La Guerra Civil, un cuento infantil de dos bandos
Un ensayo de Jaime García Padrino muestra cómo la literatura infantil quedó marcada por la manipulación y la polarización en la contienda
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Iniciar sesiónEn la España de 1930 relucía una alentadora literatura infantil y juvenil (LIJ), que sacaba brillo a la innovación. «Lamentablemente, ese panorama tan alentador saltó por los aires el 18 de julio de 1936», señala a ABC Jaime García Padrino, catedrático de Didáctica ... de la Lengua y la Literatura de la Complutense, que acaba de diseccionar esa época convulsa en 'La literatura infantil y juvenil en la Guerra Civil' (Renacimiento).
El ensayo revela que, durante la contienda, la LIJ fue convertida en un elemento manipulador al servicio de cada cada bando. Ese afán proselitista abrió un gran paréntesis en las tendencias creadoras del género, que tuvo sus mejores aportaciones justamente en los primeros treinta. En la revista infantil 'Gente Menuda', de ABC, publicaron los que, a juicio del experto, fueron los autores más destacados de este periodo: Salvador Bartolozzi, Antoniorrobles y Elena Fortún. La trayectoria de cada uno de ellos en esos años es un claro exponente de la distinta suerte que corrió la LIJ durante la guerra.
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El primero de ellos apenas pudo escribir, como muchos otros de la época anterior a 1936. «No tenían posibilidades de publicación. Bartolozzi, el gran padre del Pinocho español y Chapete, se exilió a París poco antes de terminar la contienda. Con la Segunda Guerra Mundial, tuvo que irse a México y allí ya sí reanuda sus publicaciones. Hubo un corte tremendo para los creadores que se habían dedicado a esto», apunta García Padrino.
A ello se unían las adversidades a las que se enfrentaron las editoriales, que, además de escasez de papel, se enfrentaron al control de los aparatos de propaganda. «Los grandes centros, que tradicionalmente han sido Madrid, Barcelona y Valencia, estaban en zona republicana. Mientras, el bando nacional tuvo que ir publicando según iba tomando posesión de los territorios, como San Sebastián», indica. Por ello, este experto califica esas publicaciones como más modestas comparadas con el bando republicano, cuyas posiciones le permitieron entrar pronto en el combate ideológico y adecuar los medios.
Las postales de Machado
Además de una fuerte acción propagandística, en aquellos tres años bélicos, la infancia de cada facción fue objeto de una atención volcada en la evacuación y recogida de los niños en el frente. En el bando nacional, la labor asistencial la llevó a cabo Auxilio Social. En el republicano, las iniciativas se centralizaron en Valencia. En 1936, el Ministerio de Comunicaciones emitió unas postales infantiles con el fin de instruir y facilitar a esos niños medios gratuitos para comunicarse con sus familiares. Incorporaban cuatro pequeños poemas que Machado compuso en 1936, en los primeros días de su llegada a Valencia. Se caracterizaban por un tono de copla popular: «Pequeñín que lloras / porque te lavan: / tu mejor amigo / sea el agua clara».
Dentro de la beligerancia propagandística, ese mismo año se instituyó el Altavoz del Frente, cuya sección artística dirigió Ramón Puyol, y en los que Mateos, Pedraza y Pitti Bartoluzzi (hija de Salvador) tenían la tarea de llevar a la práctica «los nuevos conceptos del cuento infantil», de acuerdo con Puyol. A saber: «Ya no hay ogros, ni casi princesas encadenadas que liberar, pero existen otros monstruos feroces como el explotador sin conciencia, el cacique, el tirano, que tienen esclavizados por la violencia a los seres más puros y más nobles de la sociedad. Y contra esos monstruos habría que prevenir a los niños. Que es lo que nos proponemos en nuestros cuentos», explica Puyol.
El 15 de julio de 1937 se estrenaba 'Ondas Animadas', dentro de la recién creada Radio Nacional, en Salamanca. Fernando Fernández de Córdoba (que recogió algunos relatos aquí radiados, como los de 'Pepinillo y Garbancito' en 'Los cuentos de Fernando') dejaba claro su objetivo: «La conveniencia de dedicar a los pequeñuelos preferente atención y la necesidad de ir sembrando en sus almas, y con justa medida, la idea de Patria, de amor al Caudillo, de obediencia, de disciplina, de admiración», decía en 'Memorias de un soldado-locutor'.
Las revistas y publicaciones periódicas dedicadas a los niños fueron también combativas y, a uno y otro lado, se forjaron protagonistas que reflejaban un compendio de la cosmovisión de cada bando. En el republicano, destaca Antoniorrobles, «en aquel momento se metió en política y eso hizo que crease historias de acuerdo con su propósito militante», subraya el experto. Con series como 'Rompetacones' y 'Sidrín', fue uno de los más decididos creadores de personajes tan modélicos como increíbles, según el ensayo.
Los cuarenta capitalistas
El aparato propagandístico de la zona nacional puso especial cuidado en las posibilidades educativas de las revistas infantiles para difundir de sus mensajes. La primera es 'Flechas', el 5 de noviembre de 1936 de Falange Española y las Jons de Aragón, y, luego 'Pelayos', un «cómic político carlista». Con el fin de limar diferencias entre los niños vestidos con la camisa azul y los que llevaban boina roja, nació 'Flechas y Pelayos' a finales de la Guerra Civil auspiciada por Justo Pérez de Urbel.
Antoniorrobles fue también el creador de versiones de clásicos que trasladó de época para adaptar a un inequívoco mensaje ideológico. Así, utilizaba los cuatro animales de 'Los músicos de Bremen' para ridiculizar a los terratenientes, a los militares, a la nobleza y al clero; en 'Alí Babá' había cuarenta grandes capitalistas que se ponían de acuerdo para dar los mismos jornales de hambre a obreros, y Cenicienta no quiere casarse con nadie de la clase privilegiada, por lo que su príncipe renuncia al trono. En el otro lado, en 'Cuentos de chicos', Emilia Cotarelo publicaba 'El tesoro de Texihualpa', que centraba su desarrollo en las aventuras de un juvenil conquistador español en América, que decide unirse a Hernán Cortés.
En definitiva, ambos bandos «hicieron todo lo que estaba en su mano. Incluso, si tomas textos de la época ves cómo los adjetivos calificativos que lanzan al enemigo son prácticamente los mismos», asegura el catedrático. Hubo muy pocas creaciones que trataran de evitar ese afán adoctrinador y, entre ellas, sobresalen las de Elena Fortún, que, de acuerdo con Padrino, «tomó una postura más de denuncia de la guerra, sin entrar en una militancia política clara, aunque viviera la contienda en el bando republicano».
Aquello se reflejó en una serie de relatos publicados en la sección infantil de 'Crónica' entre 1936 y 1937. En ellos insistía en mostrar el conflicto como un cruel fenómeno humano. «Para mí, esos cuentos son muy, muy interesantes porque conciencian a los niños de la barbarie. Ellos no entendían 'de izquierdas' y 'de derechas'. Sabían cuál era su mano derecha y cuál era su mano izquierda, pero el otro concepto se les escapaba», concluye.
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