La fetua no puede con Rushdie: «Su humor desafiante sigue intacto»
Así lo afirma su hijo a través de un comunicado. Aunque el escritor ha mejorado, sus heridas son severas y su recuperación será larga
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Iniciar sesiónTodavía es pronto para saber cómo saldrá Salman Rushdie del intento de asesinato que sufrió el pasado viernes. En los últimos días, el agente del escritor, Andrew Wylie, detalló que su hígado estaba dañado –al igual que los nervios de un brazo– y que ... es probable que pierda un ojo.
Lo que parece que no perderá es su esencia, su plante frente al extremismo religioso, su apuesta por la libertad y contra el miedo. «A pesar de que sufre heridas graves, que cambiarán su vida, su humor habitual, peleón y desafiante, sigue intacto», explicó su hijo, Zafar, en un comunicado.
El estado de salud del escritor ha mejorado, pese a la gravedad de las heridas. La recuperación será «larga» y sus heridas son «severas», aseguró Wylie en un correo electrónico compartido por varios medios estadounidenses. «Pero su estado de salud va en la buena dirección».
Zafar Rushdie detalló que el estado de salud de su padre sigue siendo «grave» y que permanece «bajo tratamiento médico extensivo». Sin embargo, reconoció que para la familia fue un «alivio» cuando se le retiró el ventilador en la víspera y pudo decir «unas pocas palabras».
«Estamos muy agradecidos a todos los miembros del público que con valentía fueron en su defensa y le dieron las primeras ayudas, así como a la policía y los doctores que le han tratado», añadió.
Rushdie fue atendido en un primer momento, en medio de un charco de sangre, en el escenario del auditorio del Instituto Chautauqua, en el extremo oeste del estado de Nueva York, que celebraba un festival literario y que invitó al escritor para una ponencia sobre libertad de expresión y escritores en exilio. Fue trasladado de urgencia en helicóptero a un hospital del Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh, en Erie (Pensilvania), a cuarenta minutos en coche.
Cerca de allí está encarcelado Hadi Matar, el estadounidense de origen libanés que le apuñaló en el propio escenario del auditorio, justo antes de que comenzara su intervención.
Las autoridades no han concretado la motivación del atacante, del que se ha constatado que mostró simpatía por el extremismo chií de Irán y la Guardia Islámica Revolucionaria.
En prisión
Matar sigue en la prisión del condado de Chautauqua, un día después de comparecer por primera vez ante el juez. En la vista, el fiscal presentó cargos de intento de asesinato de segundo grado y de agresión (el segundo, por las heridas que sufrió Henry Reese, el director del Chautauqua Institute, que estaba sentado junto a Rushdie).
El atacante se enfrenta a una pena de 34 años de cárcel. El juez no le dio opción de fianza, a la que la fiscalía se opuso por la posible vinculación del ataque con la fetua o decreto islámico impuesto a Rushdie en 1989 desde Irán.
«Incluso aunque este tribunal imponga una fianza de un millón de dólares, sería un riesgo», defendió el fiscal de distrito Jason Schmidt, que calificó el ataque de «premeditado».
«No me importa qué recursos tenga», dijo Schmidt sobre el acusado. «Sabemos que el plan llevado a cabo es algo que fue adoptado y aprobado por grupos más grandes y organizaciones que van más allá del condado de Chautauqua», dijo en referencia a la fetua.
La impuso el ayatolá Jomeini, líder supremo de la República Islámica de Irán, y su sucesor, el ayatolá Jamenei no solo no la revocó, sino que la reafirmó. Su delito fue la publicación de 'Los versos satánicos', una novela que reconstruye en parte la vida del profeta Mahoma y que fue considerada como blasfema.
Rushdie, que entonces residía en Londres, vivió durante años en la clandestinidad, amenazado de muerte y con protección policial. Poco a poco, se desquitó de la sombra de la fetua, sobre todo tras mudarse a Nueva York a comienzos de este siglo. En 2012, en una conferencia en la Gran Manzana, definió al terrorismo como el arte de sembrar miedo: «La única manera de derrotarlo es decidiendo no tener miedo». En los últimos años, no utilizaba protección policial ni medía en exceso la seguridad de sus apariciones públicas.
De ellos se aprovechó Matar, que solo tuvo que comprar la entrada para la conferencia, sin detector de metales y con solo dos agentes en un auditorio para cuatro mil personas.
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El acusado, un joven de 24 años, se crio en California pero de forma reciente se había mudado a Fairview, en New Jersey, a unas siete horas en coche del lugar del ataque. Apenas nadie sabía nada de él en su barrio. Solo se dejó ver en un centro de boxeo cerca de su casa, en North Bergen. Hace unos días, mandó un correo electrónico al gimnasio para anunciar que no volvería por allí «durante un tiempo».
El dueño, Desmond Boyle, describió a Matar en 'Fox News' como un chico «nada violento», pero taciturno. «Tenía esa cara cada vez que venía: como si fuera el peor día de su vida».
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