Escritores y críticos chilenos destacan la gran generosidad de Jorge Edwards

Cercano a literatos de distintas generaciones, todos los consultados por ABC concuerdan que en Chile no tuvo el reconocimiento que merecía más allá del máximo galardón que le fue otorgado en 1994, solo cinco años antes que España le diera la mayor distinción de la literatura hispana.

Y lamentan que con su partida vayan quedando muy pocos referentes de la brillante y prodigiosa «Generación de los 50» donde compartió tiempo y espacio con personajes universales como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, José Donoso y Mario Vargas Llosa, uno de los últimos sobrevivientes.

En Chile la noticia colmó portales y medios de comunicación, pero al cierre de esta edición solo habían expresado sus condolencias la Fundación Neruda, la Academia Chile de la Lengua de la cual era miembro, la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile donde obtuvo su título de abogado, el Ministerio de Relaciones Exteriores del cual fue parte por muchos años y el partido de centroderecha Evopoli en el cual militó sus últimos años.

Sociable, promotor de tertulias, logró con su sentido del humor y picardía, reunir a su alrededor a escritores y políticos que disfrutaban de su habilidad para narrar historias, contar anécdotas y exponer como ninguno la vida social por donde circulaba.

Tanto el escritor Pedro Lastra, coetáneo suyo, como el crítico Pedro Gandolfo y los autores Gonzalo Contreras y Oscar Hahn coinciden en señalar que, de alguna manera, recibió «el pago de Chile» (indiferencia) lo que se gráfica en que no fue destacado lo suficiente cuando obtuvo el Cervantes. «No fue reconocido en Chile, hay que ver la atención que le dedicaba España», sentenció Hahn.

Algunos, explicaron al ABC, que en ello puede haber influido el hecho de que abandonó las filas de la izquierda donde Chile concentra a gran parte de los creadores y artistas y ello «no se olvida y se castiga». Habiendo sido designado por Salvador Allende para abrir la embajada en Cuba, compartir sede diplomática con Neruda en París, regresó como embajador a esa representación durante el primer gobierno de Sebastián Piñera.

Declarado persona non grata por Fidel Castro, entre otros por sus reuniones con los intelectuales disidentes de Cuba, tampoco fue del gusto de Augusto Pinochet a quien también criticó. Finalmente, como explicó la editora de Libros de El Mercurio, María Teresa Cárdenas, era un demócrata y por ello levantó la voz en favor de colegas que eran censurados. Así lo hizo con el poeta Oscar Hahn, quien contó a ABC que fue el único que defendió su libro «Mal de amor», prohibido por el régimen militar.

Cárdenas, quien desde mediados de los 90 tuvo una decena de oportunidades para entrevistarlo, presentar sus libros (el último llamado «Oh, maligna») y acompañarlo en tertulias literarias, recordó que su amigo Pablo Neruda se aventuró a señalarle que con ese apellido (la familia Edwards pertenece a la clase alta y proviene de la oligarquía de Chile) «le iba costar ser escritor».

Sus últimos años (quedó viudo en 2007) los vivió mas bien en solitario, una contradicción con toda su trayectoria. En 2021, después de la pandemia se trasladó a Madrid donde era acompañado por su hija Ximena, pero en Chile quedó su hijo Jorge.

«Era un gran conversador. Al regresar a Chile compró la librería Altamira y la convirtió en un centro literario donde se reunían intelectuales de lo más diversos mundos», describió la editora.

El crítico Pedro Gandolfo lo definió como un escritor muy talentoso, con una gran capacidad para llegar a las demás personas, de trato amable, que en la última década había adoptado una forma social más íntima. Gandolfo resaltó también la habilidad que tuvo Edwards para introducir en la literatura un elemento ambiguo que describe como «el yo intermedio», es decir, la figura del yo que se confunde entre la primera persona autobiográfica y la primera persona de un personaje de ficción. «En algunas novelas no se sabe sí se refiere a sí mismo o a un tercero y eso es muy interesante», explica.

Novelistas como Gonzalo Contreras y Pablo Simonetti remarcaron a ABC la tremenda generosidad de Edwards para apoyar a sus pares. «Para mí estuvo siempre presente con sus libros, como jurado, como presentador, como atento lector de las publicaciones de los escritores que veníamos detrás», tuiteó Simonetti.

«Fue un amigo, un animador cultural, era muy vividor, jovial, con amigos de todos lados. Pese a la diferencia de edad y de ser una persona bastante impenetrable en el ámbito íntimo, pasamos muchas temporadas juntos, viajamos» dijo Contreras a ABC.

Desolado por la noticia que este diario le comunicó, el escritor y crítico Pedro Lastra, aseguró que Edwards fue una figura muy importante de su generación, un personaje clave de la cultura chilena e hispanoamericana y destacado tanto como novelista, ensayista, cuentista, cronista y persona política. Respecto de si el Premio Cervantes lamentó no incursionar en la poesía, Lastra señaló que alguna vez lo hablaron y estaba tranquilo al respecto. «Una figura admirable y muy sobresaliente. Estoy muy desconcertado» manifestó.

«Había un respeto general hacia él, aun cuando compartió espacios con figuras como García Márquez y Vargas Llosa de quien era muy amigo… me conmueve mucho estar hablando de él en pasado», lamentó Hahn.