Hester Stanhope, huyendo del destino
TERRA IGNOTA
La aristócrata inglesa recorrió Oriente Próximo, donde fue proclamada reina de Palmira por los nómadas
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Iniciar sesiónSe llamaba Hester Stanhope y fue la Lord Byron femenina. Si el famoso poeta y escritor inglés murió luchando por la independencia de Grecia lejos de su patria, Hester abandonó este mundo en 1839 en un remoto paraje sirio donde había acudido en ... busca de aventuras y tesoros de antiguas civilizaciones.
Había nacido en Kent en el seno de una familia aristocrática y era sobrina del primer ministro William Pitt. Dos hechos trágicos la impulsaron a abandonar Inglaterra para siempre: la muerte de Sir John Moore, del que se había enamorado, en la batalla de La Coruña durante la guerra de la Independencia y la defunción de su tío, que prácticamente la había adoptado. Pitt era soltero y dejaba a su sobrina la organización de su vida social y la administración de sus bienes.
Era una mujer de gran estatura y considerable fuerza física, con un carácter franco y poco diplomático. Le gustaban la caza y los caballos. Y soñaba con explotar tierras lejanas. Su impetuosa personalidad provocaba el rechazo de su familia y creaba muchos problemas a su tío, que la adoraba. Otro rasgo suyo era la afición a la jardinería, siendo la promotora de los jardines de Walmer Castle y otras notables iniciativas.
Tras la muerte prematura de su amado tío, sin recursos para mantener su costoso tren de vida y distanciada de sus padres biológicos, Hester Stanhope decidió a los 34 años embarcarse con destino a Constantinopla para explorar Turquía, Egipto, Palestina, Siria y Líbano. En estas tierras pasó los últimos 29 años de su existencia hasta su fallecimiento en el palacio de Djoun, un edificio en ruinas con 35 habitaciones, cerca de Damasco.
Sola, rodeada de sus gatos, arruinada completamente y agobiada por las deudas, sin renunciar a sus hábitos de gran dama, Lady Hester vagaba en sus últimos años por los corredores vacíos de su refugio, un oasis cercano al mar y poblado de árboles, donde antaño cultivaba rosas. Recordaba los lejanos días en los que había sido proclamada reina de Palmira. Una imagen que bien podría evocar la de Charles Foster Kane añorando un pasado de esplendor tras los muros de Xanadú.
Dos hechos trágicos la impulsaron a abandonar Inglaterra: la muerte de Sir John Moore, del que se había enamorado, y la de su tío, que prácticamente la había adoptado
La aristócrata inglesa había llegado a Palmira, la ciudad romana de la reina Zenobia, en marzo de 1813. Había partido desde Damasco, la capital siria situada a 250 kilómetros de aquel enclave conquistado por Marco Antonio donde todavía se conservan deslumbrantes ruinas del Imperio Romano. Iba acompañada por Charles Meyron, su médico de cabecera, y un nutrido sequito de criados en una caravana de 50 camellos. Vestía ropas de hombre, en concreto, iba ataviada como un príncipe druso, cuya cultura había estudiado.
Lady Hester fue recibida por los habitantes del lugar, en su mayoría nómadas, con una mezcla de fascinación y curiosidad: «El jefe y 300 hombres armados salieron a recibirme. Venían en espléndidos caballos. Unos estaban semidesnudos y otros vestían ropajes de seda. Daban gritos salvajes, cantaban y bailaban. Toda esta exhibición duró hasta que llegamos a un arco de triunfo romano», relató.
Permaneció algunos meses en la antigua villa, ganándose la confianza de sus huéspedes y aprendiendo sus costumbres. Su leyenda fue creciendo por Oriente Próximo, ya que Lady Hester intimó con los jeques árabes y con los líderes de las tribus, lo que le valió el apodo de «reina de Palmira».
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Espíritu inquieto y aventurero, emprendió un viaje hacia Ascalón, al sur de Tel Aviv. Estaba convencida de que había un fantástico tesoro entre sus ruinas. Pero no encontró nada y perdió el escaso patrimonio que había ahorrado. Debido a sus deudas, el Gobierno británico embargó su pensión y optó por instalarse en Djoun.
En 1837, dos años antes de su muerte, cayó gravemente enferma. Su amigo y biógrafo Charles Meyron viajó a Siria para cuidarla. La encontró vestida de harapos y rodeada de algunas estatuillas y objetos de sus viajes. Apenas podía levantarse y había perdido la razón. Sus servidores la habían robado y abandonado.
«Lady Hester Stanhope no era una excéntrica. Era una mujer espiritual, culta, con dotes de estadista, que tenía algo de Circe. Siempre se las arreglaba para cautivar con su magia a quienes la trataban», escribió Meyron, la persona que mejor la conocía. Sus restos descansan todavía en los jardines del palacio de Djoun, que quedó sellado por las autoridades tras su defunción.
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