Los enigmas que rodean al talayot más grande de Mallorca

En 50 años de excavaciones arqueológicas, el poblado prehistórico de Son Fornés se ha revelado como un yacimiento clave para resolver incógnitas sobre el pasado balear hasta época romana... y más

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El equipo que ha participado en los trabajos arqueológicos en Son Fornés en la campaña que finalizó en junio UAB

Teresa Sanz observa los trabajos arqueológicos que en estos días concluyen en Son Fornés a pleno sol con una sonrisa orgullosa, mientras sus manos lavan un fragmento cerámico que acaba de ser desenterrado. Entre 75.000 y 100.000 personas visitan al año este ... yacimiento prehistórico y su pequeño museo en el cercano pueblo de Montuïri, pero esta profesora de literatura jubilada de 75 años recuerda aquel paraje del centro de Mallorca cuando aún estaba cubierto de vegetación. «Solo se veía la entrada al gran talayot, que por entonces se decía que era una cueva de moros», explica.

Fue su padre Josep, maestro muy estimado en Montuïri, quien llevó a su pareja Vicente Lull a conocer el lugar hace 50 años. Al poco, el joven arqueólogo consiguió los permisos necesarios y con una beca de investigación y la ayuda de seis obreros emprendió las primeras excavaciones en 1975. En el primer mes de trabajos descubrió una vivienda junto a esa 'cueva' y al cabo de otros seis meses, en 1976, sacó a la luz el mayor talayot de Mallorca, una gran estructura circular de sillares ciclópeos fechada en su uso por carbono 14 en el 1000 a.C.

«Tiene 17,30 metros de diámetro el perímetro exterior y la cámara interior, 5,50 metros», indica Lull junto a la imponente columna central que sostenía su cubierta de madera. «Conserva cinco enormes piedras que se han convertido en el emblema de Son Fornés», subraya. Los huesos de cerdos, ovejas y ganado bovino que hallaron en su interior, con señales de descuartizamiento, llevan a pensar a este investigador y al resto del equipo que coordina la Universidad Autónoma de Barcelona que en ese gran recinto se despiezaba y almacenaba la carne que después se distribuía entre los habitantes del poblado talayótico.

Excavaciones en Son Fornés en 1975 VICENTE LULL

«Aquí estaban las pezuñas o partes de la cabeza de animales, mientras que en las casas hemos encontrado las costillas, los fémures, restos de las partes comibles», explica el profesor honorario de Prehistoria de la UAB mientras señala dónde descubrieron restos de dos hogueras donde ahumarían la carne o la cavidad que tal vez usaron como despensa. Sorprende que esa monumental construcción fuera una antigua carnicería hace 3.000 años, donde ocasionalmente se celebraban banquetes comunales. A juicio de Lull, el hecho de partir y repartir los alimentos tenía «algo simbólico» entre los primeros pobladores de Son Fornés por ser una actividad «colectiva, de cohesión del grupo».

Los restos desenterrados del periodo talayótico (del 1050 al 550 a.C.) muestran a una sociedad «comunitaria, muy igualitaria», según el veterano arqueólogo, que también investiga otra cápsula del tiempo prehistórica con semejanzas en El Argar, junto a Cristina Rihuete, Rafael Micó o Camila Oliart, entre otros. En Son Fornés, sus alrededor de 400 habitantes eran autosuficientes, elaboraban sus propias herramientas y vivían en sencillas casas, de una gran habitación compartida. En otro talayot menor desenterrado a unos 30 metros se repartían los cereales y también contaban con una muralla, que delimitaba el poblado.

Vista aérea del yacimiento y las casas del futuro museo UAB

¿Qué ocurrió para que acabara arrasado hace 2.500 años, como indican los derrumbes quemados? Para Lull, «es el gran interrogante, cómo el mundo talayótico se deshace y se pasa a un sistema de explotación». «Hubo enfrentamientos, está claro, pero no sabemos todavía por qué fueron impulsados. Si vivieron así durante 500 años, ¿por qué de golpe empezaron a matarse?», se pregunta. Hasta la fecha, no han hallado materiales llegados desde el exterior antes de esa destrucción, así que creen que el conflicto estalló entre ellos, pero no descartan que su debilidad fuera aprovechada o auspiciada por foráneos.

