La Luna y una novela en el último minuto

Me aseguró que hablaríamos pronto. Ahora recuerdo que hubo un silencio un poco más largo en ese momento, apenas unos segundos, como de duda. Pero no, Carrascal no iba a darle ni un minuto

Muere José María Carrascal a los 92 años, una leyenda del periodismo

José María Carrascal me escribió un mail el pasado martes. Quería que le llamase. Marqué su teléfono. Y le encontré en un estado que recuerdo haber pensado que se parecía a la euforia. Me contó, con ese deje un poquito cheli tan suyo, que necesitaba ... un consejo. Quería saber de «algún concurso literario que esté bien». Es evidente que quería presentarse. Y eso es mucho soñar en las barbas de la muerte. Me da hoy la impresión de que no le ha regalado ni un minuto a la Parca. Jódete, Pelona; o venga ese abrazo. Tú decides. Pero jódete.

Siempre la misma partida de ajedrez. Siempre enrocándonos y escapando para buscar el jaque. Aunque te pise los talones. Hasta que no. Hasta que nunca. Le prometí que le buscaría algunos premios. Y entonces me precisó más. Se trataba de una novela. Recordaba haberla escrito originalmente en inglés poco después de ganar el premio Nadal con 'Groovy'. Y entonces sí noté un creciente entusiasmo. Me contó que acababa de encontrar en casa la traducción al español que él mismo había hecho pocos años después. «Y es que la he leído y me ha gustado mucho más que entonces. Me parece buena. Por eso me dije: Calero me podría decir un concurso, porque yo ya estoy fuera del ambiente literario».

Había una voluntad de estar en pie en esa voz, de quedarse y no rendirse, de rebuscar en el reverso de las horas nuevos motivos que las fuerzas, ya justas, y el desánimo que podía vislumbrarse al fondo, no permitían asegurar aquella tarde.

Antes de colgar le hablé del Ateneo de Sevilla, de fundaciones, del Café Gijón, lo que me vino a bote pronto. Le dije que tan solo me diera unos días y que le buscaría algunos premios que pudieran servirle. Unos días. Sin saber cuántos le quedaban me dijo que sí, me aseguró que hablaríamos pronto. Ahora recuerdo que hubo un silencio un poco más largo en ese momento, apenas unos segundos, como de duda. Pero no, Carrascal no iba a darle ni un minuto.

Así que siguió contándome al otro lado del teléfono sobre los últimos libros que había escrito. Están centrados en cómo vivir jubilado, para aprovechar el tiempo a pesar de haber cumplido tantos años. ¡Vaya misterio!, me decía. «Pero como han tenido éxito, en la editorial me piden nuevas entregas centradas en lo mismo. Porque venden. O mis memorias, que no pienso escribir, para qué, ¿para quedar demasiado bien o demasiado mal en lugar de contar la verdad?». Citó 'Jubilación para dummies' y 'Todavía puedo', los títulos de esa 'condena'... «Estoy cansado de contar lo mismo y necesito un cambio». Eso me dijo. Un cambio, otro jaque inesperado, o imposible. La novela volandera de su muerte.

Se ha ido el hombre que hizo viajar a la Luna con los primeros astronautas a los lectores de ABC. Se acaba el periodista infatigable al que ya echamos de menos. Una última anécdota que lo demuestra. En la presentación del libro 'Don Juan contra Franco', que escribimos Juan Fernández-Miranda y el que suscribe, reventó el acto con una pregunta de reportero, de sagaz y joven periodista, aprovechando que Alfredo Rubalcaba estaba allí: «¿Es Vox el mayor problema para España?». Era 2018 y Vox acababa de dar el campanazo en las elecciones andaluzas. La cara de Rubalcaba se me quedó grabada. De jaque. Y eso que era otro gran jugador. Esa cara es la que aspiramos a dejar todos los periodistas cuando preguntamos. Ahora Carrascal ha hecho la pregunta sin respuesta y ha dado el abrazo a la muerte que le pisaba los talones. Con el último artículo aún reciente. Sin perder un minuto.

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