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Santiago Castelo: «Intentamos que la experiencia no nos cargue de tristeza»

El director de la Real Academia Extremeña presenta esta tarde en el Instituto Cervantes su nuevo poemario «Esta luz sin contorno»

Santiago Castelo: «Intentamos que la experiencia no nos cargue de tristeza» jaime garcía

jesús garcía calero

Con exactas raíces biográficas, Santiago Castelo (Granja de Torrehermosa, 1948) acaba de publicar el libro de poemas «Esta luz sin contorno» (Luna de poniente). Con él pone término a una etapa dura, años en los que la vida y la poesía se tiñeron de insondable dolor, que simbolizaba su anterior poemario: «La hermana muerta» . El corazón se abre camino entre los versos que vuelven a florecer bajo esa luz especial, que ilumina la experiencia adquirida por el poeta en su noche oscura.

-Siempre habló de la fugacidad, pero hay menos amargura en su nuevo libro.

-El tiempo y la fugacidad de la vida, o la cercanía de la muerte, siempre fueron tema mío. Los años 2009-10 me marcan. Me quedo solo en menos de 10 meses, al perder a mi hermana y mi padre. En el libro anterior, «La hermana muerta», volqué toda la amargura. Pero es cierto que al ir pasando el duelo no quieres deprimirte, intentas seguir viviendo con todos esos anclajes que han sido tu vida pero vistos de otra manera. La mirada ya no es la misma. Cobras la conciencia de que te encaminas al principio de la recta final.

-Entonces, ¿cómo volver a hallar dulzura en las mismas claves?

-He sido siempre vitalista, pero la propia vida te zarandea. Hay una memoria dulce que recuerda todo lo anterior y quita lo malo, mantienes la esperanza apoyada en tus raíces, incluso las religiosas.

-El niño que fue se ha colado en su libro con su territorio mítico.

-El 8 de septiembre pasado, al volver a la romería de la Virgen de Guadalupe, toda una tradición para un Extremeño como yo, y después de lo que le contaba, volví a sentirme como cuando era muchacho, porque volvía solo. Encontré al niño que fui y eso es lo que te salva.

-Otro tema del libro es la vulnerabilidad que hallamos cuando creíamos estar seguros. Menudo regalo.

-La vida es así, con ratos buenos y malos. La experiencia te da una serenidad que tú intentas que no se sobrecargue demasiado de tristeza. Si piensas en los poemas del desaparecer; si empiezas a mirar tu propia biblioteca, si contemplas tus libros, tus papeles, tus recuerdos... y empiezas a verte tú en edad, piensas ¿y todo esto para qué, y todo esto para quién? Como tienes los pies en el suelo lo sopesas y lo llevas al verso. Se une a la esperanza. No solo religiosa, sino como parte de un hilo al que perteneces. Tal vez haya otro poeta, otra persona que un día venga y pueda leer tus versos, tus cosas, las cosas que marcaron la vida.

-Hay en estos versos nuevos el relato de un hombre maduro que a veces ve desmoronarse las torres de algunas certidumbres. ¿Siempre se puede recomenzar?

-Después de cumplir 50 años, cuando ya la muerte te ha acechado y se ha llevado a tantos que te rodeaban, cuando tu agenda se convierte en un huerto de cruces, porque has ido perdiendo amigos y escritores y personas que te acompañaban; y además cuando ya no te mueves con la rapidez de antes, con las ganas de comerte el mundo, paseas de otra forma, te crees curado de espanto, y un día vas por la calle... ¡ay si de pronto te llega una música o te llega un olor, qué melancolía! Las torres son frágiles.

-¿Cuándo le pasó por última vez?

-Anteanoche, con la canción «Bajo el cielo de Madrid», me retrotrajo a la infancia y entonces las torres se derrumbaron. Hay que recuperarse, si es que quieres seguir adelante.

-¿Por qué cantar a la poesía hortera? Hay un poema que la vindica.

-Hice esa confesión para una antología de poesía hortera. Yo mismo la he escrito. ¿Quién no? Confieso que en mi primera adolescencia, cuando llevaba mi libreta y apuntaba mis primeros versos, las hice. Un día se me ocurrió hacer unas poesías picantes ante una escena en la que aparecía un soltero y unas loros, como yo digo. ¡Boberías!, Pero mi madre, cuando se lo contaron, me zurró. Muerta de risa, porque tenía que aplicar justicia ante la queja de las señoras loros. Todos hemos hecho versos malos, poemas horteras. ¿Por qué te vas a arrepentir de tu vida?

-Igual es lo más divertido de recordar.

-A lo mejor. Y trae sonrisas.

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