El futuro será, sobre todo, hispanoamericano o no será
El español es la segunda lengua universal y posee un universo de 500 millones de hablantes. El escritor Carlos Leáñez Aristimuño expone el poder global de la hispanidad
El rompecabezas de cancelar la conquista de América

El siglo XXI es hispano y justo ahora corresponde el momento de forjarlo. Esa es la hipótesis del profesor e investigador Carlos Léáñez Aristimuño en su más reciente libro, un ensayo sobre el poder global de la hispanidad y su expresión concreta a través ... de la lengua, sus hablantes y el ciberespacio. Escrito en un tono ágil e irónico, sin renunciar al análisis riguroso y conciso, Leáñez desmonta el lastre de la leyenda negra y lo hace desde una perspectiva tan atlántica como europea. Una vez neutralizado el efecto paralizante de esa matriz, el español como lengua puede convertirse en el verdadero territorio de la hispanidad.
Distribuido en cuatro grandes apartados, el ensayo 'Por qué el futuro es hispano' (Sekotia) lleva a cabo un recorrido que acomete un repaso de la grandeza histórica cultural hispana, la impugnación de los relatos inhabilitantes y fragmentarios provocados por la Leyenda Negra, así como el análisis del potencial cultural y civilizatorio de la tradición hispana hasta su proyección en un tiempo marcado por Internet como verdadero espacio común. La comunidad hispánica es mayoritaria y no sólo por aglutinar 500 millones de hablantes. Su verdadera extensión es cultural.
Alienados
Hispanista y experto en políticas lingüísticas y modernización de la lengua, el venezolano radicado en España Carlos Leáñez Aristimuño propone una mirada audaz a la vez que realista. Para él, el fenómeno Donald Trump y su aborrecimiento al español supone apenas un incidente dentro de un proceso histórico e intelectual mucho más contundente ya en marcha. «En determinados países de América existe una toma de conciencia. En España, en México, Chile o Venezuela han surgido grietas en el relato hegemónico de la leyenda negra», asegura.
Vivimos en un magma geopolítico, plantea en estas páginas. Por eso sólo una plataforma cultural como Hispanoamérica puede resistir a la debacle, siempre que consiga romper una alienación y pesimismo histórico. «La lava es dúctil, se puede moldear. Por eso, este comienzo de siglo es un momento forja. Sólo los grandes bloques históricos culturales pueden participar de ese proceso en Occidente. Tras las independencias, los Estados que surgieron en América durante el XIX actuamos de una manera alienada», propone Leáñez.
A pesar de la fragmentación del continente americano tras la separación de España, determinados elementos sobrevivieron gracias a la proposición del mundo propia del concepto Hispanoamérica. «Nuestros ancestros hispánicos entregaron a América tres de sus elementos más preciados: su Dios, a través de la religión; su sangre, con el mestizaje y la ley y el ordenamiento, a través de las ciudades que fundaron. Fue una transferencia de cultura y tecnología. Lo que nace en América es una nueva cultura que prosperó, porque partía de la unidad en la diversidad. Hubo fueros y leyes que lo permitieron». El problema surgió de la fragmentación de ese orden.
Hispanoamérica
El libro parte de la idea de que, a pesar de los desgarros, América mantuvo el sistema de ordenamiento de ciudades y se convirtió en el lugar de una nueva cultura. «La hispanidad es ante todo hispanoamericana. Está hecha de esos pueblos que comparten una religión, una lengua y una historia común». El razonamiento de Leáñez va más allá. La marginalidad de Hispanoamérica se desata de forma paralela a ambos lados del Atlántico, en el siglo XIX: los Estados americanos desean renunciar a su herencia hispánica y comenzar de cero, al mismo tiempo que en España acaba asumiendo como propio un complejo de inferioridad inducido por la propaganda antiespañola. Se trata de una visión opresiva de la historia y del origen.
De acuerdo con Leáñez, América y España comparten incluso sus heridas. «Hay una matriz de vergüenza en lugar de orgullo, y de resentimiento en lugar de agradecimiento», asegura. «No puedes prosperar cuando no honras a tus ancestros. El que le pega a su familia se arruina y nosotros en América Latina nos hemos parado de hacerlo, cuando en realidad somos el único pueblo que puede revisar su historia y devengar orgullo. No necesitamos inventar una leyenda dorada pero sí desechar una leyenda negra. El siglo XXI tiene que entender y liberarse de una visión de pasado que lo oprime. Si te dicen que eres un miserable y un hijo de verdugos, terminas siendo un miserable».
El español es la segunda lengua universal y la quinta en traducción. El lenguaje retrata. Es el laboratorio donde se inauguran determinados combates o fenómenos. Las palabras, cuando se usan con un propósito específico, activan una lógica. De ahí que el ensayo de Leáñez tenga como principal punto de asiento una proposición cultural común. No hay unidad ni civilización posible si no existe un punto de partida genuino de aquello que constituye una cultura. Sea hispana o hispanoamericana, la base es siempre compartida. «Hay dos caminos con respecto a nuestro futuro: el perdón, en el caso de admitir la leyenda negra; y en el caso de desechara, pues es el orgullo. El saldo será siempre una liberación colectiva e individual».
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