Los falsos que son historia del Museo Arqueológico Nacional
Un sarcófago que no era egipcio, modernas damas ibéricas, un Lord Byron de Alboraya, una moneda de Tartessos: ABC recorre las salas y almacenes donde se guardan falsificaciones que en su día pasaron (o no) por auténticas
El 'donante favorito' del Museo Arqueológico Nacional que ha regalado más de 300.000 euros en monedas de oro
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Iniciar sesión«Esto es más falso que Judas». Carmen Pérez Die se ríe divertida al recordar aquella respuesta telefónica que dio a un museo español cuando aún trabajaba como conservadora en el Museo Arqueológico Nacional (MAN). La dirección de ese centro le había escrito ... una carta pidiéndole su opinión sobre unas piezas egipcias que unos señores les ofrecían en venta y que aseguraban haber encontrado en la localidad. Aunque no muy común, se han dado casos. En un pueblo de Ciudad Real se ha hallado recientemente un escarabeo. La egiptóloga miró con atención las fotografías que le adjuntaban y esas inscripciones en piedra se le hicieron «muy familiares».
De repente cayó en la cuenta de que… ¡eran idénticas a las que ella misma había encontrado en el yacimiento egipcio de Heracleópolis Magna! Las había publicado en un libro y los falsificadores las copiaron de ahí. Inmediatamente llamó al museo para advertirles del engaño y les envió fotografías de las inscripciones originales. «Lo gracioso fue que justo los del museo me consultaran precisamente a mí», dice la conservadora emérita del MAN.
El sarcófago egipcio de Tarragona
A mediados del siglo XIX, cuando saltó el «descubrimiento curioso hecho en Tarragona» que el escritor e historiador francés Próspero Merimée contó a sus compatriotas, los eruditos no tenían los conocimientos del pasado y el arte egipcio de ahora. Entonces se dijo que esos fragmentos de mármol que habían sido hallados durante la construcción del nuevo puerto tarraconense pertenecían a un sarcófago egipcio y que demostraban la existencia de una civilización egipcia en la Península, algo que hubiera conferido un gran prestigio a Tarragona de haber sido cierto.
En el MAN aún se conservan seis de estas piezas. «Parece mentira que fueran tomadas por auténticas, pero en ese momento así fue» relata Esther Pons, conservadora jefe del departamento de antigüedades Egipcias y de Oriente Próximo, mientras muestra uno de los fragmentos con una imagen imposible de una diosa Isis con unos cuernos de media luna y un dios Jepri alado que sale por su boca, cuando esta deidad con forma de escarabajo no acompaña a Isis sino a la diosa Nut, que lo saca por el útero al amanecer.
Pasó un tiempo hasta que egiptólogos alemanes destaparon el fraude y al poco, la mayor parte de los restos del famoso sarcófago egipcio de Tarragona desapareció. Se cuenta que acabaron en el lago de Bañolas. Pero los enviados a la Real Academia de la Historia para su estudio se guardaron en sus fondos y en los del MAN, junto a los calcos que se hicieron de las piezas que muestran pueriles imágenes de una mujer con tres pechos, un cerdo o un elefante volando.
En los almacenes del museo, Pons y su compañera de departamento Isabel Olbés enseñan a ABC otras de las piezas falsas que tienen documentadas, como un 'ushebti', una de esas figuritas de sirvientes de la ultratumba, procedente de la colección del político y abogado Antonio Vázquez y López Amor; una figura femenina que llegó en la colección del padre Francisco Roque Martínez, que fue párroco en Alejandría; una pseudo Isis lactante con Harpócrates de la colección de Víctor Abargues; o un enorme escarabeo que adquirió este aventurero y diplomático español.
«En la parte frontal el escarabajo está bastante bien representado, pero en lo que llamamos chatón, que es la parte posterior de la pieza, los textos son completamente ilegibles», explica Olbés antes de reparar en su inusual tamaño. Los escarabeos que se usaban como amuletos son mucho más pequeños y los que se colocaban sobre el corazón del difunto, aunque mayores, tampoco alcanzan el calibre de esta falsificación. De ser auténtico, además, en su chatón llevaría inscrito el capítulo 30 del Libro de los Muertos, donde se insta al corazón a que no delate las malas acciones del fallecido.
