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ABC Cultural

Álvaro Martínez

El «eurofan» y la moral del Alcoyano

Tiene Eurovisión más de sesenta años, pero no fue hasta este siglo cuando apareció entre nosotros el seguidor fanático del concurso, el que literalmente vive, respira y pestañea todo el año pendiente de un festival donde, abonados al «Spain one point», tiene más moral que el Alcoyano

Suele coincidir con el final de la Liga, con las vísperas del Rocío o con la formación de esas montañas de rosquillas tontas y listas en la Pradera de San Isidro, pero en cualquier caso siempre es por mayo cuando brota en España el "eurofan", ... apócope del seguidor rendido a Eurovisión, el certamen musical que organizan las televisiones continentales, crecedero a otras latitudes (hasta Australia participó el sábado) y que este año ha cumplido su 61 edición. Como especie propiamente dicha del Homo hispánicus, el "eurofan" surge con el nuevo siglo , cuando el concurso sufre una mutación y el festival pasa a ser casi una feria donde de común la música es sepultada por los efectos visuales y una puesta en escena abrumadoramente invasiva. Con la llegada de los votos telefónicos el negocio se multiplicó de forma exponencial, pues son millones de personas optando (y pagando) por su canción favorita. Pese a la entrega, el "eurofan" español pinta más bien poco pues salimos a disgusto por edición, abonados aún a aquel clásico "Spain, one point" en blanco y negro. Y luego se suele tomar todo a la tremenda: anteayer Barei quedó en el puesto 22 y la muchacha pidió "perdón a España". No es para tanto.

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