Los españoles ya no sabemos escribir... a mano
La editorial Rubio vendía en los ochenta diez millones de sus famosos cuadernos de caligrafía al año. Hoy 'sólo' un millón. Ya solo manuscribimos la lista de la compra, y algunos ni eso. Frente a la digitalización de todo, hay quien recuerda que el acto de coger el bolígrafo sigue siendo esencial, sobre todo en las aulas
La historia de la supervivencia de Cuadernos Rubio
«Necesitamos parar, relajarnos y disfrutar del silencio, para eso sirve el 'lettering'»
Esta frase está escrita a mano con un bolígrafo negro sobre un folio en blanco doblado por la mitad para amortiguar el trazo. Perdón por el detalle, pero es que estamos en 2023 y estos gestos son ya una pequeña excentricidad, como llevar sombrero en ... invierno o mandar una postal desde una isla.
Piénselo bien. Cuándo fue la última vez que anotó algo en una libreta. El último recado en un pósit. Dónde estará aquella agenda telefónica de tapas de piel. Y ahora escriba algo a mano. Cualquier cosa. Su nombre. Su biografía de Twitter. El guion de su próxima reunión. Es raro, ¿verdad?
Pues no sólo le ocurre a usted. Es más: el mundo va en esa dirección. Ya para todo hay una aplicación, una pantalla, una inteligencia artificial que transcribe nuestra voz, un 'gadget'. Lo dicen los datos.
Según un estudio de Ipsos, la escritura a mano ha quedado relegada a la lista de la compra. Y para algunos (el 20 por ciento de los españoles) ni siquiera eso.
A estas alturas, sólo un tercio de los estudiantes consideran necesario llevar un bolígrafo a clase. El mantra es 'un alumno, una tablet'.
La editorial Rubio vendía en los ochenta unos diez millones de sus famosos cuadernos de caligrafía al año. Hoy 'sólo' un millón.
Y encima la princesa Leonor tiene una letra regulera, como vimos el día de su ingreso en la academia militar.
Es muy fácil vivir sin lápiz ni papel, sí. Aunque tal vez no sea mejor.
«Hace bastantes años que se desatendió la escritura a mano, y esto ha tenido consecuencias muy importantes tanto a nivel neurológico como educativo. Lo vemos en las redes: cada vez nos expresamos peor, con más faltas de ortografía, entre otras cosas –sentencia al otro lado del teléfono Enrique Rubio, director general de Rubio y apologeta de los manuscribientes–. Aunque yo creo que estamos en una pequeña reacción de reivindicación de la caligrafía. Ya hay muchos colegios que están prohibiendo el uso de las pantallas, porque están viendo que lo manual tiene más beneficios que lo digital».
Uno de los primeros estudios que señaló esta grieta tecnológica en la educación fue el de Pam A. Mueller en 2014. Esta investigadora de la Universidad de Princeton realizó un experimento con estudiantes que recibieron charlas Ted. A una mitad les dejó ordenadores para tomar notas, y a la otra les dio bolígrafos y folios. Luego les hizo un examen sobre lo aprendido, y los resultados mostraron que aquellos alumnos que tenían apuntes manuscritos respondían mucho mejor a las cuestiones complejas que los que habían utilizado el teclado. ¿Por qué? Porque los primeros, por la lentitud de la mano, se vieron obligados a resumir los contenidos, a procesarlos de forma compleja, a esquematizarlos, mientras que los segundos, que podían ir mucho más rápido, a la velocidad de la voz, se limitaron a transcribir lo escuchado.
«Subrayar y hacer esquemas forma parte también de una buena memorización y comprensión de contenidos; estructurar la información es fundamental para la comprensión», confirma Rosa María Funes Moñux, que es pediatra neonatóloga del Hospital Universitario Príncipe de Asturias y profesora en la Universidad de Alcalá de Henares. Ella extiende el tema hasta la educación más temprana, donde es crucial. «Es evidente que no deben perderse los hábitos tradicionales de la escritura a mano y lectura de libros en papel, puesto que es muy diferente la captación analógica de la digital. Está demostrado que escribir facilita la memorización y por supuesto facilita la comprensión lectora. Además, la adquisición de la motricidad fina es muy importante para el desarrollo del niño, y la motricidad fina no es precisamente manejar una tablet».
La escritura, continúa la doctora, estimula a la vez distintas áreas del cerebro, y por tanto las ejercita: «Estas áreas están en pleno desarrollo en los primeros años de vida y en ellas se producen multitud de sinapsis neuronales necesarias para un correcto neurodesarrollo. Es fundamental que estas áreas se desarrollen en esa primera infancia y para ello es muy importante estimular los hábitos analógicos, la escritura manual entre otros». Y luego remata: «En mi opinión, no debe existir la digitalización, y menos exclusiva, en los menores de 6 años. El tiempo de aprender a usar las pantallas es amplísimo, cualquier adulto, incluso de avanzada edad, puede aprender a usar una pantalla. Sin embargo, ciertas habilidades como la escritura, la lectura, la comprensión lectora y los idiomas tienen su momento óptimo en la infancia temprana».
