«Yo fui el camello de Keith Richards», las memorias infames de los Rolling Stones
Tony Sánchez, autor del libro, vivió el nacimiento y la degeneración de unos músicos que cambiaron el mundo
«Yo fui el camello de Keith Richards», las memorias infames de los Rolling Stones
Al igual que otras estrellas del rock, como Elvis Presley , Keith Richards pagaba a sus amigos para que ejercieran de tales las 24 horas del día. Pero claro, entonces pasaban a ser los recaderos de la estrella. Ser el ganapán de Richards, como era ... el caso de Tony Sánchez, significaba vivir en un continuo sobresalto. Entre sus labores estaba la de conseguir, trasladar o esconder la ingente cantidad de drogas que requerían él y su pareja, Anita Pallenberg; o arreglar el papeleo y llevar el coche al taller cuando el guitarrista lo estampaba contra cualquier obstáculo, algo que ocurría con mucha frecuencia.
Apodado «Tony el español», procedía de los bajos fondos londinenses y tenía una sobrada habilidad para solucionar «asuntos sucios», desde sobornar policías hasta conseguir sustancias tóxicas. De esta forma entró en el círculo íntimo de los Stones cuando estos daban sus primeros pasos. En 1979 publicó sus memorias, «Yo fui el camello de Keith Richards», que ahora llegan a España de manos de Editorial Contra .
Es el relato de la formación y ascenso de una banda de rock, pero también de la degeneración de sus componentes. Mick Jagger aparece como un ególatra insoportable, capaz de hacer esperar durante horas al público hasta que llegara la hora más adecuada para que resplandeciera su maquillaje. Capaz, también, de hacerse pasar por revolucionario anarquista cuando convenía, para después entregarse a los placeres de la jet set decadente.
Pero más letal es Keith Richards, quien es descrito más o menos como un patán caprichoso que gasta su fortuna en juguetes, casi siempre peligrosos (armas, coches enormes, drogas de todas clases, una lancha motora ingobernable o aparatos inverosímiles como un autodeslizador). Ambos músicos dejan tras de sí una larga lista de víctimas, desde una Marianne Faithfull que se siente rota por la relación vampírica de Jagger, a un Brian Jones constantemente humillado porque, al fin y al cabo y según Tony, era el más talentoso y atractivo. Y el que mejor reflejaba el espíritu Rolling.
Aparte del multiinstrumentista y fundador de la banda, en general son las mujeres se llevan la peor parte del comportamiento «stoniano». Aquellos que encabezaban la liberación sexual se comportaban como una tribu en celo: «Aunque el mundo del rock parece progresista y liberal, en realidad es uno de los últimos bastiones del machismo más absoluto», nos dice este testigo de excepción.
Sobresale el capítulo dedicado a los coqueteos con la magia negra de los líderes de los Stones (aunque Anita era la más devota), y también el que describe la furia insoportable desatada por los Ángeles del Infierno en el concierto de Altamont (California), en 1969. Lo que deja traslucir el autor es que la tragedia de aquel festival −con cuatro muertos− fue consecuencia de aquellos escarceos por el lado oscuro.
Por si fuera poco, en el libro también hacen «cameos» estrellas como John Lennon -personaje tan breve como histriónico-, Paul McCartney, Eric Clapton, Keith Moon, Bianca Jagger, algún misterioso mago y varios miembros de la aristocracia europea.
Nadie sale indemne. El mismo Tony acaba enganchado a las drogas, según él arrastrado por el mundo del rock. Lo peor es que es su mujer, Madeleine, la que sufre sus peores consecuencias. Más tarde, Marianne Faithfull le dedicaría una hermosa canción, «Lady Madeleine» .
Se supone que Tony Sánchez murió en el año 2000, pero nadie es capaz de asegurarlo. Un dato más que añade misterio a estas memorias que sirvieron para que los Rolling Stones hicieran firmar, a partir de entonces, un compromiso de confidencialidad a todos sus empleados.
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