Fito Páez: «Tener una mala infancia es una condena a muerte»

«Mi editor Nacho Iraola llevaba años pidiéndome que escribiera mis memorias y yo no hacía más que negarme y negarme, buscando todo tipo de excusas a cual más peregrina. Siempre había pensado que no serían del interés de la gente y me cerraba en banda. Por eso, después de tantos años de insistencia he llegado a creer que Nacho decidió desatar la pandemia del coronavirus para confinarme y obligarme a hacerla», bromea el polifacético artista, que se apresura a señalar que sería un error pensar que tan macabros acontecimientos sellaron una infancia dickensiana. «Fui muy feliz de niño, muy feliz. Y nunca sentí frustración por no haber tenido el tiempo suficiente de convivencia con mi madre como para crear recuerdos con ella. Mis abuelas me cuidaron como dos madres, y gracias a ellas la experiencia materna estuvo muy presente y fue muy fuerte en esa primera etapa de mi vida. Me siento afortunado por ello, porque estoy convencido de que tener una mala infancia es una condena a muerte. Lo es todo en la construcción de nuestro ser. En eso no hay vuelta atrás. Puede sonar muy duro, pero de lo que sé, sé».

Durante la conversación, Fito vuelve varias veces a la idea de que siempre rechazó la idea de escribir sobre su vida y de lo equivocado que estaba al respecto, porque se ha «dado cuenta de muchas cosas» al aceptar el reto. «Aconsejo a todo el mundo hacer el ejercicio de plasmar en palabras su vida, aunque no sea para publicarlo en un libro ni cualquier otro lado, ni lo vaya a leer nadie», asegura. «Se aprende muchísimo de uno mismo durante el proceso y se descubren cosas que no se sabían o se habían olvidado, sobre todo porque una biografía rigurosa debe tener varias voces, o de lo contrario estará tan sesgada que no hará justicia a la realidad. En mi biografía ocurren cosas divertidas, pero también otras que requieren ser tratadas con mucho respeto, sin picardías ni mucho menos invenciones o medias verdades. Yo he tenido que consultar a mucha gente si aquellos hechos fueron tal como yo los recordaba o no, y me he encontrado con historias muy diferentes sobre el mismo acontecimiento, incluso con la muerte de mi madre. Cuando vas viendo que hay innumerables versiones sobre lo mismo, te das cuenta de que Kurosawa tenía toda la razón cuando hizo 'Rashōmon'. Puede haber infinitas versiones de un mismo suceso».

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Las memorias de Páez son un viaje sensorial, donde el aroma de las flores marchitas en la tumba de su madre o el de las primeras piernas de mujer que se abrieron ante él «demuestran que los olores son un instrumento brutal para volver atrás en el tiempo», afirma. «En mi caso, ha habido veces que al recordarlos, era como si me transportase a la velocidad de la luz al momento y el lugar donde los percibí, y a todos los elementos que componían la escena, tanto visuales como sonoros, táctiles o sentimentales. Emocionalmente, puede que sea el sentido más fuerte que tenemos para viajar a lo largo de nuestra línea vital, el que más abre las puertas del torrente de recuerdos».

La vida de Fito cambió para siempre varias veces. Otra de ellas fue en 1992, cuando entró en las páginas de los libros de historia con 'El amor después del amor', el disco de rock argentino más vendido de todos los tiempos. El año pasado cumplió treinta años, y para celebrarlo «y desacralizarlo» se ha reeditado hace unas semanas con excitantes nuevas versiones grabadas junto al correspondiente elenco estelar de colaboradores, para ahora ser presentadas en directo en una gira europea que arranca su periplo español en pocos días.

«Había que vejar el material original», dice el autor sin atisbo de ironía. «Ese fue el primer concepto, en el sentido de no tenerle miedo al original, poder arrasarlo, darle la vuelta. Había que probar de alguna forma que no hay discos sacros, intocables, que no se pueden volver a grabar. ¡Sí, se puede! Y es un ejercicio musical maravilloso. Hay que hacer de la versión una per-versión. Dejarse llevar un poco por la malicia, porque si no, ¿dónde está la di-versión? ¿para qué hacerlo si no? Hay que dejar de tener tanto miedo a la palabra perversión».

Mientras recorre nuestro país con su gira, que «con un poco de suerte en la cuadratura de agendas» contará con algunos de los invitados del disco, Fito seguirá «haciendo llamadas de negociación con productores» para impulsar otro proyecto -este hombre no para-, cinematográfico en este caso, y que va por partida doble. «Tengo dos películas terminadas, que son bien diferentes. A final de año quiero que salga la primera, ¡pero no puedo contar nada sobre su argumento! En la industria de la música sí se pueden adelantar cosas en las entrevistas, pero el cine es otro mundo. Todo es alto secreto».

Sí puede hablar libremente, porque ya hace más de un mes de su estreno, de 'El amor después del amor', la serie. Un producto audiovisual audaz y de excelente ritmo que en España ha mantenido un perfil bajo en comparación con Argentina, ya que aquí no ha tenido mucho eco mediático ni ha entrado en los Tops de Netflix ni en los trending-topics, pero con el que Páez se siente más que satisfecho tanto en fondo como en forma, aunque algunos personajes protagonistas como Cecilia Roth hayan comentado por ahí que el guion ha «edulcorado en exceso» la historia. «En mi opinión ha quedado muy bien», se despide Fito. «Alguien del equipo tuvo la idea de desarrollarla en formato melodrama, y me pareció una decisión muy acertada. Han ido por el camino correcto, y te diría que no le pongo ningún pero al resultado final».