En Suecia, antaño paradigma de la innovación en las aulas, han decidido echar el freno y volver a fomentar el uso de libros de texto tradicionales, principalmente porque permiten y fomentan una lectura más profunda que las pantallas, con las que la atención es menor y más superficial. Letta Edholm, su ministra de Educación, publicó una tribuna en 'El Mundo' en la que explicó el repliegue de su país en estos términos: «La digitalización en las escuelas ha sido, mayormente, un experimento en el que ha habido una ausencia de crítica, se la ha considerado buena independientemente del contenido. Hace poco, el Comité de Cultura del Parlamento Europeo apeló a una mayor presencia de videojuegos en las escuelas pero en lugar de ello, el nuevo plan sueco quiere más libros».
En España, y no es sorpresa, son muchos los que cuestionan la digitalización de la educación desde dentro. Un estudio realizado a finales de 2022 por la Fundación Fad Juventud en más de cien escuelas reveló que el 44 por ciento de sus equipos directivos veía con recelo o se oponía a la transformación digital de las aulas.
«A mí lo que me preocupa no es tanto que se haya dejado de escribir a mano en las escuelas, sino que los alumnos tampoco escriben en el ordenador de verdad», afirma el filósofo y pedagogo Gregorio Luri. «Lo que hacen en los institutos y en la universidad tiene que ver más con el cortapega que con una verdadera reflexión personales. Y es curioso, porque hoy todo el mundo habla del pensamiento crítico, es uno de los grandes eslóganes de la nueva educación. Pero si verdaderamente nos lo tomásemos en serio recuperaríamos la escritura, que es el lugar donde nos enfrentamos a nuestras propias contradicciones. La escritura, y lo creo firmemente, no sólo es una forma de transmitir ideas, es sobre todo una forma de tenerlas, de producirlas. Por eso no hay pensamiento crítico sin escritura».
Nuria Quintana, que es maestra de primaria, opina que hay una distancia entre el discurso político y la realidad. «Si bajamos de las sillas de los ministerios a los pupitres de las clases veremos que los maestros y maestras saben perfectamente que la escritura a mano, la lectura en papel y otros métodos analógicos no se pueden sustituir, y los aplican en sus aulas para conseguir que sus alumnos y alumnas tengan un aprendizaje significativo». Sin embargo, añade, «no podemos obviar que las tabletas, ordenadores o teléfonos nos rodean y motivan a nuestros alumnos y alumnas más que un cuaderno, y desde arriba también se nos presiona al profesorado con la digitalización de nuestras metodologías». Así está el juego.
Al otro lado de la pantalla, Quintana se dio a conocer como Srta Rock&Roll gracias a sus ejercicios de 'lettering', que es el arte de dibujar letras y palabras y jugar con los trazos, y que es una tendencia en redes sociales. «A veces necesitamos parar y bajar de la vida que llevamos, hacer cosas que nos relajen, disfrutar del silencio y la soledad. Para eso el 'lettering' es perfecto. Es mi 'mindfulness'», suelta. Y esto, claro, nos lleva de vuelta a los Cuadernos Rubio, una empresa que a pesar de todo sobrevive. ¿Cómo? «Ahora tenemos muchos más productos. Tenemos cuadernos para mayores, porque la caligrafía se prescribe contra la degeneración cognitiva. Y además, claro, está el boom del 'lettering', de la caligrafía artística. Es uno de nuestros productos estrella, sobre todo desde la pandemia», asegura Enrique Rubio.
¿Será que lo que antes era obligación ahora es capricho, que muerta la necesidad nos queda el arte? «Es cierto que hay un boom del 'lettering', pero más que una respuesta al hecho de que ahora no se escriba yo creo que lo que ocurre es que ya estamos cansados de que todo sea digital, perfecto, limpio. Buscamos procesos manuales en todo. La gente en la pandemia se puso a hacer pan de masa madre en casa, a embotellar cerveza artesana, a tostar su propio café. También ha vuelto la fotografía analógica, las fábricas no dan abasto. Es como una vuelta a la época predigital», sostiene Iván Castro, grafista y autor de 'Lettering a tope' (Larousse). «Pero no olvidemos que en el fondo el 'lettering' siempre se ha usado en publicidad. Sólo hay que abrir la despensa y ver los logos de los productos».
—Por cierto, ¿usted sigue escribiendo a mano en su día a día?
—Sí, sí, pero la verdad es que mi letra es horrorosa. Yo sé lo que pone, pero mi mujer no [y se echa a reír].