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Espías al pie de la letra

«Escritores 007» cuenta la historia de muchos literatos del servicio secreto: Cervantes, Quevedo, Le Carré, Voltaire, Defoe...

Espías al pie de la letra ABC

manuel de la fuente

Los escritores tienen la pluma larga, y los espías deben tener la lengua corta. Pero unos y otros comparten algunas cartas en la partida de la vida. Lo suyo es contar. Los primeros, a lo grande, con la bocaza bien abierta. Los segundos, mejor que lo que sepan lo digan a la oreja, y sin que casi se entere nadie. Pero ambos viven de inventarse. Los unos, sus historias, los otros a sí mismos: cambiar de nombre, simular trabajos, hacerse pasar por un tipo de Moscú cuando se ha nacido al pie de los Apalaches. Inventar y fingir. Imaginar y simular. Hacer que las máscaras hablen o ponerse la máscara.

Escribir y espiar: buen matrimonio

Escritura y espionaje son dos criaturas llamadas al matrimonio sea más o menos de conveniencia. Y la Historia da buena nueva de estas nupcias. Y no han sido, precisamente, escritores de segunda, quienes se han puesto al servicio de Su Majestad , o de los servicios de inteligencia comunista . A favor del Imperio, a favor de los luteranos.

ABC

Cervantes, Quevedo, Marlowe (¿o realmente era Shakespeare?), Francisco de Aldana , Beaumarchais, Graham Greene, John Le Carré , Rabelais, Arthur Koestler, Josep Pla, Voltaire, Daniel Defoe... que pueblan «Escritores 007. La cara oculta de plumas célebres» (Atanor Ediciones), nuevo y curiosísimo título de Fernando Martínez Laínez , que pone al descubierto (aunque a ellos no les gustará mucho la idea) las peripecias como espías de estos grandes literatos. Alguno, más o menos por casualidad, los otros, a conciencia.

Martínez Laínez comienza a desvelarnos algunos de estos secretos: «Existe una cierta predisposición de los escritores para "fingir", puesto que toda narrativa de ficción es un fingimiento, y el escritor es alguien que nos cuenta una historia pretendiendo que otro se la crea y cuando no lo consigue, fracasa. En cierto modo un espía es también un contador de historias, su propia historia, puesto que finge lo que no es, y articula una "leyenda" en torno a su verdadera personalidad. Esa "leyenda" o doble personalidad se convierte en su mayor protección, su gran escudo. Pero ese juego con la doble personalidad lo practica también el escritor, que lleva dos vidas. La real ( lo que es ) y que la vuelca en sus obras, la que alimenta su fantasía».

Quevedo y Cervantes sirvieron con esfuerzo, valor y no mucha recompensa al Imperio Español . Antes lo había hecho el poeta y esforzado capitán Francisco de Aldana , espía para Felipe II y su sobrino Sebastián de Portugal, que murió bajo el mando de este peleando contra el moro en la batalla de Alcazarquivir, en Marruecos. Greene y Le Carré sirvieron hábilmente al espionaje británico. Koestler fue agente comunista hasta que se cercioró de los crímenes del estalinismo y Josep Pla fue espía del espionaje franquista , además de hartarse de comer sardinas.

Siguen ahí

Ha pasado el tiempo, pero los espías siguen ahí, a la vuelta de la esquina, aunque si son buenos profesionales no nos daremos cuenta, evidentemente. Quizá más de uno esté escribiendo una novela. «No solo lo creo posible, sino que estoy seguro de ello» –continúa Martínez Laínez–. Ningún servicio secreto que se precie va a desaprovechar la ocasión de utilizarlos cuando llega el caso. El problema con los escritores metidos a espías es que son personalidades muy "volátiles" e interiormente inquietas, y a veces su propio facilidad para imaginar les puede jugar malas pasadas. Pero por lo demás, los escritores tienen las mismas virtudes y defectos que cualquier ser humano, aunque suelen ser más vanidosos y estar más ansiosos de fama que la mayoría. Esta última cualidad hace que tengan tendencia a hablar de sí mismos y revelar en forma de memorias o relatos las tramas reales de su propia vida, como una prolongación de su actividad literaria. Algo que, lógicamente, no les gusta a los servicios secretos».

Cuidado, pues, lector, algún espía se esconde en las páginas de ese libro que le espera en la mesilla de noche.

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