El expolio de Napoleón en España: «Nos esquilmaron pero bien durante la Guerra de la Independencia»
Se estima que entre 2.000 y 3.000 obras de arte fueron sacadas de España entre 1808 y 1814
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Iniciar sesiónSi el auténtico Napoleón se hubiera paseado en estos días por el Museo del Prado, que no llegó a conocer pues abrió sus puertas cuando estaba confinado en Santa Elena, tal vez habría reconocido alguno de los 50 cuadros que le envió como regalo ... su hermano José Bonaparte o de las otras 250 obras de arte que llegaron a París en 1813, «sacadas de España por medio de secuestros a instancias de Denon», el director del Museo Napoleón, según refiere la historiadora María Dolores Antigüedad del Castillo-Olivares en la web de la pinacoteca. Éstas y otras muchas pinturas de artistas de renombre como Velázquez, Murillo o Zurbarán salieron del país durante la Guerra de la Independencia y demasiadas de ellas nunca volvieron. «Nos esquilmaron pero bien«, afirma Francisco Fernández Pardo (Logroño, 1937).
Este investigador, que durante tres décadas estudió la 'Dispersión y destrucción del patrimonio artístico español' dedicó el primero de sus seis volúmenes, de 500 páginas, a los seis años de la 'guerra del francés' (1808-1814) en los que se produjo el mayor expolio de pinturas en la Historia española. «No quiere decir que no hubiera antes -dice- porque casi todos los embajadores que caían por Madrid, incluso cónsules en Sevilla y en otros sitios, aprovechaban para hacerse con un botín que luego trasladaban a sus países tranquilamente con las prerrogativas que tenía la diplomacia, pero esto se produjo de una manera masiva durante la guerra contra Napoleón».
Aunque es difícil cuantificar el saqueo, por la opacidad del mismo, calcula que «entre 2.000 y 3.000» obras de arte desaparecieron en ese corto periodo de tiempo. Juan Antonio Llorente, que fue director de Bienes Nacionales durante el reinado de José Bonaparte, «hablaba de las uñas de los generales franceses para definirlos como rapiñeros de todo cuanto veían, fuera plata, marfil o sobre todo pintura«, refiere Fernández Pardo. En conversación telefónica con ABC, explica el motivo que llevó a este »escandaloso« expolio: »Napoleón tenía la idea de que la guerra se tenía que nutrir con la guerra«.
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No siempre bien pertrechados ni pagados, cuando los ejércitos de Napoleón tomaban una localidad arramblaban con todo aquello que necesitaban y con cuanto creían de valor. Goya dejó constancia de ello en uno de los grabados de los 'Desastres de la Guerra' que tituló 'Así sucedió', retratando a soldados franceses cargados de reliquias y objetos litúrgicos robados de una iglesia.
Catedrales, conventos y monasterios fueron saqueados e incendiados y las sepulturas profanadas en busca de joyas y riquezas. Así ocurrió, por ejemplo, con la tumba del Cid en Burgos, cuyos restos se dispersaron, o con el panteón de los reyes de Navarra de Santa María la Real de Nájera, San Isidoro de León, Las Huelgas de Burgos o Poblet.
Un escrito publicado en 1808 con el título 'Cartas a Alfredo' -y mencionado por Antigüedad del Castillo-Olivares en su estudio 'España en libertad: 1808-1814. Conflicto bélico y expolio'- ya había advertido de los peligros que corría el patrimonio y sobre los marchantes que seguían a las tropas napoleónicas para adquirir las piezas que se ponían en circulación.
«A carretadas»
Los generales franceses se labraban un patrimonio en las guerras napoleónicas. «Las pinturas siempre caían en manos de los mandos, como Sebastiani, Soult y otros que entraron en España comandando las tropas y fueron los que más se aprovecharon«, subraya Fernández Pardo antes de añadir que »era la forma de cobrarse«. Además, los oficiales eran recompensados con pinturas para ganarse su favor. »La pintura siempre se ha vendido muy bien. Quitaban los marcos y la enrollaban«, continúa este experto resaltando los daños que este enrollamiento y el deficiente transporte ocasionaba a las obras.
El mariscal Soult, famoso en Sevilla por su falta de escrúpulos, se llevó pinturas «a carretadas», según Fernández, entre ellas numerosas obras de Murillo como 'La Inmaculada Concepción', conocida como 'La Inmaculada de Soult' y otras de Alonso Cano o Zurbarán. Por desgracia, solo las cinco que donó al Louvre fueron después restituidas. El general Horace Sebastiani, el mismo que voló en parte la puerta de Siete Suelos de la Alhambra, se hizo con una formidable colección en la que figuraba un Rubens o un Pereda pintado para el Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro (actualmente en el Prado), pero también otros generales como Desolles (que conservó hasta su muerte el retrato de Felipe IV de Velázquez adquirido después por la National Gallery), Murat ('La escuela del amor' o 'La sagrada Familia', de Correggio), Belliard ('El matrimonio Arnolfini') o Dupont se beneficiaron con la contienda.
