La Julia Domna de Complutum era la diosa Juno
Presentan en Alcalá de Henares la restauración de las pinturas murales de una estancia de la Casa de los Grifos decorada con la triada capitolina
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Iniciar sesiónTodo parecía indicar en 2021 que la pintura mural hecha añicos en la Casa de los Grifos en el siglo III d.C. mostraba un retrato de una mujer aristocrática real, de una Julia Domna de Complutum. Los fragmentos que volvían a encajar ... en ese formidable puzle revelaban el rostro de una matrona, una virtuosa mujer romana y de alto nivel económico, pues la pintaron con pendientes de perlas y bolitas de oro y con una fíbula o broche sobre el hombro izquierdo para sujetar la estola. Parecía la representación real de una mujer influyente y de cierta posición, como la citada esposa de Septimio Severo o como Faustina la Menor, la mujer de Marco Aurelio de raíces hispanas, que tenían sus círculos intelectuales y celebraban reuniones culturales. Su busto se encontraba, además, en el panel central de una de las paredes de una estancia de prestigio de esta gran domus aristocrática y su mirada se dirigía al personaje de su izquierda, que identificaron en un primer momento con Baco Sardanápalo, el dios del vino y del desenfreno, mensajero divino entre los vivos y los muertos.
Los fragmentos que faltaban por casar en ese incompleto rompecabezas de más de 2.000 piezas han deparado, sin embargo, algunas sorpresas a los investigadores. Durante las labores de restauración y anastilosis de la pintura descubrieron los fragmentos de un cetro que portaba la mujer y «apareció el polos, esa corona de oro que está reservada única y exclusivamente para las diosas, con lo cual dejaba de ser una humana», explica la arqueóloga Ana Lucía Sánchez Montes en el interior de esta habitación de unos 17 metros cuadrados donde se han recolocado las pinturas en su posición original. Al revelarse como una diosa, Sánchez tuvo claro que se trataba de Juno. «Es la diosa de la maternidad y aquí se representa al prototipo en el mundo romano de una matrona, de una buena mujer romana», dice antes de señalar a su peinado, con raya en medio, recogido hacia atrás y con unos mechones rizados sobre la frente y unos tirabuzones a ambos lados, como en esculturas de emperatrices romanas.
La figura masculina barbada y semidesnuda de mirada penetrante siempre se tuvo por una deidad, por la corona de hojas ensortijada en su pelo y por el cetro que asciende en diagonal sobre su lado derecho y se apoya en su pecho y su hombro, pero ahora saben con más seguridad de quién se trata. La experta en pintura mural romana se aproxima a su busto y señala al hueco sin completar sobre el bastón de mando de oro. «Estaba rematado por un ave de perfil, se ve en la pérdida de la pintura», sostiene mientras desde la distancia recorre con el dedo la silueta de un pico y señala a las alas de «un águila en posición heráldica». Aunque el cetro es similar al que porta Zeus en el llamado vaso de Persiani, por su paralelismo con otras pinturas más cercanas a esta imagen halladas en Pompeya, Sánchez cree que representa a Júpiter.
Del otro busto que escoltaba a Juno apenas se distinguen unos trazos carnosos. Sebastián Rascón, jefe del Servicio de Arqueología del Ayuntamiento de Alcalá de Henares, explica que esa plancha se recuperó en las excavaciones de los años 80 del siglo pasado. «Los métodos de limpieza y restauración no eran los mismos que ahora, se llevarían la tierra y el pigmento al mismo tiempo y es probable que falte parte de la masa pictórica», comenta. Pese a la ausencia de la figura, ambos investigadores sospechan que esa tercera deidad enmarcada sería Minerva.
Una representación política y social
«Juno, Júpiter y Minerva eran la triada capitolina, los dioses oficiales del Estado romano», recuerdan ambos arqueólogos, que ven en esta iconografía de Complutum «una intención de tipo político y social», para demostrar lo romanizada e importante que era la familia de la Casa de los Grifos. En esta estancia tendría su pequeño santuario de culto capitolino o se usaría como sala de representación, para mostrar a los visitantes «el conocimiento que tenía de la religión oficial romana y su adhesión a los dioses principales romanos».
Sobre el dintel de la puerta se conserva a la derecha la imagen de un templo hexástilo (con seis columnas en su fachada principal) en perspectiva. Según Sánchez, debió de existir otro en el lado contrario y uno más en el frontón superior, los tres templos de la triada.
Acompañan a los dioses en el zócalo inferior unos monstruos marinos híbridos con cabeza de toro o de cabra y colas pisciformes que, por los pocos restos conservados, la experta cree que serían alados en la pared de enfrente.
Aunque se desconoce quiénes fueron los artistas que pintaron la habitación, Rascón y Sánchez piensan que el autor de la Triada fue el mismo pintor o el mismo taller que ejecutó otras pinturas en Toledo, en San Pedro Mártir, por las similitudes de los cisnes enfrentados sobre los candelabros de los interpaneles. «El artífice de las caras es un artista bueno, pero aquí se ven varias manos», comenta la experta en pintura mural, que aprecia mayor calidad en el zócalo sur reconstituido bajo Juno, Júpiter y Minerva que en el del muro norte.
Estancias de prestigio
La decoración de esta pequeña estancia del ala oeste guarda una armonía con otros espacios de prestigio de la Casa de los Grifos, como el patio interior o peristilo, o el triclinium o comedor. «Tienen unos criterios idénticos, con la presencia de fondos rojos», según apunta Sánchez. También en el ala opuesta, en una estancia a medio excavar, asoman esos mismos tonos en sus paredes. Rascón se agacha y muestra la parte decorada de un fragmento derrumbado. Al ver cómo se encontraron los restos que hoy lucen de nuevo erguidos, uno se da cuenta del laborioso y complejo trabajo que ha supuesto su restauración.
Rascón confía en poder continuar con las excavaciones en esta otra estancia y en el vestíbulo en un futuro próximo para completar la investigación de los grandes espacios de la Casa de los Grifos. Tras el incendio que sufrió en el primer cuarto del siglo III d.C., los complutenses se llevaron todo lo que encontraron de valor y lo que pudieron reutilizar, pero bajo esas grandes masas de tierra y derrumbe, esta gran domus aún conserva vestigios de la vida en Alcalá de Henares hace 1.700 años.
«Una joya que cuidar»
«El patrimonio arqueológico es una joya que tenemos la obligación de rescatar, cuidar y proteger, muy especialmente en una Ciudad Patrimonio de la Humanidad como la nuestra, destacó la alcaldesa de Alcalá de Henares, Judith Piquet, en su visita este martes a la Casa de los Grifos, donde pudo contemplar la restauración de los murales y animó a los complutenses «a recrearse en ese maravilloso legado artístico de nuestros antepasados que milagrosamente han llegado ahora hasta nosotros».
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Ángel Gómez Fuentes
Piquet aprovechó además para recordar otros importantes hitos en la recuperación de este gran patrimonio arqueológico, como «la inauguración en 1999 de la Casa de Hippolytus, que fue el primer espacio arqueológico visitable de la Comunidad de Madrid; la colocación de la cubierta que cubre esta Casa de los Grifos entre 2008 y 2010, imprescindible para proteger sus delicadas pinturas; o la inauguración hace ahora un año del magnífico Antiquarium, que ya ha recibido más de 15.000 visitas».
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SuscribeteRedactora especializada en arqueología y patrimonio. Autora de 'España, la historia imaginada' (Espasa) y coautora, junto con Federico Ayala, de 'La Gaceta olvidada' (Libros.com).
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