Burdos signos sin sentido que solo se asemejan a los auténticos jeroglíficos, iconografías que no encajan, materiales extraños o deficientes acabados que no podrían ser obra de un artesano egipcio delatan a estas falsificaciones. «En el departamento tenemos unas 50 que son falsas, de unas 15.000 de la colección de Egipto, Nubia y Oriente Próximo», señala Pons. La mayoría llegaron como parte de amplias colecciones particulares que fueron donadas o vendidas al museo a finales del siglo XIX y comienzos del XX, cuando el conocimiento de las piezas egipcias aún era escaso.
La momia falsa
Hasta en la magnífica colección de Eduard Toda y Güell, que fue vicecónsul en El Cairo de 1884 a 1886, se coló una figura del dios Bes que ya en su momento, cuando se realizó el inventario de las 1.300 piezas adquiridas por el MAN, fue catalogada como 'Falsificación'.
Sin embargo, fue otra obra de este mismo legado la que cobró fama por falsa hace medio siglo. «En 1976 o 77 se hicieron radiografías a las momias del museo y se vio que una no tenía ningún individuo momificado en su interior, sino una tabla de madera. Por eso se le llamó la momia falsa», recuerda Pons. No hubiera sido tan extraño. En pleno auge de la egiptomanía se vendieron muchas momias falsas que acabaron en museos europeos o fueron destinadas al consumo de polvo de momia, que se consideraba casi milagroso para todo tipo de enfermedades.
Sin embargo, en el listado de las piezas de Toda que ingresaron en el MAN no figura ninguna momia y en cambio sí consta que había vendas. «Posiblemente se cogió una tabla y se usaron las vendas para dar la forma de un individuo momificado y como no hubo ningún escrito que lo documentara, cuando se hizo la radiografía se dijo que a Toda le vendieron una momia falsa», explica la egiptóloga. Hoy está expuesta en la sala 35, en la vitrina que reconstruye cómo es una cámara funeraria, dentro de uno de los ataúdes que tiene la tapa un poco desplazada para mostrar su interior.
Cada vez más visibles
«Todos los museos del mundo tienen piezas falsas«, comenta Pons. El Louvre tuvo que retirar la famosa tiara de Saitafernes, el British Museum expuso durante un tiempo un sarcófago etrusco del siglo XIX y el Rijksmuseum descubrió en 2020 que un relieve egipcio de su colección era una falsificación, por citar solo algunos ejemplos.
A juicio de esta conservadora, «no es ningún desprestigio» para una institución y «es importante que se estudien» porque «forman parte de la Historia, de la historia de los museos y, evidentemente, también de la del MAN». En un seminario reciente en el museo, organizado por su departamento junto con Inmaculada Vivas (UNED) y Antonio Pérez Laracha (UNIR) se quiso «poner en valor» las falsificaciones egipcias desde el siglo XVIII hasta hoy porque «representa lo que ocurrió a partir de ese redescubrimiento de Egipto, con el boom de la Egiptología y la egiptomanía que todavía continúa», explica.
Aunque las piezas falsas egipcias no se exponen en la colección permanente, el MAN ha dado pasos para dar a conocer esos fondos antes 'proscritos' con un espacio fijo en la sección de Numismática o en una exposición temporal de su Vitrina Cero. Incluso recuerda en su recorrido el famoso caso del Cerro de los Santos , un yacimiento ibérico de Albacete que aportó un buen número de esculturas de damas oferentes.
«En el MAN intentamos integrar dentro de nuestra exposición permanente las piezas que sabemos que son falsificaciones porque son importantes para entender cómo ha evolucionado la investigación y la ciencia histórica», sostiene Paloma Otero, directora en funciones del museo, ante una de las esculturas ibéricas falsas que Vicente Juan y Amat, el relojero de Yecla, vendió al museo en el siglo XIX.
