo, como en el estadio. Pero no quiero participar ¡Encuentro difícil escribir, es un trabajo arduo! Y, si tengo algo inteligente o divertido que contar, prefiero reservarme esas tres líneas, quedármelas para mi novela o mi próximo guión.
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