Leonor Watling: «No peco por pereza»

-¿Y cuál sería el que podría perdonar usted en los demás con mayor facilidad?

-Creo que cualquiera de los pecados que tienen que ver con la carne. La pereza, por supuestísimo, porque la puedo entender perfectamente y me siento totalmente identificada con quien cae en ella. Pero también la lujuria o la gula. Es que esos no deberían ni siquiera ser pecados. No hacen daño a nadie y dan gustito.

-¿Y cuál es el que más le cuesta disculpar?

-A lo mejor la soberbia. Me molesta mucho la gente que es soberbia.

-Pensé que, dedicándose a la interpretación, sería ese el pecado con el que más habría tenido que lidiar y se habría acostumbrado a disculparlo. Me parece complicado mantenerlo a raya viviendo de cara al público, estando siempre guapa y escuchando constantemente hablar de su talento.

-No creas que hay tanta soberbia en este mundillo. Es un trabajo que te pone en tu sitio rápido, que te hace ser humilde porque eres consciente de que solo eres uno más. En un rodaje, que es muy duro y son muchas horas, hay tanta gente trabajando y es todo el mundo tan importante, y lo es su trabajo para que salga todo bien, que tú solo eres uno más tratando de hacer la parte que te corresponde lo mejor posible. La calidad final del trabajo depende de que mucha gente haga bien su trabajo. Y el tuyo también depende de eso. Todo tiene que funcionar. Así que no hay espacio para la soberbia, porque solo eres una pieza más de algo más grande.

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-¿Quizá lo que haya entonces sea más envidia?

-Es posible que sí, que haya más envidia que soberbia.

-¿Y avaricia?

-Pues, fíjate qué curioso, en mi caso he descubierto recientemente, hablando con una amiga, que en lo personal soy muy avariciosa. Parece que lo relacionamos con lo material, y yo lo soy con mis amigos y con la gente a la que quiero.

-Me cuesta imaginarla con un ataque de ira, así que que descarto que sea ese su pecado.

-Yo es que no sé enfadarme. Cuando lo hago, cuando algo me enoja mucho, en lugar de un ataque de ira me da por llorar. Es muy ridículo, porque llorando no pareces muy iracundo. La suerte es que a veces he interpretado papeles de mujeres que sí saben enfadarse y puedo experimentar lo que es esa ira.

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-No me ha salido muy pecadora.

-Es que pecar requiere invertir mucha energía en eso y yo, como ya he confesado, soy muy perezosa. No peco por pereza.

-Peca poco pero con convencimiento. ¿Prescindiría entonces de la lista de los pecados capitales?

-No, no, me parece muy bien como guía moral. Además, en mi trabajo, a veces me viene muy bien a la hora de interpretar a un personaje tener en cuenta los eneatipos de personalidad. Sobre todo cuando el personaje no tiene un carácter muy marcado. En esos casos me resulta muy útil pensar en cuál sería esa personalidad tipo con la que encaja y todas responden a un pecado capital que las rige.

-Aquello de que los pecados, como grandes pasiones, son los que mueven el mundo en realidad.

-Sí, eso es. Imagina qué aburrimiento si no existieran.