«Fue quien vio el negocio e hizo una serie de esculturas que en aquel momento pasaron por auténticas porque entonces no se conocía el código de imágenes de la cultura ibérica», explica. De otras genuinas, en cambio, como la Dama de Elche, se dudó en su día. «Es el caso de la pieza singular, como ocurrió con la cueva de Altamira», recuerda.
«Muy pocas»
Las falsificaciones no llegan ni al 1% del más de un millón de piezas que conserva el MAN. «Realmente son muy pocas, un porcentaje de un cero coma muy poco», asegura Otero, aunque a medida que se van revisando y catalogando colecciones antiguas a veces se descubre alguna. No extraña en un museo cuya creación se remonta a 1777 y en el que ingresaron colecciones particulares de eruditos del siglo XVIII y XIX, con piezas que ellos compraron como auténticas, o como reproducciones y se confundieron con el tiempo.
La directora en funciones y la subdirectora Carmen Marcos detallan que no se falsifica lo mismo en todas las épocas, sino que los intereses varían. En el siglo XVI, por ejemplo, se falsificaban antigüedades romanas, en el XVII y XVIII comenzó el interés por las historias nacionales y por la Grecia clásica y en el XIX se volvió la mirada hacia la Edad Media y aparecieron falsos de artes decorativas medievales como arquetas y esmaltes. «También las falsificaciones muestran la historia de la investigación, porque no todo es igual a lo largo de estos 400 años», indica Otero.
«Realmente las falsificaciones son muy pocas, un porcentaje de un cero coma muy poco del más del millón de piezas que conserva el MAN»
Paloma Otero
Directora en funciones del Museo Arqueológico Nacional
Algunas piezas ni siquiera se crearon como falsificaciones, pero se convirtieron en tales por algún aprovechado. En las escaleras nobles del museo reposa un busto de mármol que fue adquirido en 1942 como una pieza hallada en una zanja en un camino de Alboraya (Valencia) y resultó ser un retrato de Lord Byron, copia de una escultura del neoclásico danés Bertel Thorvaldsen. Alguien le cortó el cuello y le causó las oportunas roturas y manchas para hacerlo pasar por una antigüedad romana y así se expuso un tiempo, hasta que Antonio Blanco Freijeiro desveló su historia.
Al infante don Gabriel, hijo de Carlos III, también le vendieron gato por liebre con una moneda de Tartessos que no pudo existir, puesto que en este periodo de la Protohistoria no se había inventado aún. Era un detalle que se desconocía en el siglo XVIII, cuando no se imaginaba que un reino fuerte no tuviera su moneda, y que aprovechó algún oportunista. «Es una moneda antigua de Carmo (la Carmona romana) del siglo I a.C. que está retocada a mano para poner 'Tartes'», describe Otero mientras muestra esta y otras piezas falsas que forman parte de la colección numismática del MAN, la mayor de España.
Hay falsificaciones de moneda de curso legal «que elevan el número, pero son objetos tan históricos como las monedas auténticas, puesto que se hacen en paralelo y tienen la misma antigüedad». Y también conservan piezas hechas para el coleccionismo, como la de Tartessos o ejemplos de monedas falsas salidas de los famosos cuños de Carl Wilhelm Becker en el siglo XIX, de los que también disponen de un juego en plomo.
Un orante dudoso
Estudios realizados en los últimos años han detectado algunas falsificaciones más en el MAN. El investigador independiente Miguel Jaramagodestapó la falsedad de una especie de estela-amuleto de Ramsés I que ingresó en 1876, en la colección de Tomás Asensi, y en el próximo boletín del museo expondrá el caso de una pieza de la que duda.
«Es un orante sumerio que entre el brazo y el cuerpo se ha dejado un trozo de piedra. Es un detalle muy importante», destaca, porque en todos los orantes sumerios que se conocen ese espacio está libre. «Están esculpidos completamente y este lleva los brazos pegados al cuerpo», continúa Jaramago, que en su artículo aporta hasta seis razones que le llevan a dudar de la autenticidad de este orante sumerio procedente de Irak, que se expone actualmente en una de las vitrinas, en la sala del Próximo Oriente. Quizás futuras investigaciones obliguen a cambiar su cartela.
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