Jane Birkin, vida y leyenda más allá del legado de Gainsbourg
La cantante regresó al Grec para presentar 'Oh! Pardon, tu dormais...'

Serge Gainsbourg ya no vive aquí, pero aún se presenta de improviso, revuelve cajones y alacenas y susurra con su voz de Gitanes y alquitrán, con esa garganta quemada por el alcohol y el pop venéreo, aquello de «Oh, je t'aime, moi non plus». Ya saben: gemidos a tutiplén, la 'chanson' encamándose con el pop y el orgasmo más escuchado y celebrado del siglo XX brincando sobre los muelles por millonésima vez. Esto último, sin embargo, hay que imaginarlo. Intuirlo. Porque justo cuando el bajo y la batería empiezan a hacerse arrumacos y a mirar de reojo al teclado, la banda echa el freno y Jane Birkin cambia de cara y de carril para reflejarse en la telegráfica descripción de 'Jane B.'
Un discreto volantazo y toda una declaración de intenciones mientras la noche y el bochorno se funden en pegajosa alianza en el Teatre Grec de Barcelona. «Ojos azules, cabellos castaños, Jane B., inglesa», canta Birkin, negro riguroso y un taburete para ayudarse a mantener el equilibrio, con esa voz que, pese a llevar siete décadas y media grabadas a fuego (o precisamente por eso mismo) suena melancólica y conmovedora. También temblorosa y herida. Justo como se supone que debe sonar.
De 'Je t'aime, moi non plus' apenas se han escuchado 50 segundos, tiempo más que suficiente para engrasar la memoria, invocar a fantasmas pasados y, sobre todo, para explicar qué es lo que se ha propuesto J. B. con este nueva gira. Porque, por más que haga años que Gainsbourg ya no vive aquí, es ahora cuando Birkin, modelo, actriz, cantante y médium del autor de 'Lemon Incest' durante las últimas tres décadas, ha empezado a redecorar y reordenar su vida. Y aunque eso implique peticiones un tanto incomprensibles como exigir que su equipo revise y apruebe todas las fotografías de los redactores gráficos -de ahí el plantón de los fotógrafos y la imagen de archivo que acompaña a esta crónica-, el cambio no le ha sentado del todo mal.
Ahí está, sin ir más lejos, 'Oh! Pardon, tu dormais...', el álbum que la trajo anoche a Barcelona tras la inoportuna cancelación de su concierto en Madrid del pasado domingo, y el primero (sí, el primero) en el que la cantante anglofrancesa se ocupa de todas las letras. Un reto que, reconoce, ha supuesto una auténtica liberación. Una terapia de choque conducida por Étienne Daho que le ha permitido airear viejas cicatrices, descubrir nuevas heridas y, sobre todo, renacer a pesar de todo el dolor y la tragedia familiar acumulada.
Intérprete de sí misma
Durante años, décadas más bien, Birkin se ha dedicado a cantar a Gainsbourg del derecho y del revés. A aromatizarlo con especias orientales en 'Arabesque' y vestirlo con suntuosos ropajes orquestales en el proyecto 'Birkin Gainsbourg, The Symphonic'. Ahora, en cambio, ha decidido cantarse a sí misma. A la muerte de su hija Kate y a los latigazos de la enfermedad. A la pérdida y al duelo. A su propia vida.
Así que, a pesar de la sombra omnipresente de su excompañero y de que el público celebre con gran entusiasmo el delicioso bloque dedicado a 'Histoire de Melody Nelson'; a pesar de esa voz a ratos ajada y del ímpetu nostálgico de 'Ex fan des sixties', es imposible no estremecerse ante canciones recientes como 'Cigarettes', 'Oh! Pardon, tu dormais…' o 'Catch Me If You Can'.
Es ahí donde, a ritmo de cabaret y de taberna portuaria, Birkin canta cosas como «mi hija se tiró por la borda, y en el suelo la encontramos». Emociones a flor de piel y pelos (casi) de punta para una artista que quizá no esté en su mejor estado de forma, pero que incluso así es capaz de emocionar y estremecer. Precisamente a eso se dedicó anoche mientras deshojaba 'Quoi?', rescataba la encantadora 'Ballade de Johnny Jane' y confirmaba que, además de sentida albacea del legado de Gainsbourg, también puede ser ser una intrépida intérprete de sí misma y de su propia vida.
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