El excombatiente de la Guerra Civil que peregrinó durante 22 años por España

Rafael Padial recorrió durante más de dos décadas la piel de toro. Solo bebía agua, comía poco y dormía en una silla

Del Niágara de los madrileños al 'charco del obrero'

Cualquiera que haya recorrido el Camino de Santiago, como Rajoy este verano, se ha topado con andariegos ocasionales que huyen del estrés y del ruido, caminantes comprometidos con su religión o su causa... pero también con variopintos personajes que parecen sacados de una ... novela o de algún cuadro. Quienes hayan coincidido con Serge lo saben bien. Armado de pinzas y bolsas de basura, este jubilado francés ha transitado durante años por la ruta jacobea, tanto de ida como de vuelta de la catedral compostelana, recogiendo los desperdicios que otros dejan caer por el camino. A quien quisiera escucharle en los albergues, le contaba cómo la lectura de un periódico cambió un día su vida, empujándole a limpiar de residuos los senderos.

Rafael Padial también peregrinó a Santiago, luciendo una poblada barba, como Serge. Pero fue más reservado sobre el motivo que le llevó a caminar por tierras y sendas de polvo de toda España, a veces pasando frío y otras calor, durante 22 años. Tan solo le contó a José Benito Sierra que lo hacía en cumplimiento de una promesa hecha durante la Guerra Civil, en acción de gracias por haber salvado la vida en una circunstancia en la que estuvo a punto de perderla. Sin especificar más. Ni dónde, ni cuándo. Quizá tuviera que ver con ese anuncio que publicó el '¡Adelante!' del Órgano de Trabajadores de Almería en 1937, en el que pedía saber con urgencia de este compañero de Málaga para comunicarle «noticias de mucho interés». Padial no lo reveló al periodista de 'Blanco y Negro' en 1959, o éste decidió no relatarlo en el amplio reportaje que dedicó a este 'peregrino universal'.

Así se definía el anciano, que con sus ojos pequeños pero vivarachos, su frente surcada de arrugas, su barba blanca y crecida y el cabello revuelto, se asemejaba a un personaje de tragedia griega. En alguna ocasión había servido de modelo en la Escuela de Bellas Artes y afirmaba haber posado para el pintor Agustín Segura representando personajes bíblicos, así como para José Cruz Herrera, en La Línea, y para Francisco Soria Haredo, en Granada.

 

Su apariencia, sin embargo, también le había traído sinsabores. A su paso por Estepona le apedrearon en una ocasión, en Villamartín le negaron el agua que pidió para beber y en Taberna levantó sospechas y estuvo dos meses encerrado en un calabozo. «Todo esto lo afirma el venerable peregrino mientras da a entender que posee ciertas dotes de adivino», decía el reportero de 'Blanco y Negro'. El penitente aseguraba que a la localidad malagueña le vaticinó grandes males por su agrio recibimiento y al día siguiente hubo un pequeño ciclón que causó graves daños.

Portada de 'Blanco y Negro' La revista publicó un amplio reportaje a color sobre el penitente español ABC

Padial vestía una raída chaqueta y un chaleco y llevaba consigo toda suerte de supuestas reliquias de santos y de recuerdos de Jerusalén, así como un largo rosario que le regaló un moribundo y un Breviario romano al que atribuía gran valor por su antigüedad. Aparte de renunciar a la mundanal vanidad y caminar, su promesa consistía en no beber otra cosa que agua, en comer poco, sobre todo frutas y verduras, y en dormir breves horas en una silla.

Había participado como penitente en la procesión malagueña del Santo Entierro en 1940 y en la procesión de la Virgen de las Angustias en 1954, descalzo, de rodillas y dos dos gruesas cadenas. Pero en ambas ocasiones, apenas permaneció unas horas en la ciudad que le vio nacer. A la mañana siguiente, cogió de nuevo sus bártulos y sus reliquias y se echó a las carreteras a seguir su peregrinación por tierras españolas.

«Durante el invierno se le suele ver por el norte, donde es bien recibido; en el verano recorre el sur», señalaba el reportaje. A este cambio de clima atribuía su buena salud. Cuando Sierra lo entrevistó en 1959 estaba a un paso de cumplir su promesa. En 1960 iba a partir rumbo a Roma, acabando así con el compromiso que se había autoimpuesto décadas atrás. ¿Llegaría a colgar sus medallas, crucifijos y escapularios?

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Sobre el autor Mónica Arrizabalaga

Redactora especializada en arqueología y patrimonio. Autora de 'España, la historia imaginada' (Espasa) y coautora, junto con Federico Ayala, de 'La Gaceta olvidada' (Libros.com).

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