«Los cartagineses vinieron aquí a buscar soldados, a los famosos honderos baleáricos, unos guerreros muy estimados que trajeron un mundo hasta entonces desconocido», recuerda el arqueólogo. En su opinión, «en el momento en que la gente talayótica entra en contacto con el comercio mediterráneo y con esos intereses bélico-comerciales empieza a recibir influencias que consiguen desestabilizar esa igualdad e introducen diferencias sociales». Las casas remodeladas en esta siguiente fase postalayótica o balear (del siglo V al III a.C.), de mayor tamaño y con espacios compartimentados, reflejan la existencia de distintos estatus.

Huesos donde no toca

En Son Fornés se han topado también con otro enigma que no han logrado resolver. Cristina Rihuete explica que en las Islas Baleares se dio una extraordinaria importancia a la muerte en otras épocas. Se han investigado tumbas en cuevas, hipogeos, navetas… «multitud de contenedores funerarios colectivos», dice la arqueóloga y profesora de la UAB. Sin embargo, se ignora qué hacían las gentes talayóticas con sus difuntos.

Visitantes en el santuario del trono de Son Fornés UAB

«No hay enterramientos en esa época -indica-, no dejan huella arqueológica y eso suele ser porque dejan los cuerpos expuestos a los elementos». Sin embargo, Rihuete resalta que en este enclave mallorquín han encontrado «huesos humanos en lugares donde no toca. Manos, pies… nunca el esqueleto entero. Son partes articuladas que han sido llevadas a oquedades que suelen estar alrededor de los talayots».

Rihuete encontró uno de estos siete depósitos en uno de los santuarios de época postalayótica presidido por un trono de piedra. Al levantar dos losas cuidadosamente colocadas bajo un hogar, se encontró los huesos de un brazo completo y de una mano que pertenecieron a un varón adulto. «Procedían de un cuerpo que estaba en otro lugar y en proceso de descomposición, porque tiene que haber pasado un tiempo para desarticular un brazo sin necesidad de cortarlo», explica. Esos huesos depositados bajo el edificio antes de su construcción formaron parte de un ritual de fundación. Los análisis descartaron que fuera un caso de canibalismo.

Al periodo postalayótico, de desigualdades sociales, desarrollo tecnológico y boom económico, le siguió una ocupación romana que también ha deparado sorpresas. Quinto Cecilio Metelo conquistó las Islas Baleares en el 123 a.C., pero «los contactos de Son Fornés con el mundo republicano son casi 100 años anteriores», resalta Lull. Aunque en otros poblados se ha encontrado puntualmente cerámica romana de principios del siglo II o de finales del III, «aquí hay muchos materiales antiguos republicanos», cerámicas finas de «muy alta calidad» que revelan una influencia «muy grande» en esos años.

«Es rarísimo -sostiene el arqueólogo- porque esto está en el centro de la isla, muy lejos de la costa, y esto nos hace sospechar que en la época de los honderos y de las guerras púnicas, este poblado era referencial y codiciado y por eso los romanos (o empresarios con productos romanos, eso es muy difícil de averiguar) llegaron hasta aquí a comerciar».

¿Tuccis o Guium?

El avance de Roma trajo consigo nuevas transformaciones en Son Fornés. Aunque solo se ha excavado un 15% del yacimiento, los trabajos han revelado una tercera fase de ocupación en época romana. ¿Se hallan tal vez sobre los restos de antigua Tuccis de la que hablan las fuentes clásicas? ¿O de Guium? «Nos falta una inscripción», comenta Lull ante otro de los interrogantes por resolver. Y hay más.

«El fin de la ciudad es otro misterio. No sabemos si se convirtió en un lugar que la gente veneraba en cierta manera ya que hemos encontrado objetos tardoantiguos y andalusíes», añade. Entre ellos, un ánfora del siglo VI con la insólita inscripción en griego «María concibió a Cristo», o un ataifor almohade del XII que fue expuesto en el Louvre en 2014.

En la última campaña, desarrollada gracias a las contribuciones del Consell Insular de Mallorca, el Ayuntamiento de Montuïri y la UAB, el poblado ha «crecido». Se han desbrozado 5.000 metros cuadrados más que escondían edificios de arquitectura monumental inéditos, reflejo de un diseño urbanístico insospechado, pero aún queda mucho por investigar. «Al menos otros 50 años más», bromea Lull.

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Sobre el autor Mónica Arrizabalaga

Redactora especializada en arqueología y patrimonio. Autora de 'España, la historia imaginada' (Espasa) y coautora, junto con Federico Ayala, de 'La Gaceta olvidada' (Libros.com).

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