Juan Pedro Quiñonero: «Mi mujer me dice: 'A ver si dejas ya de trabajar'. Pero si no lo hago, me aburro»
El corresponal de ABC en París, decano de la prensa europea en la ciudad, publica una crónica personal, casi unas memorias, del último medio siglo
Artículos escritos por Juan Pedro Quiñonero en ABC
Juan Pedro Quiñonero, con su Leica a modo de cuaderno
Cuando Juan Pedro Quiñonero empezó a dar sus primeros pasos en esto del periodismo, allá por los años 60, Europa, París, le parecían una cosa «arcaica, 'old fashioned'». Él lo que quería era largarse a California. «Pero mi madre y el director de 'Informaciones' ... pensaban que yo estaba totalmente loco -cosa que podía ser verdad-. Y me ofrecieron seguir a Adolfo Suárez en su gira por Europa, cuando España quería ingresar en la Comunidad Económica Europea, y luego quedarme de corresponsal en París». Así comenzó una historia que aún no ha terminado. A sus 78 años, Quiñonero sigue informando día a día de todo lo que se cuece en París. En ABC lo hace desde septiembre de 1983. Es el decano de la prensa extranjera en la capital francesa, y ha plasmado su experiencia en 'De la Europa de las libertades a la Europa de las extremas derechas' (Guillero Escolar), un libro en el que aúna su trayectoria periodística con el devenir político de Occidente.
'De la Europa de las libertades a la Europa de las extremas derechas'
- Autor Juan Pedro Quiñonero
- Editorial Guillermo Escolar
- Precio 22 euros
- Número de páginas 412
—Empieza el libro diciendo que lo suyo fue un destierro voluntario.
—Yo salí huyendo de España con Adolfo Suárez y en aquel momento Europa era el futuro, el progreso, la vida. Aquella Europa se ha hundido y hay una Europa antidemocrática, de extremas derechas. Pasan los siglos y yo sigo en París. Esta es una crónica personal y, al mismo tiempo, es una crónica de la crisis de la civilización europea.
—Como corresponsal, ¿qué le interesa más: la parte política de la actualidad o la cultural?
—Estar en París me ha permitido ver las crisis españolas y las crisis francesas, ambas espejos de las crisis europeas. Aquí vi que la extrema derecha comenzó a crecer en Francia en 1995, hace treinta años. Hoy, Le Pen tiene más votos y más peso que todas las izquierdas juntas. La parte cultureta está muy bien, pero ser testigo de esas transformaciones tan profundas es lo que me hace más ilusión.
—¿Francia anticipa de algún modo lo que ocurre en el resto del mundo?
—Yo creo que lo que está ocurriendo no había pasado nunca en la historia del siglo XX y anuncia un cambio cultural de fondo, que habían anticipado los grandes escritores en lengua alemana. Por vez primera, Europa se lleva mal con EE.UU., o EE.UU. se lleva mal con Europa. Es un cambio radical. Hoy las extremas derechas son muy amigas de Putin. Son sensibles a lo que les dicen Trump y Putin, dos enemigos de Europa.
—Llegar a París en los setenta debió de ser como un deslumbramiento.
—En aquel momento Europa estaba creciendo y había todo tipo de proyectos. Francia y Alemania proponían cosas que hoy fundamentan Europa: de ahí viene el euro, la elección del Parlamento Europeo a través del sufragio universal... En ese sentido, París es muy buen observatorio porque ves la Europa del Este, la Alemania, las fronteras con Ucrania y la Europa del Sur.
—¿Qué aporta Francia a España desde el punto de vista cultural?
—Desde hace varios siglos buena parte de la cultura española se hace a través de París. Y, en concreto, la cultura española moderna: las generaciones del 98, del 27 y del 50 pasan por cómo los escritores e intelectuales españoles ven lo que ocurre aquí. Baroja y Azorín traducen la cultura francesa a España y son dos grandes escritores sobre París. La Generación del 27 nace con los descubrimientos que algunos, como Gerardo Diego, hacen en París. La nueva novela de los años 50, que aspiraba a ser social, pasaba también por lo que se hacía en la capital francesa.
—Desde España se ve a Francia como una potencia cultural. ¿Es así?
—Yo creo que la cultura alemana es más importante que la francesa en algunos puntos. La gran crisis de la civilización europea la escribe Thomas Mann. En España se valora mucho a Albert Camus. Bueno, Albert Camus es un escritor sencillito. Comparado con Mann o Hermann Hesse es un escritor de estatura mediana. Se sigue pensando que Patrick Modiano es un genio. Bueno, algunos escritores españoles son bastante mejores que él. Cela, Marsé, Juan Benet son escritores bastante más importantes que Modiano, pero los franceses no nos hacen ni caso, mientras que a nosotros las últimas chorradas que publican los franceses nos parecen genialidades.
—En ABC lleva escribiendo más de cuarenta años.
—Hace siglos, una vez llegado a París, casado y viviendo aquí, hice todos los esfuerzos por quedarme. Cuando el corresponsal se fue, llamé al entonces director, Luis María Anson, y le solté un rollo diciéndole que yo era el corresponsal que necesitaba ABC. Semanas después, me llamó el subdirector para proponérmelo. ABC tiene una ventaja: la cultura y la política son muy compatibles. Esa simbiosis ha sido muy importante para mí. También me permiten tratar los temas de la cultura en el sentido más trivial del término.
—¿No se cansa del periodismo?
—Cuando no trabajo me aburro, y los negocios de la cultureta me van mucho. Cuando me voy de vacaciones a Barcelona con mi mujer, no hay día que no haga una crónica. Y ella me dice: «A ver si dejas ya de trabajar».
—¿Hay algo de resistencia en eso de ser el decano en París?
—Supongo que sí. Gracias a mi mujer no engordo demasiado y me conservo en buena forma. Debo de caminar entre 40 y 60 km a la semana. En otros tiempos fui corredor de fondo, pero me caí y me rompí un tobillo, y me pasé a caminar. Lo llevo haciendo fotografías: a París y a las parisinas. Tengo una capacidad de diálogo alta. Debo de hacer entre 400 y 500 fotos a la semana. Me gusta caminar por París haciendo fotografías. Una foto es siempre un autorretrato. Cuando tú haces una foto, estás enseñando un punto de vista que es el tuyo. Digo: «Hola, buenas tardes. ¿Le importa que le haga una foto?» Y en el 90% de los casos me dicen que sí.