Javier Reverte se cuadra ante el general Modesto en su nueva novela

«El tiempo de los héroes» dibuja la vida del único miliciano que alcanzó el generalato

Javier Reverte se cuadra ante el general Modesto en su nueva novela efe

manuel de la fuente

«Hay hombres que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles» , escribió Bertolt Brecht . E imprescindible fue para el ejército republicano Juan Guilloto León , un tipo cuajado y forjado en acero, nacido en el Puerto de Santa María el 24 ... de septiembre de 1906.

Juan Guilloto, un apellido italiano bastante habitual en la bahía de Cádiz, tan italiano (y tan comunista) como el de Alberti , del que Guilloto fue camarada y buen amigo. Pero a Guilloto la Historia, y sobre todo sus soldados y correligionarios, le dieron otro nombre, Juan Modesto , o ya al final de la guerra un sencillo y discreto General Modesto , graduación que nunca alcanzaría otro soldado republicano nacido y curtido en las milicias populares.

Militar audaz

Valiente, decidido, militar audaz y sagaz estratega (él planeó la ofensiva republicana –y luego retirada– de la Batalla del Ebro), al que Azaña consideraba «el único oficial miliciano que sabe leer un mapa», viril, ligón y mujeriego, al que nunca se le negó cantar bien por bulerías, uno de los fundadores del Quinto Regimiento, siempre enfrentado con Líster , y varias veces a punto de liarse a tiros con El Campesino, Modesto (mitificado entre los suyos tras sus esfuerzos en la defensa de Madrid, en los combates del Guadarrama, en el Jarama, en Brunete, en Belchite) más amigo del combate que de la política (y de los obreros de mono con raya) es el protagonista principalísimo de «El tiempo de los héroes» (Plaza y Janés), la vuelta a la novela de Javier Reverte , que por fin se ha decidido a abordar una cuestión, la Guerra Civil , que siempre había querido tratar pero que hasta conocer a Modesto nunca pudo escribir en la clave en la que quería, como confirma el escritor: «Quería hacerlo como una epopeya, como una novela épica, como las clásicas».

Reverte lo ha hecho , y nos mete en las trincheras enfangadas, nos pone al alcance de las ametralladoras nacionales del cerro de Garabitas, nos pone la bayoneta en el costado, hace que nos martiricen los piojos, nos recuerda lo que fue aquella Madrid, capital del dolor, no se olvida de aquellos brigadistas que recorrieron medio mundo para luchar por una causa que creían justa, y nos mete hasta la cintura en el lodo de todas aquellas terribles escabechinas y escaseces de lo que es de verdad un campo de batalla, a palo seco, sin banderas y sin himnos, la muerte, sí, a palo seco.

Portuense, como Alberti

Con Javier Reverte y con Modesto hemos viajado al Puerto de Santa María, tierra natal del general, un hombre que, según el escritor «hoy está casi olvidado, porque después de la guerra, prácticamente desapareció, porque nunca le interesó la política. No era como Líster, un tipo muy cruel, ni como El Campesino, un auténtico delincuente. Modesto era un hombre de acción, que se pasó toda la contienda en primera línea en el frente».

Recorremos este bellísimo pueblo gaditano y los lugares donde Modesto se hizo hombre: su humilde casa natal, la farmacia Lucuiz y las bodegas Grant, lugares donde trabajara, y también el colegio jesuita de San Luis Gonzaga, donde Modesto estudió y conoció a Alberti, aunque el poeta era cuatro años mayor.

Aquí creció el miliciano general, enntre estas bellas calles de casas encaladas se hizo sindicalista, y luego en uno de los primeros miembros del Partido Comunista de España de la zona. Los jefes del partido pronto vieron sus dotes de mando y le mandaron a Moscú para que se formara en la Academia Frunze del Ejército Rojo . De vuelta a España, organiza las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas, el grupo paramilitar comunista, y él fue uno de los primeros en llegar con su gente al sublevado Cuartel de la Montaña, donde según cuenta la novela de Reverte intentó frenar la carnicería y los asesinatos de sus ocupantes.

En el último avión

De allí a fundar el Quinto Regimiento y luego al frente durante tres años para participar en todas las acciones decisivas de la guerra hasta lograr el generalato apenas un mes antes de finalizar la guerra. Escapó de España en el último avión («siempre le gustaba ser el último», dice Reverte) que despegó de Elda camino del exilio.

Tras muchas penalidades, llegó finalmente a la Unión Soviética y otra vez a la academia Frunze. Conservó su rango (al igual que sus camaradas) pero Stalin inexplicablemente nunca quiso que los oficiales comunistas españoles participaran directamente en la guerra (solo fueron asesores) y también increíblemente la mayoría de estos españoles escaparon a las demoniacas purgas estalinianas.

Modesto pasaría sus últimos días en Praga, en cuya Primavera de 1968 participó activamente. Alejado de la política aunque siempre participativo cuando el Partido lo necesitaba y requería sus votos o su opinión. Se cuenta que en la capital checa entretenía muchas de sus horas escuchando los Andaluces de Jaén cantados por Paco Ibáñez. Caía la nieve sobre Praga, y allí, aquellos andaluces, bajo cero, como Modesto, pero unidos al agua pura y a los planetas unidos.

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