Este último, que mandaba las tropas que saquearon Córdoba, fue encarcelado por orden de Napoleón tras la derrota de Bailén. Al parecer, el botín obtenido por los oficiales en la ciudad andaluza ocupó un convoy de más de 500 carros y ralentizó la marcha de los soldados, favoreciendo victoria española.
«Supuso un descubrimiento de la pintura española, por entonces muy poco conocida en Europa, que se puso de moda»
Francisco Fernández Pardo
Investigador
La posterior subasta en París de las obras que amasaron los militares napoleónicos supuso «un descubrimiento de la pintura española, por entonces muy poco conocida en Europa, que se puso de moda», relata Fernández. Los protagonistas de los estragos, o posteriormente sus descendientes, «sacaron muchísimo dinero» con la venta de pinturas, que en muchos casos pasaron a Inglaterra y acabaron recalando en museos de Estados Unidos.
El malogrado Museo Josefino
La supresión de las órdenes religiosas y la enajenación de sus bienes también derivó en pérdidas irreparables en el patrimonio. Conventos y monasterios, como El Escorial, fueron vaciados. Sus cuadros más importantes nutrirían el proyectado Museo Josefino que el rey José quería abrir en Madrid, a imagen y semejanza del Museo Napoleón de París. Pero, como señala Antigüedad del Castillo-Olivares, la oportunidad de dar a conocer el patrimonio español en el primer museo público del país «fue la causa de una notable pérdida de obras de arte, dada la irregular situación política en que se gestó».
De los cuadros desechados, se ordenó que cien se destinaran a recompensas a militares y el resto se vendieran, propiciando que los marchantes extranjeros «con operaciones legales o a través del comercio encubierto» realizaran «jugosas operaciones», según la profesora emérita de Historia del arte de la UNED. De este momento data, por ejemplo, la fraudulenta venta de 'La Venus del espejo' de Velázquez que fue atacada recientemente en la National Gallery. El experto francés Frédéric Quilliet, encargado de seleccionar las piezas para el Museo Josefino, acabó relevado de su cargo bajo la sospecha de tráfico ilegal de obras de arte.
Le sustituyó una comisión formada por los pintores Francisco de Goya, Manuel Napoli y Mariano Salvador Maella, que debían escoger las obras destinadas al Museo Josefino y para el más urgente regalo al emperador. Cincuenta cuadros fueron enviados a Francia en mayo de 1813, una vez que José Bonaparte abandonó Madrid, pero de la selección previa que había hecho Quilliet desaparecieron a última hora obras relevantes. «Sin duda la posibilidad del fin de las hostilidades animó a los artistas (Goya, Napoli y Maella) a 'escamotear' pinturas importantes que fueron sustituidas por otras de segunda fila», sostiene Antigüedad del Castillo-Olivares.
El regalo de Fernando VII
Tampoco llegó a París el famoso «equipaje» del rey José que inspiró a Benito Pérez Galdós uno de sus más famosos 'Episodios Nacionales'. En la batalla de Vitoria, el ejército imperial sufrió una contundente derrota y el convoy con los tesoros de los palacios reales sacados por el 'rey intruso' quedó a merced del pillaje de las tropas angloespañolas. Se salvaron 83 pinturas, que el duque de Wellington envió a su residencia en Londres y en Apsley House aún permanecen.
Fernando VII se las regaló al duque de Wellington por sus servicios prestados. En una carta remitida por el embajador en Londres se dice que «su majestad conmovido, por su delicadeza no desea privar a vuestra excelencia de lo que ha venido a su posesión por medios tan justos como honorables».
«El embajador fue cómplice» en una «estratagema de Wellington que descubro en mi obra» y logró que Fernando VII, que «no sabía ni lo que se había llevado, ni entendía de pintura» accediera a dárselas gratuitamente «cuando ese patrimonio no era del rey, sino de la Corona», sostiene Fernández.
«El retrato no puede ser más nefasto, España se quedó vacía de pintura», se lamenta este investigador, que reparte culpas con éste y otros españoles que colaboraron en el expolio. Hasta el general Álava, que entró en el Louvre y rescató cientos de obras expoliadas, «tiene sus sombras». «En colaboración con Wellington, se llevó una partida. Aquí aprovecharon todos la situación», afirma.
Tras la caída de Napoleón, regresaron a España las pinturas del regalo al emperador, así como documentos de los archivos o las Joyas del Delfín. En total, Antigüedad del Castillo-Olivares señala que retornaron «284 cuadros y 108 objetos diversos». Un número del todo escaso, a tenor de las obras que salieron.
«Los museos norteamericanos están llenos de pinturas españolas: las que muestran y las que están en los almacenes», añade Fernández Pardo convencido de que «hay más obras ahí de las que se cree».
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SuscribeteRedactora especializada en arqueología y patrimonio. Autora de 'España, la historia imaginada' (Espasa) y coautora, junto con Federico Ayala, de 'La Gaceta olvidada' (Libros.com).
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