Diez cosas que usted no debería hacer en china
Guía para evitar tópicos y tabúes en el Reino del No
De evitar mencionar a Xi Jinping hasta respetar costumbres, un decálogo para una visita exitosa
China busca una hoja de ruta para el próximo lustro
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Iniciar sesión1- No. A secas. Como norma general. No. Visita usted la potencia emergente en un siglo marcado por el regreso a una geopolítica de bloques hostiles, una reedición de la Guerra Fría configurada como enfrentamiento entre democracia y autoritarismo. Y a mí qué, dirá, ... pasaporte recién sellado en mano. China aspira a resquebrajar la universalidad de los valores que cimentaron la comunidad internacional tras la II Guerra Mundial, para así encontrar acomodo a un régimen que suprime la libertad política de sus ciudadanos; la dictadura que, desde un punto de vista técnico, con mayor eficacia ha conjugado subyugación y aquiescencia, prosperidad mediante. Salga del aeropuerto y mire en derredor, apenas encontrará trazas de fuerza. Ahora bien, no se lleve a engaño: pisa usted el Reino del No, donde todo puede ser denegado, donde nada escapa a los designios de un solo hombre.
2- No pronuncie el nombre de Xi Jinping. En la China imperial, decir o escribir el nombre del emperador era tabú. Con la ascensión al trono de cada monarca comenzaba una meticulosa campaña para corregir escrituras y resignificar espacios públicos, pues incumplir la prohibición constituía una gran ofensa. El académico Wang Xihou, autor de un libro que citaba al emperador Kangxi, lo experimentó en carne propia allá por 1777. Las autoridades ordenaron su ejecución por el procedimiento más brutal, la muerte de los mil cortes, y la de todos sus familiares vivos; aunque por imperial gracia ellos acabaron perdonados y él, decapitado. Siglos después, algo queda en el inconsciente colectivo de este tabú, de modo que si quiere ahorrar un momento de incomodidad a sus acompañantes chinos no mente al líder. Si lo hace, en confianza y en privado, fíjese cómo bajan la voz.
3- Evite entrar en restricciones ideológicas. Se trata de temas como la matanza de Tiananmen, el origen de la pandemia, la corrupción en el seno del Partido Comunista, el movimiento prodemocracia de Hong Kong, la soberanía de Taiwán, la represión en el Tíbet o el internamiento masivo de la etnia uigur en Xinjiang. Si ignora esta sugerencia, espere que la propaganda estatal hable por boca de su interlocutor o, incluso, una expresión de genuina incredulidad. La impoluta maquinaria de la censura ha logrado, por ejemplo, que para la mayoría de ciudadanos nacidos después de 1989 el 4 de junio suponga una fecha tan anodina como cualquier otra.
Estas restricciones ideológicas se tornan poco más que circunstanciales superpuestas sobre una tradición milenaria. El antiquísimo folclore chino inculca una concepción del lenguaje como fuerza constitutiva que engarza de manera natural con la dialéctica marxista. «No hay conexión entre el lenguaje y el objeto excepto porque el primero porta la connotación del segundo. Pero en la antigüedad creían que el lenguaje en sí mismo, o el vehículo del lenguaje, el sonido, tenían un poder divino supernatural [...]. Los rezos de emperadores de dinastías pasadas y las supersticiones que hoy en día todavía existen se deben a la creencia de que el lenguaje puede atraer suerte o desgracia, lo que contribuye a la emergencia de tabús», explicaba Mengxi Liu, investigadora de la Universidad de Sichuan, en un artículo académico.
El vídeo que muestra cómo China invadiría Taiwán
Alexia Columba Jerez4- En los edificios no busque el 4º ni el 14º. La correlación anterior esclarece por qué muchos se construyen a partir de homofonías. Por ello, las constructoras acostumbran a saltarlos al numerar las plantas pues «cuatro», «si», suena parecido a «si», «muerte». Si los hay, los apartamentos serán más baratos que el resto. Aquellos que se lo pueden permitir desembolsan cuantiosas cantidades de dinero para mantener sus matrículas o números de teléfono a salvo del guarismo.
5- Lleve un regalo, pero cuidado con el blanco. La cortesía china aprecia el intercambio, por lo que vaya donde vaya lleve siempre regalos, pero nunca envueltos en papel blanco, color asociado al duelo. Evite también las flores blancas, en especial crisantemos.
6- A la hora de obsequiar, nada de relojes. «Regalar reloj», «songzhong», evoca «songzhong», despedir a alguien en su lecho de muerte. Esta obsesión atávica por ahuyentar cualquier referencia a la muerte tiene profundas raíces culturales. «El confucianismo no proporciona una base filosófica para que el pueblo chino hable sobre la muerte, a diferencia de la Biblia, que deja claro que una buena persona irá al Cielo después de morir», señalaba Chris K. K. Tan, profesor de antropología en la Universidad de Nanjing, en declaraciones al portal digital 'Sixth Tone'.
7- Atención a los palillos. Las cautelas se extienden a todos los ámbitos de la vida cotidana, también a la comida. No clave los palillos de forma vertical sobre el tazón, aparente recreación de las varitas de incienso ante las urnas funerarias. Más allá de eso, los usos y costumbres en la mesa darían para un tomo enciclopédico. Cíñase al sentido común, bébase todo el alcohol que le sirvan y compóngaselas usted como buenamente pueda.
8- No porte gorros verdes. Es el equivalente en el acervo chino a ser un cornudo. El origen de la expresión, heredada de la dinastía Ming, resulta dudoso. La versión más extendida relata cómo una mujer entregó uno a su marido para así poder divisarle desde lejos sin verse sorprendida en el fornicio. Otras explicaciones aducen que durante una época las prostitutas habrían recurrido a este accesorio a modo de identificación. Sea como fuere, escoja otro color, mantenga su honra a salvo.
9- Quítese los zapatos nada más entrar a casas ajenas. Una práctica de explicación evidente que de manera incomprensible todavía no forma parte del proceso civilizatorio en países como el nuestro. Orientalice su hogar, destierre toda suela callejera.
10- Ojo a la vuelta. Habiendo experimentado ya la realidad china, un último ruego: no olvide sus privilegios como ciudadano de una democracia, joven aunque con visos de desgaste. A su regreso, cuídela.
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