José Luis Sampedro: humano, demasiado humano
El escritor, académico y economista siempre fue adversario de las teorías neoliberales salidas de Chicago y ese credo lo llevó incólume hasta el final de sus días
José Luis Sampedro: humano, demasiado humano
Conocí a José Luís Sanpedro a mediados de los años setenta, cuando yo era un jovenzuelo y él un economista de pro que le había dado por escribir: así se le valoraba entonces. No es de extrañar que libros que tengo en gran estima, ... como «Congreso en Estocolmo», «El río que nos lleva» o «El caballo desnudo» hayan quedado un poco preteridos a favor de otros, más tardíos, que le dieron fama, como «Octubre, Octubre» y, sobre todo, «La sonrisa etrusca».
El destino, el hado ciego por fatalidad, quiso que este hombre naciera dos vece y entreverado: uno, como economista de altos vuelos que se dedicaba a escribir, y, una vez jubilado, como escritor de fama que hacía incursiones en la vida social y económica. El devenir de los tiempos hizo que pasara de ser un brillante subdirector del Banco Exterior o profesor en Bryn Mawr a claro referente para muchos jóvenes encuadrados en el movimiento del 15-M , llegando a considerársele el Hessel español. Y lo cierto es que estos dos nacimientos, es decir, estos dos destinos, se complementaron de tal manera que no fueron contradictorios.
Ya dije, conocí a Sanpedro a mediados de los setenta porque tenía amistad desde años antes con mi suegra, que regentaba una librería y Sampedro solía comprar allí y charlar con ella. Era un brillante profesor y yo en aquel entonces pensé que debía ser una especie de Galbraith a la española. No estaba muy equivocado porque Sampedro siempre fue adversario de las teorías neoliberales salidas de Chicago y ese credo lo llevó incólume hasta el final de sus días.
Un hombre «abierto a mundos amplios»
Años más tarde, yo solía ir a una tertulia con Rafael Conte en Casa Manolo, en Argüelles, y allí nos encontrábamos a Sampedro, que vivía ya en Cea Bermúdez, que es donde ha muerto , y de vez en cuando charlábamos de muchas cosas, en especial de literatura, que es lo que le gustaba a Conte, intuyo que a Sampedro menos porque siempre fue hombre abierto a mundos más amplios.
Con todo era ya escritor famoso y era obligado hablar del oficio. Yo, que siempre preferí sus primeros libros, cuando no se le consideraba, me sentí en ese trato en sus últimos años un poco corrido porque no concordaba la fama de sus libros más recientes con la valoración que yo tenía de ellos.
En cualquier caso, siempre le tuve en gran consideración porque Sampedro fue en puridad lo que antes llamábamos un humanista, ya se sabe que siempre hay que poner etiquetas, y que ahora no sabemos cómo llamar porque ese nombre ha perdido todo significado. En cualquier caso fue un hombre de gesto humano, lo que pareciendo una tautología, no lo es. Fue humano, demasiado humano. Y eso ahora se entiende mal.
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